Necesitamos otro Breaking Bad

Ernesto Eimil
5 min readMar 18, 2019

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Breaking Bad fue protagonizada por el veterano actor Bryan Cranston (Walter White) y Aaron Paul (Jesse Pinkman) hizo el papel de su leal amigo y compinche. Foto: www.xataka.com

Al final del día, cuando me siento en el portal, solo, me acuerdo de Vince Gilligan. En 2003, mientras bebía con su amigo Thomas Schnauz, se da cuenta de que los guionistas como él pueden quedarse sin trabajo en cualquier instante. En un momento de hastío, Vince busca la mirada de Thomas y le dice abatido: ¿Y si lo dejamos todo y empezamos a cocinar metanfetamina?

En ese momento Gilligan ríe con su propia broma. Diez años después, el 29 de septiembre de 2013, arropado por un kimono de seda y tras la emisión del último capítulo de Breaking Bad, se recuesta preocupado sobre su sillón de cachemira de 3000 dólares y dice, igualmente abatido: ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?

Dadme un profesor de Química y moveré el mundo

Vince Gilligan, guionista de series como Expediente X, alcanzó el éxito mundial con la serie del profesor de Química frustrado. En la foto, con la famosa metanfetamina azul que le hizo a Walt ganar millones. Foto: www. amc.com

Cuando la quinta temporada de Breaking Bad llegó a su fin rompió un curioso récord: fue la primera serie de la historia en recibir una valoración de 99 sobre 100 en el sitio web de reseñas Metacritic. Luego están los Globos de Oro, los Emmys. La aclamación universal de la crítica. Los fans. Anthony Hopkins diciéndole a Bryan Cranston que la suya era la mejor actuación que había visto. Pero el record de Metacritic está ahí. Nadie se lo puede quitar.

Han sido cinco años de envenenamientos con ricino, de abuelos que explotan, de cabezas decapitadas sobre tortugas, de viajes al desierto, de disoluciones en ácido fluorhídrico, de accidentes aéreos, de peluches calcinados, de crisis de la mediana edad. Han sido cinco años buenos. Sí.

Pero viajemos al principio.

Es 2008 y es enero. La idea de Gilligan sobre la metanfetamina (una potente droga con forma de cristal) ha tomado cuerpo. Sale el logo de la cadena AMC y comienza el show.

La trama es sencilla: profesor de química depresivo; esposa embarazada; hijo adolescente con parálisis cerebral leve; cáncer de pulmón inoperable. Walter White — así se llama el protagonista — está enfermo y decide dejarle a su familia una herencia con la que puedan sobrevivir cuando muera. Junto con un exalumno llamado Jesse Pinkman decide utilizar sus amplios conocimientos en la materia para cocinar y vender la adictiva sustancia cristalizada.

Desde el inicio, Breaking Bad sirvió como un experimento humano. En el curso de las temporadas, Walter fue transformándose de profesor de Química resentido en Rey de la droga en Nuevo México. Su personalidad cambió con el ascenso al poder. Naturaleza oscura, moral ambigua. “En cierta forma será un alivio quitarme a Walt de la cabeza”, dijo Gilligan una vez.

Las series modernas han llegado a la adultez. Se han erigido como una de las formas más complejas de contar una historia. A diferencia de las películas, que son concebidas con un inicio, un medio y un final, los dramas seriados están diseñados para que apenas pasen de la primera temporada; eso si tienen suerte.

Por un lado, están las sitcoms o programas episódicos como Anatomía de Grey y La buena esposa, en los que los capítulos tienden a ser independientes unos de otros con tramas individuales y específicas. Por otro, a los dramas seriados se les pide mantenernos enganchados, al borde de nuestra silla, año tras año. Muy pocos programas saben adónde dirigirse nada más empezar. Breaking Bad es uno de esos pocos. El gran mérito de Gilligan consistió en mantener viva a su gallina de los huevos de oro.

El 20 de enero, justamente el día que se estrenó hace 11 años, decidí hacer el maratón conmemorativo. Tengo motivos. Es una serie a la que hay que volver, como un buen libro. Hay series y películas que equivalen a haberse leído un buen libro. Eso es Breaking Bad. Además, me gusta el número 11. Es el número de Nedved, Gento, Mágico González, Giggs, Klose, Germán Mesa.

Foto: www.amazon.com

Salven a Walter White

La tarde transcurre a pasos cortos, como todas las tardes. Escucho Baby Blue, del grupo Badfinger.

Cuando veo una serie o una película que me interesa adquiero rasgos del protagonista. Walter se fija mucho en los detalles. Es un maniático del control. Será ese su error trágico, lo que finalmente lo haga caer. Decía que me fijo mucho en los detalles y esta tarde como con mi amigo Edu. Su voz es honda, como si hablase otra persona a la que previamente se ha tragado.

Reparo en su cara y advierto que hay algo diferente. No sé muy bien el qué. Le doy vueltas. Finalmente lo descubro. Edu se corta los pelos de la nariz. No sé si me parece gracioso o patético, o nada en absoluto. Hace una semana le sobresalían. Eran como ramas; ramas negrísimas y afiladas. Por culpa de Walter ahora me detengo en esas tonterías. No puedo evitarlo. Espero no terminar como él.

Walter White es el último gran antihéroe televisivo. No es el único, la verdad. Ahí están Dexter Morgan, Tony Soprano, Omar Little de The Wire. Sartre decía que lo aburrido del mal es que te acostumbras. Estaba equivocado: las series modernas, esos culebrones intelectualizados del siglo XXI con toque cool, han demostrado lo contrario. Los personajes negativos con características redimibles conectan mejor con el espectador.

El sábado despierto temprano. MK hace sus cosas en el escritorio. Busco en el móvil AC/DC. Subo el volumen al máximo. MK ríe cuando me ve tocar una guitarra eléctrica invisible. Living easy, living free / Season ticket on a one-way ride / Asking nothing, leave me be / Taking everything in my stride / Don’t need reason, don’t need rhyme / Ain’t nothing I would rather do / Going down, party time / My friends are gonna be there too…

…La transformación de Walter White es su viaje al infierno. Pasa de ser un Ned Flanders* suburbano a un zar de la droga. De ser un Mr. Chips a un Scarface, como dijo el propio Gilligan una vez. Es mala persona y lo queremos por ello. Lo justificamos. Nos justificamos. Entonces canto con todas mis fuerzas: I’m on the highway to hell / I’m on the highway to hell / I’m on the highway to hell…Yeah.

Breaking Bad se traduce como “echarse a perder”, “volverse malo”, y refleja el viaje al infierno del protagonista. Foto: www.elperiodico.com

*Personaje ficticio de la serie de televisión de dibujos animados Los Simpson.

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