Cristiano Ronaldo: Antihéroe

Darío Alejandro Escobar
Somos Jóvenes
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4 min readMar 14, 2018

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Realización: J. Félix Castro

Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro cumplió treintaitrés años el 5 de febrero del 2018. Casi no se parece al jovencito que llegó al Manchester United procedente del Sporting de Lisboa, con la barbilla lisa, el pelo engominado y los pies danzantes de filigranas; ese que ganó la disputa con Van Nistelrooy, Wayne Rooney o Carlitos Tévez por la titularidad en la cancha y la simpatía de los fanáticos del Teatro de los Sueños Old Trafford.

Ahora luce como un adulto con nueve hijos: cuatro de carne y hueso y cinco balones de oro. Como si fuera poco, en el momento en que se escriben estas líneas, también es el Campeón de Europa en clubes y selecciones nacionales.

Y aunque lo ha ganado todo menos el título mundial, CR7 tiene aún una asignatura pendiente. No ha sabido llegar al corazón de la multitud más allá de sus admiradores más fieles. Gran parte de la opinión pública lo percibe como un hombre demasiado arrogante y antipático. Algunos dirían que comete el pecado capital más nocivo: la vanidad. Quizás hay verdad, pero también su dosis de injusticia, en esas acusaciones.

¿Por qué nos incomoda tanto la actitud de Cristiano Ronaldo? Tal vez porque estamos acostumbrados a emocionarnos con la representación de otros futbolistas a los que les encanta encarnar el papel de chico tímido que repite el mismo discurso de trabajo duro y “gracias a Dios”.

Él ha rechazado ser nuestro héroe de telenovela. Es el típico ejemplo de persona que nos resulta desagradable porque dice lo que piensa sin ambages; porque no finge demasiado. Dispara su retórica como si fuera un tiro libre de esos que lo distinguen: duro y donde duele.

Lionel Messi — su némesis — ha sido más astuto. Ha entendido, no sabemos si por intuición o gracias a sus asesores, que le queda mejor su personaje de callado genio del balón; de muchacho retraído que habla poco, mal articulado, y que se queja menos, porque su conferencia de prensa la ofrece en el campo de juego.

Pero en tiempos más recientes han ocurrido determinados sucesos que resquebrajan esa imagen construida por el rosarino con tanta efectividad. En un par de ocasiones, después de sendos golazos a su archirrival el Real Madrid, nuestro “humilde” duende argentino se ha quitado la camiseta y la ha exhibido de vuelta, frente a la grada del Santiago Bernabéu, con los brazos en alto y justo donde se lee su apellido encima del número diez. Su cara es todo un manifiesto.

¿Qué vemos en ese gesto? ¿Humildad? No, para nada: soberbia, pura soberbia. Y eso está bien. Porque empareja, al fin, el juego.

Y el juego nunca ha sido parejo. Los genios tienen un talento especial e innato. Son uno entre varios millones de personas en el mundo. Son genios precisamente porque pueden hacer cosas que a los demás les resulta harto difícil y para ellos pareciera normal. Messi es uno de ellos. Uno de los dos, junto a Ronaldinho Gaucho, que nos tocó ver en este inicio de siglo.

Por esa misma razón, Cristiano merece más justicia al valorar sus méritos. Porque siendo un atleta muy talentoso, sin alcanzar el estatus de genio, ha elegido competir con uno de los futbolistas más dotados e importantes de la historia de este deporte. Y, en el camino, ha llegado casi al mismo lugar.

Detrás de los goles del Ídolo de Funchal, hay cientos de horas extra en el gimnasio, en el campo, en su casa. Para ello se necesita una disciplina espartana, que lleva años cultivar, especialmente en esa edad en la que somos normalmente irresponsables.

Hay una lección de honestidad en la carrera de Cristiano Ronaldo: reconocer sus limitaciones y seguir intentando obtener el máximo nivel de excelencia en su juego. Nos demuestra que es posible buscar una actividad que nos apasione para competir todos los días de nuestra vida. Muchas veces el asunto no es complacer a las demás personas, sino esforzarnos por hacer el trabajo de manera excelente. Eso es triunfar.

Habrá quienes digan que se puede ser humilde y talentoso, y tendrán razón, pero no todos poseen esa capacidad. Cristiano Ronaldo no lo es, no le interesa; especialmente porque ha escogido ser el antihéroe de esta saga a la cual le quedan pocos años para que termine. Justo cuando eso suceda, como al villano brillantemente interpretado, lo vamos a extrañar.

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Publicado originalmente el 13 de marzo de 2018.

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Darío Alejandro Escobar
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Reportero freelance. Fui Editor Web de El Caimán Barbudo y Director de Somos Jóvenes.