Tomada del sitio web Mis amigas las palomas

Mutiladas

Extrañezas del paisaje urbano

Julián González
EÑES
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4 min readAug 9, 2014

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Es sábado 9 de agosto de 2014. Ayer cayó sobre la ciudad un aguacero poderoso. Tres lloviznas menores lo habían precedido durante la semana, tras meses de verano seco y sediento. Estoy en Cosmocentro y al frente veo Siloé y sus callecitas. Es la esquina de la calle 5 con carrera 50: la carpa del Circo Chino de Pekín, últimas funciones, 2 por el precio de uno; la estructura maquínica y prematuramente envejecida de lo que alguna vez será el teleférico que conectará por cable a Siloé con la estación central del MIO; la vieja Unidad Residencial Santiago de Cali, una de las primeras en convencer a toda una generación de hombres y mujeres de clase media de que vivir apretujados en arrumes de apartamentos era mejor y más seguro que hacerlo en casas más o menos espaciadas.

Entonces vi una torcaza, de esas que hábilmente se han adaptado a las ciudades. Buscaba migajas desperdigadas en el piso de la plazoleta de comidas de Cosmocentro, entre 200 y 250 mesas para comer, una de esas maneras en que los centros comerciales han sabido reinventarse.

La torcaza solitaria me pareció simplona y la seguí unos segundos sin más interés que llenar de sentido mi propia espera. No tenía nada qué hacer. Y entonces advertí que le faltaban los tres dedos de la pata izquierda. Qué curioso. Quizá la imagen exacta de nuestra paz, un poco contrahecha y difícil. Por lo menos es más cierta y precisa que el desabrido icono de Santos hoy y el de Betancourt ayer: una paloma blanca e inmaculada. El signo chic que Santos adoptó de última hora al final de la campaña electoral de 2014, después de la derrota de la primera vuelta. Repartió miles de prendedores con la paloma entre los invitados a su posesión el pasado jueves 7 de agosto de 2014. La torcaza coja es nuestra paloma de la paz, la representación exacta de una tarea ardua y difícil de reconstrucción del país, de reparación de sus mutilaciones y abismos, de curación y sutura de heridas. La torcaza cojeaba con dignidad y le tomé algunas fotografías con el desastre de mi teléfono móvil.

Luego llegaron otras torcazas. Una de ellas grande, de las arroceras, una morada. En total se juntaron seis colúmbidos comunes, atragantándose de restos de comida.

Y entonces lo noté: cuatro de las seis torcazas están mutiladas. A una le falta un dedo en la pata izquierda; a otra, los dedos de las dos patas, es decir camina sobre los muñones; la tercera, dos dedos de la pata izquierda; y a la cuarta dos dedos de la derecha.

Estas viajeras de nuestros campos minados están allí ante mis ojos y me estremece la imagen. ¿Cuatro de seis? Vuelvo a contarlas y tomo nota.

No he leído en prensa un informe sobre el fenómeno. Llamo a mi hermano Robertulio González, biólogo, y le pregunto si conoce algún informe ornitológico sobre el fenómeno en Cali o en Colombia. Me dice que no conoce ninguno, pero me sugiere que los hilos sintéticos que usamos para infinidad de cosas van a parar a las calles, a la basura, a la tierra y se les enredan en la patas. El saldo, quedan mutiladas luego de que las heridas se infectan.

Cuatro de seis torcazas.

No quiero ni pensarlo: ¿es una epidemia urbana?

Decido hacer un breve rastreo en Internet y lo que encuentro me asombra más. El fenómeno parece mundial. Encontré una página en Madrid sobre el tema: Mis amigas las palomas. Hay informes sobre el fenómeno en Londres, Madrid, Bilbao, Santiago, Nueva York… De hecho, hay una organización dedicada al rescate y cura de palomas amputadas y aves en Inglaterra (Pigeon and Dove rescue). Navegando por Internet en cosa de apenas algunos minutos comprendí que la pequeña torcaza a la que seguía para llenar de sentido mi espera no es más que una en la larga lista de externalidades de la industria de los hilos y fibras sintéticas, la misma industria que alimenta, entre otras, al poderoso negocio de los pañales, esa maquinaria de basuras y fibras sintéticas que van a parar a los vertederos.

Sé que son, de lejos, temas más importantes que la desnutrición de los niños en Colombia, la brutal sequía en la Guajira, la amenaza del ébola y la carnicería israelí en Gaza…

…Pero ¿4 de 6?

Y todavía hay gente que cree que las cosas marchan a las mil maravillas.

De ahora en adelante, cuando algún ministro de economía, administrador de pacotilla, empresario emprendedor y moderno, industrial aventajado, productor entusiasta y feliz de la economía global me hable de las maravillas de la economía mundial actual, una que se precia de ser cada vez más responsable en términos sociales y ambientales, me gustaría decirle: «Sí, muy bonito todo eso, señor Mauricio Cárdenas, pero hágame un favor: tómese un tiempo, vaya a un parque y mire, por un momento, las torcazas de su ciudad. ¡Observe sus patas!».

¿4 de 6? ¿Es una epidemia de palomas mutiladas? Y los basureros a cielo abierto, mezcla de alimentos y fibras sintéticas, ¿son sus minas quiebrapatas?

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Julián González
EÑES
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Diseñador de juegos de mesa, comunicador social y educador. Puede descargar gratis Todo está tan raro en el siguiente link: https://bit.ly/3BiGjMB