Yass Castillo: «El teatro siempre me ha salvado»
Por: Yoamaris Neptuno Domínguez
Fotos: Yuris Nórido Cortesía del entrevistado
Diseño: Girbau
Yasser Mario Ramírez Castillo, no es apenas un estudiante de actuación en la Universidad de las Artes (ISA); sobresale por su capacidad, desde que descubrió la vocación, para multiplicarse e invadir disímiles espacios: miembro activo, incluso antes de iniciar la carrera, del Estudio Teatral La Chinche; realizador de podcast y exitosos proyectos de promoción cultural en redes, especialmente para la juventud; integrante destacado, pese a su corta edad, de la Asociación Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes, por solo mencionar algunos de sus empeños y hazañas.
Con el nombre meramente formal que abre este texto, lo inscribió su mamá hace 26 años, aunque la vida, las energías y su astral lo bautizarían «Yass Castillo».
Al contarnos sobre sus andanzas en el teatro, descubrimos un chico pintoresco, libre de prejuicios, capaz de sorprender con sus acciones, para bien, por supuesto.
Por lo pronto, nuevos caminos parecieran desplegarse frente a sus pies. En breve seguro nos cuenta sobre estos, aunque, para quienes aún no lo conocen, bien vendría que arrancásemos la historia… por el principio.
«En mi vida ser “del campo” siempre ha sido un dilema», nos asevera.
«No conocí a tiempo sobre las pruebas de Nivel Medio para el teatro, porque Sancti Spíritus no tiene capacidades; nos corresponde acceder desde Santa Clara y mi mamá permanecía ajena a todo. La información llegó demasiado tarde. Algo preocupante, pues para nadie es secreto que carecer de estudios previos en academias de Arte y venir de otra provincia no son la mejor combinación al intentar abrirte paso en la capital.
»Sin embargo, cuando tenía 17 años visitó mi pueblo el Conjunto Artístico Comunitario Korimakao para hacer audiciones a personas con o sin experiencia en este terreno, formados o no en escuelas especializadas; solo debían tener talento.
»Me presenté porque un amigo de la secundaria ya estaba en el grupo y me había compartido sus vivencias. Recuerdo que fui el último en realizar los exámenes y, para mi sorpresa, aprobé. A este proyecto, con raíces en el entorno de la Ciénaga de Zapata (Matanzas), estuve vinculado 5 años; fue mi primera escuela. Luego vendrían otras oportunidades, de vuelta a mi terruño natal, entre ellas trabajar en Teatro Garabato, con José Meneses».
¿Te garantizó este aval que se abrieran las puertas del ISA?
No necesariamente. Ya en 2020 quise materializar mis sueños de entrar allí. Me presenté a las pruebas del curso para trabajadores, pero no aprobé.
En 2023, luego de cumplirse un año y medio de vivir en La Habana trabajando en bares, restaurantes, además de ensayar en la agrupación teatral Naufragio Projekt, decidí que era el momento de intentar de nuevo.
Aposté en esa ocasión por el curso diurno y se hizo realidad mi anhelo.
Este periodo en la universidad ha sido mágico. El 2024 está siendo un año para reconocer avances, medir lo acumulado y explorar cada vez más zonas de experimentación, aprendizaje, diálogo…
¿Piensas que los retos recientes te sitúan en un momento inédito para tu crecimiento profesional y humano…?
Me parece que soy todavía un actor «a retazos» y ahora, además de estudiar y sobrevivir a la desidia, aprovecho la burbuja que me ofrece esta etapa en el ISA y trato de ocupar mi tiempo creando.
No hace mucho me llamó Kike Quiñones, Decano de la Facultad de Arte Teatral, para orientarme una tarea de última hora (¡qué serio suena eso!). Se acercaba el Festival Elsinor y no podía asistir cierta actriz que trabajaba en un Work in Progress que se presentaría ahí. Y allá fui yo a decir que sí, porque ¿cómo se niega uno a ser dirigido por Kike y Yanier Palmero?, este último, mi profesor de actuación, vale aclarar.
Así fue que estuve en Amores Ridículos, texto de Iván Camejo y montaje de Quiñones y Palmero. Sobreviví satisfactoriamente a Elsinor y volví a mi frecuencia de clases y de ensayos en Kacho Estudio, sede de La Chinche, con la que nunca he perdido el vínculo. Admito que soy masoquista y no puedo estar con pocas cosas para hacer, aunque me queje.
Creo que no hemos profundizado durante la entrevista en tu experiencia con ese grupo…
Cuando arribé a La Habana por segunda vez, Lissette Silverio, directora de Estudio Teatral La Chinche me abrió las puertas del colectivo y desde entonces tengo otra casa para crear. Junto a Lissette se han gestado los principales proyectos en los que me encuentro. Hoy día es mi pesadilla (sonríe), como ella se proclamó.
Ya que lo mencionas, entre las motivaciones para el presente diálogo, destacan también los abundantes podcasts que sueles compartir en las redes y que brotan de esa colaboración…
Pues nacieron en la casa de Lissette, en su terraza, a partir de la emoción que expresaba por saberme estudiante del ISA. Aquello nos hizo pensar en A la Primera, un podcast que se está convirtiendo en una forma de superación personal para mí, minuto a minuto.
En este convocamos a jóvenes estudiantes de Arte en la Cuba de hoy, principalmente de Teatro, que arribaron por caminos diversos a la Universidad. A partir de su experiencia, brindamos al público información vocacional que no se encuentra fácilmente, sin ser este el único objetivo.
Lo hacemos de manera divertida a través de un programa dinámico, aunque con conductores densos (sonríe). Hablamos de formación artística, proponemos referentes culturales universales: buena música, cine y dejamos a los invitados «ser».
Por otro lado, con un grupo de amigos y compañeros de beca con inquietudes alentadas por las clases y Elsinor, se nos ocurrió la idea de otro espacio en el que el arte y la «pachanga» no estuvieran separados.
Le comenté a Kike lo que sucedía y me dijo que lo organizara e hiciera mi propuesta. Así surgió La Vitrina, el «antibiótico artístico» que estábamos aclamando. Organizamos todo con la intención de aunar y mostrar los procesos creativos y de experimentación en la institución. El día 3 de julio tuvimos nuestro primer «chiquishow», como le llamo yo; el primero de muchos, espero.
Aprovecho para invitarlos a seguirnos en redes: Facebook, Instagram y YouTube. Pasen a darnos cariño, suscribirse, activar la campanita y disfrutar de nuestro contenido, (Yass reacciona ante nuestro asombro). Ya, perdona, sabes como soy. No se pueden perder las oportunidades (risas).
Entonces, ¿todo se queda en las redes sociales?
No, no. La Chinche me abrió las puertas en el momento justo; nada fue antes, ni después y lo estoy disfrutando. Tenemos talleres, ensayos, presentaciones.
Recientemente efectuamos lecturas dramatizadas de una trilogía de Blanca Felipe Rivero y remontajes de obras con autoría de Taimi Dieguez Mallo. Hemos actuado en varias escuelas y comunidades del municipio Playa y han sido instantes únicos.
Soy tan feliz con la mente ocupada en la creación (y perdona lo reiterativo de la palabra, pero no hay otra). Vivir del arte me hace sentir bendecido. El teatro siempre me ha salvado y sé que lo seguirá haciendo. Es mi vía para escapar de todo mal.
Hace poco supimos de otras acciones y eventos que te reportaron más alegrías. ¿Qué nos puedes decir de Next Generation?
Seguro te refieres a lo que aconteció hacia mayo pasado, cuando participé en el XXI Congreso de la Asociación Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes (ASSITEJ) y, como parte del encuentro, en el Festival de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud.
No hallo palabras para describir la experiencia. Me regaló un enorme grupo de amigos, «enfermos de arte» como yo, que llegaron a Cuba cargados de sus vivencias y con los que creamos una comunidad, aún activa gracias a las redes.
Intercambiamos conocimientos, maneras de hacer, además de fiestas, tragos, esperas de guaguas, caminatas de un teatro a otro por transporte roto... Primó el amor por lo que hacemos desde el corazón, para los que saben querer.
Y sí, me hicieron hablar durante la última sesión del Congreso. Fui el portavoz hispanohablante del manifiesto Next Generation 2024. El nervio casi me mata; pero ahí estuvieron todos para acompañarme.
Luego recibí la noticia de que soy parte oficial de ASSITEJ Cuba y eso me enorgullece aún más.
Escuchándote, muchos pudieran pensar que has conocido pocos obstáculos para alcanzar tus metas…
Para nada. El fatalismo geográfico siempre «me ha respirado en la nuca»; aún lo hace, pero he logrado imponerme y crear como he querido, donde he podido.
Nunca olvido mi primera presentación en Sala Teatro Bertolt Bretch, en Fábrica de Arte, en el ISA o en La Chinche, que es mi casa y mi escuela.
¿Pudieras cerrar a tu estilo y a tono con estos tiempos?
Diría que, simplemente, no paro. Este año, incluso, participé en la Gala Nacional en vísperas del 26 de julio, la cual aconteció en mi terruño. Pienso que hay que devolverle al sitio donde naciste un poquito de lo que haces día a día; algo de esa luz que recogemos del lugar que nos recibió en este mundo y… (cambia de tono) también para que mis abuelos no me pregunten más: «¿Cuándo sales en la TV?» o «¿dónde actúas?», porque siempre es lejos de casa. En el teatro nunca me ven y a ellos no se les da muy bien eso de navegar por las redes sociales (risas).