Diario de Silvana Sarmiento (La llamada)

Expediente 015 — Cuarto libro, página 86 a la 87

Camilo A. Romero
EÑES
3 min readOct 20, 2017

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Caso: La sociedad
Evento: La llamada
Fecha: 12 de Septiembre de 1997

Era el 9 septiembre de 1997 cuando recibí la noticia. Todo lo que pasaba en ese momento en mi vida fue tan irrelevante como estúpido e indiferente luego de aquella llamada. Mi manager, aún con falta de aliento producto de la emoción en sus palabras, me hablaba al teléfono y el temblor en sus manos se sentía en sus pulseras a través de la bocina como un cascabel que adornaba las palabras envueltas en el aliento agitado. La vida me daba una oportunidad más. Mi carrera de actriz daría el salto que tanto estuvo esperando. Todo aquel esfuerzo, estudio, preparación y tiempo, narrados en las páginas anteriores en este diario, pasaría la cuenta de cobro en tan solo una noche. Una noche que valdría todas las demás. Una noche que cambiaría el rumbo de lo que creía hasta ahora era mi destino. Muchos lo habían pronosticado, resaltaban mi talento ante las cámaras y decían, en frases airosas y llenas de certeza, «ya no se ve talento así», endiosándome en altares de fama y promesas que exaltaban mi carrera y me llenaban de vida para continuar brillando ante el mundo.

En esa época mi piel era tersa y delicada, extendida en perfectas proporciones por todo mi cuerpo. Nada colgaba o se estiraba de los músculos, todo estaba donde le correspondía estar, en las proporciones necesarias para que todo se viera armonioso. Recuerdo mi cabello, que parecía tejido en seda color ébano, envuelto en brillos ondulantes y fascinantes que adornaban la sonrisa, mi sonrisa, una formación perfecta de caballeros blancos que se lucían ante las fotos y enamoraban al más despistado. Debo decir que fue la época más hermosa para mi ser y mi cuerpo. Los hombres gozaban de mi imagen cuando me acercaba a ellos y yo gocé de aquellos a los que dejé acercar. Los lujos llamaban a mi puerta. Las tardes de almuerzos en vajillas de porcelana con bordillos de oro y cubiertos de plata, en mesas cubiertas con manteles más finos que las cortinas de terciopelo rojo con flequillos dorados que adornaban los salones. Con vinos más antiguos que mi nacimiento y whiskys más añejos que mis acompañantes. Todo eran risas, lujos y belleza a mi alrededor. De eso se rodeaba mi vida.

Una noche, alguien se acercó a la mesa donde cenaba, una señora de buena pinta y recatada actitud. Pidió disculpas por su intromisión y me dijo: «Admiro tu belleza y sé que la admiras también, pero eres actriz no modelo, no olvides eso». Se despidió con una modesta sonrisa y continúo su camino. Recuerdo que todos en la mesa rieron un buen tiempo y aseguraron ser testigos del cumplido más extraño que hubiesen escuchado jamás. ¿Pero era un cumplido? Recuerdo que me dejé llevar por la actitud de todos y también reí y lo olvidé. Fue tiempo después, recibiendo la despampanante noticia de mi manager, cuando recordé ese momento, y no se por qué o qué importancia o relación tenía, pero aquella mujer de esa noche se presentó en mi memoria aún ostentando su recatado abrigo de piel y mirándome fijamente y con seguridad.

La noticia era que Manuel Berllant, el talentoso y renombrado actor, quería hacerme un casting.

En el medio audiovisual se sabía que esto era tan extraño como inesperado viniendo de Manuel, un hombre reservado y de pocos amigos, que a cambio de las cosas banales, como les decía él a todas las demás estupideces de la vida que no fuera actuar, sus libros, sus pinturas o la música, prefirió dedicar su vida a su carrera y llegar a lo que llamamos «el nirvana de la actuación»; aquel punto solamente alcanzable por la experiencia y los años. Su talento era natural, armonioso y misterioso como lo era su personalidad. Intenté investigarlo y aprender de él en mi época de estudiante, pero la información en libros o en entrevistas era casi inexistente. Solo le daba a la prensa unos cuantos minutos antes del estreno de cualquier producción para hablar con ellos. Y no hablaba más de medio minuto y se despedía sin ánimo de escuchar una pregunta más. No se sabía nada de él y él no quería saber nada del mundo.

Por eso mi emoción. Tendría un casting con Manuel Berllant. El guión del casting me llegaría al día siguiente en un sobre sellado a mi apartamento. Tendría una semana para aprenderlo.

Me tiemblan las manos al escribir esto, ¿qué me pasa?, pensé que lo había superado, tengo que parar. Continuaré mañana.

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