Palabras más profundas que el dolor

Leemos cientos de palabras al día pero solo unas nos impactan al año. ¿Por qué?

María Ripoll Cera
EÑES

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Se dice que para escribir bien hay que estar triste. O removido, vaya. Las palabras salen así del inconsciente y sorprenden hasta al propio escritor. Dudo que ninguno de ellos afirme que esto es cierto, pero me gustaría preguntaros… tus mejores historias, ¿cuándo las has escrito?

Una de mis historias que más impacto ha tenido porque ha conectado emocionalmente ha sido «Un año sin presión», en que me senté a procesar el difícil dolor del nido vacío. Sin duda, hizo honor a la frase inicial de este escrito. Dos publicaciones más allá, estoy tan agradablemente instalada en una casa sin hijos, que no me siento capaz de hacer una historia sobre ello.

Sí ha habido motivos funestos por los que lanzarme a escribir desde entonces. El procés en Catalunya, que nos afecta tan profundamente a todos, hasta el punto ¡de elevar mi tensión a 17! Dos muertes seguidas: la madre de una amiga —que le ha dejado al partir el indicio de un nuevo camino en su vida— , y un tío paterno —el último—, que ha evocado recuerdos de infancia.

Negarse a aceptar el mundo

Pero no son ellas las que me mueven a escribir esta historia, sino el inmenso impacto que me ha producido la fe en el poder de las palabras de Roberto Saviano y su obra Gomorra.

Nacido en plena zona de la Camorra, obligado como todos a aceptar y callar, eligió mirar. Y después investigar:

Había decidido enterarme de lo que estaba sucediendo en Secondigliano. Cuanto más insistía Pasquale en lo peligroso de la situación, más me convencía de que era imposible no tratar de comprender los elementos del desastre. Y comprenderlos significaba como mínimo formar parte de ellos. No hay elección, y no creo que hay otro modo de entender las cosas.

Hasta que vio que la mejor arma para luchar contra ese imperio era la palabra.

En estas tierras, el callar no es la banal omertà silenciosa que se representa con gorras y miradas bajas. Tiene que ver mucho más con lo de ‘no es asunto mío’. La actitud habitual en estos lugares, como en otros, es una opción de clausura que representa el verdadero voto depositado en la urna del estado de cosas. La palabra se convierte en grito; controlado y lanzado agudo y alto contra un cristal blindado: con la voluntad de hacerlo estallar.

Cuántos escritores han hecho textos universales a partir de la rabia, del no aceptar, de la necesidad de denuncia. Quizás sí sean necesarias la rabia, la tristeza, para escribir buenas historias. Son fuego que impulsa, prurito de rascarse. Todo lo contrario que la pachorra felicidad.

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Palabras de paloma sobre un sucio cristal.

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