Te perdiste
Era una calurosa tarde de verano, tan malditamente caliente que tienes que preocuparte de no levantar los brazos, que del calor que sabes que va a hacer no te maquillas porque se te va a correr todo, de esas veces que cargas el desodorante en la bolsa porque apenas te da el sol te empiezas a derretir (arrrggg pero a quién le importa eso ¿a nadie? A nadie, pasemos a lo importante). Me dijo que tenía que irse, que tenía un trabajo en equipo, lleva diciéndome eso todo el estúpido mes, y ahora que lo pienso ni siquiera está estudiando. Esa maldita excusa y yo como tonta diciendo que no se preocupara, que otro día sería.
Qué tonta fui, pero a fin de cuentas a quién le importa, a él no por lo que veo, de hecho últimamente lo he visto mucho con ella, creo que ya se enamoró porque ya no está en su sano juicio, solo un hombre enamorado (por no decir atontado) abandona a sus amigos por una tipa que conoció un viernes en un antro. Decidí ignorarla, pensé que sería inofensiva, que su relación no me afectaría, a fin de cuentas él había sido mi mejor amigo desde la primaria, no me cambiaría por una relación pasajera. O al menos eso creía.
Pero al parecer quedó cegado, perdió esa chispa que lo diferenciaba de los demás, ese carisma que lo distinguía. Ella fue como la hiedra venenosa, lentamente le fue robando su voluntad. Le debí haber advertido lo que ella quería realmente y haberla arrancado desde la raíz cuando apenas nacía, porque ahora ha crecido alrededor de él. Lo ha corrompido, ha derrumbado sus cimientos y lo ha hecho alejarse de sus amigos; lo ha dejado ciego; y un ciego que se queda solo no se da cuenta del acantilado que tiene enfrente hasta que está cayendo directo a su perdición y ya no hay quien lo ayude.