El boom de las cervecerías artesanales

Iván Puga
somosdecalleUAI
Published in
10 min readDec 20, 2017

Cada vez aparecen más lugares con buena cerveza y comida para disfrutar de un after office con amigos o compañeros de trabajo. Debido al gran crecimiento de este tipo de locales en el último año, visité y comparé algunos de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. En esta nota, mi experiencia en cada uno.

La cerveza artesanal ganó terreno en la industria del país y es cada vez más elegida por los argentinos.

En 2017, la cerveza artesanal se convirtió en una tendencia y cada vez son más los que apuestan a su producción con sabores nuevos y originales. Los locales combinan la birra con ambientes distendidos y diferentes buscando la innovación. Por supuesto, también ofrecen comidas, la mayoría centrándose en hamburguesas y finger food –la famosa comida “para picar”-.

ANTARES

Espacio amplio y luz tenue, las características del lugar. (Foto: Facebook Antares San Telmo)

Ubicada en pleno San Telmo, uno de los barrios más antiguos y tradicionales de la Ciudad de Buenos Aires.

Camino por la empedrada calle Bolívar y llego a la esquina con Venezuela, justo donde está situada la cervecería Antares. Entro y la camarera encargada de acomodar a la gente en las mesas o la barra me dice que tengo que esperar unos minutos. Diez o quince más o menos. Y me anota en la lista de espera. No hay lugar disponible ya que es una de las cervecerías más famosas y concurridas.

Además, son las siete de la tarde, horario en que muchas personas que trabajan en los alrededores de San Telmo salen de su jornada laboral y quieren relajarse, encontrarse con alguien o simplemente tomarse una cerveza. Entonces me quedo esperando en esa misma esquina, parado sobre la vereda, aguardando mi turno. En la misma situación hay una pareja y dos amigos –por separado-, también esperando.

Antes de que se cumplan los diez minutos, luego de que salieran algunas personas, la camarera dice mi nombre. Entonces entro y me ubica en una mesa individual, al fondo, justo al lado de los baños. La barra ocupa casi todo el largo de la cervecería, que es muy grande. Mi mesa está justo donde comienza la misma. La iluminación de esta cervecería es muy tenue.

Al lado de la entrada, veo un pizarrón que indica “Happy Hour” de 6:30 a 7:30, es decir, que al terminar mi cerveza voy a poder pedir otra gratis. La música que suena, manejada por uno de los barmans –estoy a metros de la computadora y llego a ver la lista de reproducción-, es rock nacional. Los Piojos, específicamente. Además, en la otra punta, se proyecta en pantalla grande el video de un recital en vivo.

Apenas me acomodo, otra camarera me saluda muy amablemente y me deja la carta. Lo primero que se ve son las variedades de cerveza que ofrece: Kölsch, Scotch Ale, Porter, Honey Beer, Cream Stout, Barley Wine e Imperial Stout. Todas, en una tabla donde te indican la graduación alcohólica de cada una, el amargor de cada una –bajo, moderado, medio, alto- y palabras claves como dorada, fresca, suave, fuerte, fácil de tomar, etc.- y hasta con qué comida es ideal acompañarla.

Después, siguen las comidas: todo tipo de picadas, frías y calientes. Además de la típica comida fast food. Decido pedir una Scotch –rubí, maltosa, fácil de tomar- y probar mi plato preferido: papas fritas con queso cheddar fundido.

Casi de manera inmediata me traen la pinta –500cc- de cerveza-. Es tal como la describe la carta y –muy importante- bien fría. Aproximadamente cinco minutos después, llega el plato: desbordante de papas fritas, bien calientes y con el queso ya fundido arriba. Me atrevo a decir que son las mejores que probé. Realmente dan ganas de comer todo el plato.

Una vez terminada mi Scotch, aprovecho el 2x1 y pido una pinta de Honey –ámbar intenso, miel, suave y fácil de tomar-. Además, la carta ofrece una buena opción de degustación, que incluye cuatro gustos de cerveza a elección en vasos pequeños, para conocer las diferentes alternativas.

Scotch, Porter, Imperial Stout e Inda Pale Ale, listas para ser degustadas y cada una con un cartel que indica sus principales características.

Los diez gustos de cervezas originales de Antares están exhibidos y a la venta en unas lindas botellas, que además incluye un vaso con el sello de la cervecería y una caja. Perfecto para regalar.

Muy recomendable, ideal para el after office –teniendo en cuenta la zona- y para ir tanto con amigos o con tu pareja. Es un lugar muy grande y con ambiente agradable. Sorprende la rapidez con la que entregan la comida. Muy buena atención por parte de los mozos. No tiene puntos negativos. Cerveza variada y de buen sabor. Las papas fritas con cheddar fundido son el plato obligatorio a probar.

EL CLUB DE LA BIRRA

El logo del Club de la Birra en un cartel iluminado, sobre la entrada del local.

Ubicada la Avenida Goyena, en el barrio de Caballito. El Club de la Birra tiene un patio techado antes de la puerta de entrada, con algunas mesas. Esta vez, fui alrededor de las diez de la noche. Hay algunas personas paradas en la vereda con su cerveza en mano. Entro y el lugar parece lleno. Voy hasta la barra, que está en el medio de la cervecería, y pregunto por una mesa para sentarme y hacer el pedido.

Uno de los empleados me comenta que allí el servicio es diferente. Se debe hacer el pedido –cerveza o comida- en la barra, donde te cobran y te dan un cartel que sostiene un número. Al instante, te sirven la cerveza y tenés que ir a buscarte un lugar para comer. Este estilo no me pareció bueno. Si querés pedir algo más una vez que ya comiste, tenés que volver a la barra.

Lo que sigue es otro punto negativo: las mesas son comunitarias, es decir compartidas. Para cuatro o cinco personas en total. Si vas solo o en pareja, y la capacidad está al tope, vas a compartir tu mesa con alguien que no conozcas. Además, sumémosle que no todas tienen sillas. Tuve que comer parado. Aclaro que las mesas son altas, están pensadas para esto. Pero resulta bastante incómodo.

Después de recorrer el lugar de punta a punta, pude ubicarme en una mesa. Al estar listo tu pedido, los camareros te identifican por el número que te dieron y así te entregan la comida, que por cierto tardó bastante. La demora es un dato no menor, ya que a la hora de comer, la cerveza que te sirvieron al principio ya no está fría. Es fundamental que la cerveza esté fría.

El particular ascensor por donde suben los pedidos y baja la comida.

La cocina no está a la vista, sino que ese encuentra en el piso de arriba. Los pedidos de la gente suben por un “mini ascensor”, del cual un rato después baja la comida –muchas hamburguesas-. Un sistema innovador.

Al fondo del lugar hay un “patio cervecero”, al aire libre. Ideal para días de clima agradable. No hay mesas. Solo una larga barra y asientos pegados a la pared del patio. En este sector parece haber exclusivamente numerosos grupos de amigos.

Llegó mi pedido. Noto que baja notoriamente la iluminación, algo que suele hacerse en las cervecerías en este horario. La hamburguesa es bastante generosa y se nota que es bien casera. Pedí la Burguer Argenta, incluía provolone, morrones asados y chimichurri, acompañada por unas papas fritas bastante rústicas. Muy buena.

La abundante “Burguer Argenta”, acompañada de papas fritas.

En cuanto a la variedad de cervezas, el Club de La Birra tiene 20 sabores diferentes. Mayor diversidad que en Antares. El Happy Hour es de 18:30 a 20:00. Recomendable para ir con amigos, compañeros de trabajo e incluso conocer gente. Las parejas no van a encontrar mucha intimidad en el Club de la Birra. La comida, excelente. La modalidad, quizás por gusto personal, deja algo que desear.

1870

El interior de 1870 repleto de gente, como acostumbra cada fin de semana por la noche. (Foto: Facebook 1870)

Nos vamos de la Ciudad de Buenos Aires hacia Avellaneda. El nombre de la cervecería 1870 se debe al código postal de dicho barrio. Ubicado en la esquina de Palaá y Lavalle, a pocas cuadras del centro, 1870 o “Milocho” es uno de los puntos de encuentro clásicos de la gente de la zona para distenderse, tomar buena cerveza y comer.

Por fuera, es bastante apagado y no llama demasiado la atención, pero al ser casi la única opción de este estilo en Avellaneda, atrae demasiada gente y el lugar se llena. A partir de las nueve de la noche, sobre todo los viernes y sábados, se encuentra repleto. Al igual que en Antares, hay que esperar en la puerta hasta que te puedan asignar una mesa según la cantidad de personas con las que vayas. Pero acá la demora es mayor.

El espacio es bastante amplio y la ambientación es muy buena. Adentro las paredes, mesas, sillas y barras son todas de madera y hay una pantalla grande con videos. Tanto afuera como adentro hay música, a un volumen quizás un poco alto, con el que por momentos se hace difícil conversar sin gritar. También hay mesas con sillones para quienes van en grupos numerosos.

Hay quince canillas de cervezas artesanales y una amplia variedad de importadas, que te las dan en porrones. El Happy Hour corre hasta las 20:30. Hay cervezas de distintas provincias y además vinos y tragos. Tomé Antares Scotich y Guten Bier Bitter, ambas rojas. La segunda fue la más rica.

Para comer, pedí unas rabas a la provenzal. La porción era abundante y las rabas notoriamente frescas, podían cortarse fácilmente con el tenedor. Muy buenas. Por lo que pude observar en las demás mesas, todas las porciones son muy abundantes. Además de las hamburguesas –caseras, similares a las del Club de la Birra-, la pizza es de lo más pedido. También hay variedad de sándwiches, picadas y comida mexicana. Todas comidas que son muy bien acompañadas por la cerveza.

Puntos negativos: la larga espera que se debe hacer si el lugar está lleno, sobre todo teniendo en cuenta la zona –no hay otra opción cerca-. La falta de aire acondicionado, ya que adentro es muy caluroso los días de verano y las mesas de afuera se ocupan rápido. Y por último que, insólitamente, cierre a las dos de la mañana. Algo inusual en una cervecería, ya que las demás cierran aproximadamente a las cuatro.

Más allá de eso, sin duda es un lugar para volver, y queda comprobado que, al igual que en CABA, las cervecerías artesanales funcionan a la perfección en Zona Sur.

Puntos positivos: buen ambiente, excelente variedad de cervezas y comidas y buena atención. Los pedidos no demoran demasiado. 1870 es un lugar recomendable para ir tanto en grupo como en pareja, ya que hay mesas grandes e individuales.

BENDITA PINTA

El interior de Bendita Pinta, una de las cervecerías más recientes. Se observa el espacio reducido, la barra y los dos pisos del local. (Foto: Facebook Bendita Pinta)

Seguimos en Zona Sur, esta vez en el barrio de Gerli. Ubicada en la calle Lacarra, Bendita Pinta es la más reciente de las cervecerías que visité, ya que fue inaugurada en septiembre de 2017. Por lo que me comentaron, fue toda una novedad en el barrio, que no acostumbraba a tener un bar de este tipo.

La ubicación no es del todo buena, ya que, si bien está sobre una avenida, no es muy transitada y el local no tiene mucha visibilidad. Es por eso que los clientes son casi en su totalidad los vecinos del barrio.

La infraestructura y el ambiente son bastante diferentes en cuanto a las cervecerías anteriores. Si bien 1870 está en Avellaneda, es muy similar a cualquier cervecería de Palermo, Recoleta, Caballito o San Telmo, por ejemplo. Pero Bendita Pinta es diferente.

En primer lugar, a pesar de tener dos pisos, el espacio es bastante reducido. Muy angosto. La barra, ubicada en el medio del local, ocupa la mitad del ancho del mismo, dejando lugar para sólo una fila de mesas. Hay notoriamente más iluminación que en las demás cervecerías, algo más parecido a un restaurante normal. Suena rock nacional durante toda la noche y el ambiente tiende a ser más familiar.

Es la primera cervecería a la que llego y consigo sentarme rápidamente. Una de las mozas del local me atiende al instante, y me deja la carta. Cuenta con diez variedades de cervezas artesanales, de las más clásicas. El Happy Hour es de 18:00 a 20:00. En cuanto a la comida, hay distintas hamburguesas, pizzas y tapas.

Decido pedir unos nachos con cheddar fundido y una Honey, la cual parecía no tener gas. Los nachos claramente son comprados y de marca Macritas. Pueden distinguirse fácilmente si los probaste antes. Y el queso cheddar estaba un poco frío, lo que provoca que no se disfrute el plato. Pedí que me lo calienten.

Después de los nachos, pedí unas “Papas Benditas” –papas fritas, panceta, cebolla de verdeo y cheddar fundido- con una Kolsh. El plato, muy rico y abundante. Nada que objetarle. Pero por el lado de la cerveza, otra vez, realmente no tenía gusto a nada. Quizás sea un tema del distribuidor con el que trabajan, o un problema exclusivamente de aquel día, pero a las dos que tomé les faltaba gas. Tema importante a mejorar, ya que se trata de una cervecería.

Por lo que observé de las demás mesas, las mozas no saben de cervezas artesanales, algo que considero fundamental para cualquier bar de este estilo. Me refiero a que no sabían guiar a los clientes sobre los ingredientes y sabores de las mismas, y se ayudaban con un “machete”.

Dejando eso de lado, la atención por parte de las mozas es muy buena, estando todo el tiempo atentas a las mesas y siendo muy amables, a pesar de que el lugar esté lleno.

Bendita Pinta es un lugar notablemente nuevo que, manteniendo lo bueno y mejorando lo negativo (tema cerveza principalmente), sin dudas crecerá muchísimo y será una cervecería muy recomendable. Además, le da mucha más vida a Gerli, un barrio que parecía olvidado. A diferencia de las cervecerías clásicas, está abierta desde la mañana, donde se puede optar por un desayuno continental.

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