La historia de una familia ucraniana que dejó todo para venir a la Argentina

Halina
somosdecalleUAI
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9 min readNov 23, 2017

Los Masliak tenían problemas económicos y no la pasaban bien en Ternopil. Decidieron venir acá para tener más oportunidades aunque la adaptación no fue fácil.

Al lado del cementerio Recoleta vive y trabaja una familia de ucranianos, mis amigos-paisanos de muchos años.

Corría el año 2002, difícil después de la brutal caída económica del año 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa se marchó en el helicóptero de la Casa Rosada, renunciando a toda la situación insostenible. Fue un año complicado para todos, así como para los ciudadanos y mucho más para los extranjeros e inmigrantes. No sabía nadie que rumbo iba a tomar la Argentina.

Era el domingo, un día soleado no caluroso, justo para disfrutar un paseo en familia. Por la calle Caseros caminaba poca gente, era temprano. Salimos con mi familia a dar una caminata hasta el parque Lezama y de repente vimos en la vereda del frente caminando a un grupo de personas, unos rubios con las caras de típicos ucranianos. Cuando uno vive en otro país y mira a la gente, enseguida se da cuenta que son sus compatriotas. Enseguida cruzamos la calle y empezamos a conversar. Así empezó nuestra amistad.

Uliana y Anatoliy Masliak

Ella es una rubia con ojos verdes, alta, simpática, una característica mujer ucraniana de familia que le gusta cuidar y proteger todo y a todos.

Uliana tiene un corazón grande y abierto para quien la necesite. Apoya la gente con lo que puede: un consejo, un abrazo, algo de dinero o ropa.

En Ucrania dicen que una mujer se refleja cómo es en su casa. En la de Uliana cuando entras, parece todo te sonríe, te invita a quedarse. Tiene flores, cuadros, iconos, fotos en retratos. Es un lugar agradable y acogedor que atrapa. Y ni hablar de la mesa. Pase lo que pase siempre está llena de comida bien elaborada, fresca. Incluye la variedad de platos típicos argentinos e ucranianos.

Nos juntamos por los cumpleaños, en algunas fiestas anuales y a veces simplemente para ponerse al día y ver cómo va a cada uno. Además de todo (un detalle importante), enterarse de las últimas noticias de Ucrania. En cada encuentro surgen los momentos de recuerdos y así se completan las historias.

La historia de familia Masliak, como tantas de los inmigrantes, empieza con un porqué, a causa de qué salieron de su país. Son recuerdos dolorosos y no sólo Uliana, todos nos ponemos tristes al recordar el pasado.

La vida en Ucrania después de la ruptura de la URSS en 1991 no era fácil. La crisis política posteriormente atrajo profunda crisis económica. Fue una de las causas que provocó que una gran parte de población salió de su tierra en la búsqueda de la vida mejor.

En este preciso momento Uliana y Anatoliy vivían en un pueblo. Ella trabajaba como enfermera en un consultorio ambulatorio y su esposo se dedicaba al trabajo en el campo. Sus salarios eran bajos pero salvaba la huerta al lado de su casa, donde cultivaban y se alimentaban ellos y sus dos pequeñas hijas. Pasaba tiempo, de a poco dejaron de pagar y lo mínimo, retenían los pagos durante años.

En el período tan dificil para todos llegó desde Argentina un tío de Anatoliy, hacía muchos años que no venía. Él quería conocer más a su familia grande y ver a quien podría ayudar. En una de las conversaciones durante su estadía les ofreció su apoyo para inmigrar. Cuando regresó a Argentina en poco tiempo les mandó la carta de invitación. Así fue cuando decidieron salir del país con sus hijas y ya corría el año 1999.

Ternopil, la ciudad ubicada al oeste de Ucrania, la Patria de familia Masliak.

Llegaba el invierno, un tiempo duro de mucho frío y temperaturas bajo cero, cuando ya tenían todos los documentos listos y pasajes en la mano para viajar. Llegó la fecha de partida tan esperada, porque ya tenían grandes ilusiones de un futuro mejor.

El tiempo no ayudaba: el día empezó con temperaturas bajas y las nevadas fuertes, los caminos y rutas estaban tapados de nieve, se complicaba todo para transitar. Parecía que la naturaleza se puso en contra de su destino elegido. Con los nervios encima y paciencia reunida, despacito llegaron hasta el aeropuerto Borispil pasando por Kiev,la capital del país, una de las ciudades más antiguas de Europa del Este. El viaje fue inolvidable pero largo y cansador , de casi dos días, con el trasbordo en Londres.

A la llegada a Argentina, Buenos Aires los esperaba con los brazos abiertos y calor sofocante de verano, las temperaturas que alcanzaban los cuarenta grados. Acá parecía que todo era al revés, empezando por el clima pero ellos estaban preparados, sabían que el país elegido estaba ubicado en otro hemisferio del planeta. Lo que no sabían era cómo vivir aquí.

El primo de Anatoliy los llevó del aeropuerto Ezeiza hasta la casa de su padre (la persona clave de su inmigración) en Florencio Varela, donde se quedaron a vivir sus primeros años. Por más ayuda y apoyo ofrecidos los desafíos recién empezaban. Había que pagar, como dicen argentinos, el derecho de piso.

Las ilusiones empezaron a marcharse pronto con primeros obstáculos de la vida en un país que era totalmente distinto al suyo en primer lugar, después venían otros problemas del momento: el idioma desconocido, búsqueda de trabajo y del colegio para sus hijas: Ivana y Natalia, de ocho y seis años de edad.

Cumpleaños en la familia: Anatoliy, Uliana y sus dos hijas Ivana y Natalia.

No es fácil la vida de un inmigrante”, reafirma Uliana y quien lo vivió sabe de qué se trata. Primeros años en otro país son difíciles, y uno vive las situaciones, de las que después no querés ni acordarte. Te provoca dolor y tristeza; son momentos críticos de adaptar o no el país que elegiste, un cómo salir adelante sin esperar ayuda de nadie, tratar de progresar como podés. Y las dificultades son mayores para una familia con los hijos menores de edad. Es ahí donde llega la tensión a su punto máximo y aparecen dos caminos para un matrimonio: unirse,apoyarse y seguir o si no,separarse.

Las estadísticas indican que buena parte de parejas que viven en el extranjero, eligen la segunda opción, mejor dicho, no toleran la realidad compleja y se separan. Existe una palabra que define estas situaciones y se llama el desarraigo.Sólo hay que saber vivirlas…

Uliana hace una larga pausa. El silencio nos envuelve y nos lleva al triste pasado. Después sigue:

- Fue bastante difícil. Hoy cuando miras al pasado, pensás como superaste eso, como soportaste tanto.

Iban pasando los años, de a poco se fueron acomodando las cosas. Aprendieron el idioma, encontraron sus primeros trabajos y las hijas asistían al colegio. Después de tres años se mudaron de la Provincia de Buenos Aires a Capital Federal donde se sintieron un poco de alivio. La vida en una ciudad no es fácil pero más llevadera que en la provincia.

Consiguieron tomar sus primeras vacaciones recién pasados cuatro años de su llegada a la Argentina. Era su primera victoria en la lucha de supervivencia y los cuatro se merecían un descanso. El destino elegido fue la playa de Mar del Plata, un lugar clásico y común para los ciudadanos argentinos, pero para mis amigos significaba mucho más.

En la playa, al lado del mar, festejaron su primer logro y conocieron a otra Argentina: la verdadera. La que recibe a todos con el amor y cariño, alimenta y da oportunidades para crecer.

Cuando uno obtiene su primer resultado y es positivo, no puede parar más. Es la fortaleza que se adquiere en las situaciones difíciles y el refrán de lo que no te mata, te fortalece cumple su función. La seguridad en sí mismo aparece como resultado y mirando a los ojos de las hijas se multiplica. Ya sabés que podes ir un poquito más allá y seguir adelante.

En el transcurso de los años ellos fueron progresando, trabajando sin parar y cuidando sus compromisos laborales. A la vez buscaban actividades mejor pagas.

Las vacaciones se convirtieron en algo necesario y aprendieron planificarlas a lo largo del año laboral. A tal manera pudieron conocer otras partes del país que sorprendía por su inmenso tamaño y enamoraba con su belleza, todos los climas y pureza natural.

Uliana en su tierra natal.

”Amo a Argentina y la tengo en mi corazón, pero yo soy ucraniana hasta el fondo de mí ser. Y, por más que cambie la ciudadanía, voy a seguir queriendo a Ucrania toda mi vida”.

La cara de Uliana se ilumina y se la ve feliz. Escuchando su historia, de a poco empiezas a entender como en un corazón de un inmigrante se siente el amor por dos países tan diferentes y tan queridos a la vez.

La complejidad de la situación ella descubre cuando regresa por primera vez a su país natal. Entre una y otra cosa, recién después de quince años, pudieron ir con su esposo a visitar a sus familias. Es un largo plazo para adaptarse al ritmo de la vida, las costumbres de Argentina y queres o no te cambia.

Varias semanas en Ucrania fueron como un respiro necesario para los dos. Se mezclaban los sentimientos: desde enorme alegría de volver a su tierra hasta la tristeza porque Uliana no pudo ir a despedir a su mamá cuando falleció.

El tiempo modifica y cambia todo. Ucrania después de muchos años también cambió bastante. Alegraba el desarrollo, modernización y entristecía la situación política y económica del país que continuaba en la crisis feroz. Se notaba la ausencia de gente sobre todo en los pueblos, la juventud seguía buscando otros destinos para poder sobrevivir. Por otro lado la explosión del cuarto bloque en la planta nuclear Chernóbil, en el año 1986, atrajo sus graves consecuencias. La situación ecológica se encuentra y ahora en una condición compleja.

Según las estadísticas, la duración de vida de la población se disminuye por el tema de anomalías provocadas por la radiación y como consecuencias las enfermedades de varios tipos cáncer. Es otro punto clave que influye en la decisión de inmigrar.

Las consecuencias de las políticas internas,crisis constante,falta de trabajo son pésimas- una gran parte de la población esta fuera de su país.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania en el año 2016 reveló los datos y coincide con los datos del Banco Mundial: son cinco millones de los ciudadanos ucranianos que viven y trabajan legalmente fuera su país.

Con la población de 45 millones, según los datos del mismo año,es un nueve por ciento, un número que sigue creciendo y es preocupante para cualquier país.

Mientras tanto, en la sede diplomática ucrania estimaron que la comunidad es grande: dijeron que unos 300 000 compatriotas y sus familias viven en el país.

El viaje de Uliana y Anatoliy fue hermoso, pero tenían que volver por el tema de trabajo y porque las hijas se quedaron en Argentina (era imposible ir todos, los pasajes salían caro). Entonces descubrieron que ya no podrían estar definitivamente en un solo lugar. Estaban en Argentina y extrañaban a Ucrania. Cuando llegaron a Ucrania pasaba lo mismo pero al revés. Es una contradicción de cualquier inmigrante y no importa qué origen tiene y en qué país reside. Siempre va a estar comparando, diferenciando y queriendo a los dos.

Ivana, Pedrito y Natalia con la gatita Simona.
  • ”Ya van a ser diecinueve años que vivimos acá. Las hijas crecieron, hicieron sus vidas. Las dos están en pareja, viven aparte. Hace cinco meses que nació el hijo de Natalia, hermoso Pedrito. Ya somos abuelos y es lo más lindo que nos pudo pasar en la vida. Estamos felices, único que nos falta es conseguir una casita, tener un techo para estar tranquilos y seguros el día de mañana cuando seamos más grandes”.

La protagonista termina su historia con una sonrisa, mirando con una gran ternura la foto de su nieto. “El amor puede todo” pienso yo y sé que esta historia no se termina aquí, viene otra parte de la etapa más linda para esta familia.

Alguien dijo que la vida es un equilibrio, que después de la tormenta siempre aparece el sol. De todo el corazón les deseo a los Masliak próximos años soleados y sin nubes, se lo merecen por ser humildemente buena gente.

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