Taxis, renovarse o morir… y van camino de morir

Una reflexión acerca de por qué creo que el sector del taxi como tal debe desaparecer… o cambiar muy radicalmente

Álvaro Bernal
Startups (es)
3 min readMar 10, 2016

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© Uber

Sales de tu oficina en el centro de la ciudad con cierto retraso para llegar a una cita, así que no puedes arriesgarte a entrar al metro o coger un bus.

Tienes prisa, pero por otra parte te apetece ir relajado y tranquilo. Ves una parada de taxi con 10 ó 12 coches en fila, uno detrás de otro. Es tu salvación. Te dispones a subirte al que más te gusta… pero no, te informan que te tienes que subir al primero de todos, aunque sea un taxi con más de 20 años o esté sucio y mal cuidado. Da igual, entras.

El conductor ha fumado previamente y el coche huele a tabaco, para terminar de colmar el “bienvenido a bordo”. Durante el trayecto, dicho taxista va escuchando el fútbol, hablando por el móvil, tocando el claxon a los demás coches, conduciendo como un loco o directamente empieza a contarte su vida (o a preguntarte por la tuya). Cuando llega la hora de pagar, resulta que no puedes hacerlo con tarjeta (no todos los taxis la admiten), y además te toca pagar más de lo que esperabas debido a que el taxista se ha metido en un atasco, ha dado vueltas de más o el karma ha decidido que te toquen todos los semáforos en rojo de Madrid.

Por fin consigues, buscando entre tus bolsillos, encuentras el importe aproximado del viaje, sales del taxi y resulta que has tardado casi lo mismo que si hubieses cogido el metro o un bus, pero con 12 ó 13 euros menos.

Esto que comento arriba no son más que unas cuantas de las muchas cosas que te pueden suceder en un taxi. Por supuesto puedes tener un viaje placentero, tranquilo, justo y agradable en uno de ellos, pero puedo prometer y prometo que todo lo que he comentado arriba me ha ocurrido a mí (así que aunque no sea regla general, que nadie se atreva a decirme que es mentira). Por suerte, hoy en día hay alternativas al taxi en donde estos hechos son sistemáticamente imposibles. Servicios en donde el precio del trayecto es cerrado y dan igual los atascos o problemas que al conductor le sucedan (idea, realidad), donde os coches están limpios y cuidados y donde el conductor no te molesta si tú no quieres. Los taxistas aún no han entendido que el problema no es que haya competencia, sino que son el oponente más flojo del combate.

“Ellos no se han tenido que hipotecar para comprar una licencia de taxi y poder trabajar”

Éste es un argumento típico de los taxistas. Y es que precisamente ése es uno de los principales problemas. Los que vienen a cambiar y renovar un mercado injusto y cerrado no tienen la culpa de que tú y tu familia forméis parte de él.

Imaginaos que en España hubiese una sola panadería controlada por el estado y que nadie más pudiese montar una para hacer su propio pan, con sus propios precios, ofertas, promociones… Es el estado quien pone los precios del pan, el servicio y si quieres formar parte tienes que endeudarte de por vida sin saber si lo vas a amortizar. ¿Lo veríamos normal? ¿Y con los supermercados, las cafeterías o los productos informáticos? ¿Veríamos normales las protestas de “los panaderos del estado” ante la aparición de competencia?

La competencia favorece la innovación, es algo que estamos acostumbrados a ver en todos los mercados de todos los sectores. El problema es que esta innovación no la podemos encontrar en un sector del mercado que está cerrado a cal y canto con llave (y la llave… tirada al mar).

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