El faro de Alejandría, cortesía Animuspedia

Una postal de Alejandría

La inmersión en ‘Assassins Creed Origins’

cerohd
EÑES
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2 min readApr 4, 2018

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Muchos no tuvieron el privilegio de conocer Egipto más allá de las láminas de los libros de historia, pero el videojuego de Ubisoft sienta un precedente al poner al alcance de los gamers un juego de mundo abierto ambientado en este país milenario, cuya duración supera las 100 horas de recorrido.

Para los seguidores de la saga, Origins no difiere en cuanto al argumento central a lo largo de 21 entregas (10 son canónicas y 11 spin-offs, sin contar novelas, cómics y película) resumido en una lucha diferida a lo largo de los siglos entre dos órdenes: los templarios, aglutinados en Abstergo Inc. (una casa tecnológica que ha podido diseñar el Animus, un dispositivo que permite el viaje en el tiempo a partir del rastro de ADN), y la Orden de los Asesinos, una facción rebelde opuesta a las intenciones templarias, cuya pretensión es implantar un sistema de gobierno global.

La diferencia radica en la experiencia de juego —esa suma de factores entre el sobresaliente diseño visual y las misiones por cumplir, así como el cada vez más «plástico» movimiento de los personajes, entre otros criterios— hace ver artificiales a las anteriores entregas de la saga. Esta experiencia borra los límites entre «simulación» e «inmersión», pese a que Origins tenga una perspectiva de tercera persona.

Apenas con 12 horas de juego, estoy en Alejandría. Fascinado por la biblioteca, el faro y las calles polvorientas, mi personaje ha alcanzado el nivel 15 entre misiones secundarias y la perplejidad de observar, desde el siglo XXI, la belleza de una ciudad que nos llegó al presente por testimonios y láminas doradas de libros de historia.

En un mundo de spoilers y simulaciones, cruzar el umbral en las últimas noches ha sido una especie de alivio. Lo que me rodea, desaparece. Me encuentro cabalgando a lomo de camello por horas y horas mientras la interfaz avisa de los últimos descubrimientos. Antes que seguir en la misión principal, me encuentro descubriendo un país.

Cada vez que esto ocurre, vuelve a la memoria una frase de Baudelaire en La invitación al viaje, quien estaría a gusto deambulando en los zocos de la ciudad:

Un verdadero país de Jauja, te digo, donde todo es rico, limpio y reluciente como una buena conciencia, como una magnífica batería de cocina, como una orfebrería espléndida, como una joyería policromada. Allí afluyen los tesoros del mundo, como a la casa de un hombre laborioso que mereció bien del mundo entero. País singular, superior a los otros, como lo es el Arte a la Naturaleza, en que ésta se reforma por el ensueño, en que está corregida, hermoseada, refundida.

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cerohd
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★ Creado en 2013, este es el blog del Imaginauta, conocido bajo un anterior avatar como Hijo de la máquina★