¿Tu startup es un exprimidor?

nachogil
Startups (es)
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8 min readJun 19, 2017

Este es el exprimidor Juicy Salif diseñado por Philippe Starck en 1990. Es una pieza “de diseño” reconocida en todo el mundo, no existe tienda de decoración pija que se precie que no lo tenga en stock y forma parte de la colección del Museo de Arte moderno de NY.

Asi que si quieres que tu cocina luzca como un santuario del buen gusto, si quieres noquear a tu amigos con tu clase, tienes que poner uno de estos en un sitio bien visible de tu cocina. Y por supuesto, si eso no es suficiente para distinguirte de la plebe, puedes comprar la versión chapada en oro, que obviamente lleva fatal el contacto con el ácido de los cítricos (sic!)

Pero ¿sabes cual es el problema? Que no funciona. Cuesta 62 eurazos y no funciona nada bien: es inestable, ocupa mucho y lo deja todo perdido de zumo, porque en las propias palabras de Philippe Starck:

“Mi exprimidor no está hecho para exprimir limones, sino para empezar conversaciones”

Pero Alessi, la productora que se encarga de producirlo y comercializarlo en exclusiva a nivel mundial, ha vendido cientos de miles de unidades. Ha hecho un muy buen negocio con el exprimidor que exprime mal.

Si Alessi fuese una gran consultora de diseño internacional, este exprimidor sería ese diseño que se ve tan molón, tan innovador, tan precioso en las presentaciones, pero que una vez se pone en producción no convierte y es un dolor de mantener.

Pero ¿qué ocurre si tu intención, tu negocio, es mucho más simple y mundano? Supongamos que tu tu negocio es hacer zumos y no vender exprimidores. En ese caso el exprimidor es una herramienta para un fin, no un fin en sí mismo.

Ahora imaginamos que tu web, tu App, tu plataforma digital o tu campaña digital, es el exprimidor para llevar adelante tu negocio; y da igual que ese negocio sea el carsharing, el delivery de aguacates o el alquiler de bicicletas.

Lo primero que necesitas es hacer una evaluación rápida y corta de recursos, que por eso eres una startup. Descubrir empíricamente tus fortalezas, tus debilidades, hacer un primer contacto con los potenciales usuarios/clientes y testar mínimamente tu modelo de negocio antes de ir con todo. En definitiva, el tan traído y llevado MPV (Minimum Viable Product).

MVP

Un MVP debe ser una versión operativa de tu producto, en la que el esfuerzo se centre en desarrollar el menor número de funcionalidades necesarias para su funcionamiento, pero siendo fácil de usar, y transmitiendo una calidad y seriedad imprescindibles para no comprometer la evaluación del modelo.

No necesitas un esfuerzo enorme en branding, ni destacar por una interacción espectacular y exclusiva, así que no hay nada de malo en apoyarse en los miles y miles de templates, frameworks y patrones más que solventes, sin dejarte el tiempo y el dinero.

Porque no es el momento ni tienes los recursos y tiempo necesarios para diseñar un set de iconos propios, hacer animaciones e interacciones rompedoras, o dejarte los cuartos en fotografías e ilustraciones. Es el momento de obtener un conocimiento rápido y cuantitativo de tu producto y su mercado, ofreciendo procesos claros y fáciles, con la mínima fricción para el usuario, mientras observas cómo utiliza el core de tu producto.

Lo que sí es determinante en este punto es centrarte en la utilidad y la usabilidad, en la sencillez, en reunir y reducir los pasos, los procesos, los campos de formulario, automatizar lo que se pueda, y por supuesto, no puedes crear algo que genere rechazo, que ofrezca una imagen y percepción de producto descuidado.

Y ahí lo que necesitas es alguien que vea los flujos, los procesos, y el core del producto, que te ayude a pulir las funciones básicas, a prever problemas y te ofrezca soluciones rápidas y contrastadas. Algo que te va a dar un equipo, o profesional con experiencia, al que seguramente no vas a poder meter en plantilla en el arranque de tu empresa, así que mejor apoyarse en recursos externos cambiando dedicación por calidad.

En definitiva, hazlo pequeño y hazlo rápido, pero sobre todo hazlo sencillo y claro.

El Producto definitivo (al menos temporalmente)

Esta es la MPZ 21 un exprimidor diseñado por Dieter Rams en 1972 para la firma Braun.

A muchos os será familiar, porque ha estado en las cocinas de miles de familias durante décadas, y lo ha estado por un motivo: se diseñó para durar. La elección de sus materiales, de sus componentes, de su forma, la facilidad para reparar o sustituir las piezas con más desgaste, han hecho de él un producto a prueba de familias, vándalos, torpes y bombas.

Y eso es lo que necesitas cuando has validado tu idea, sabes lo que necesitas, y puedes invertir, al menos con algunas certezas, en construir un producto completo: un producto que pueda resistir al PM más patoso o al DEV menos dotado.

Pero hay otro tema fundamental que gira entorno a este tipo de diseño, y es la modularidad, la capacidad de construir nuevos productos, servicios o features sin tener que empezar de cero. Y hacerlo de forma además de eficiente, coherente con tu marca y tu producto inicial. Lo que denominamos un Sistema de Diseño.

El sistema de diseño

Lo que debes asumir desde el inicio es que inevitablemente el producto va, si no a pivotar, al menos a dar unos cuantos bandazos; crecerá, se expandirá, añadirá funcionalidades, etc.

Los problemas en ese momento son de dos tipos: internos y externos.

  • De puertas para dentro de tu empresa tus preocupaciones estarán ligadas principalmente a no incidir en sobrecostes y retrasos en desarrollo.
  • De cara al exterior, tendrás que facilitar al usuario descubrir y asimilar, cambios y novedades de forma natural, sin fricción, sin bajas.

La mejor forma de lograr esos dos objetivos es disponer de un sistema de diseño, que no es un repositorio de elementos sino un conjunto de atributos, interacciones, templates, layouts, filosofía y conceptos, que no solo permiten desarrollar de forma consistente reduciendo plazos y costes, sino también mejorar la comprensión, comunicación y coordinación entre equipos.

Para el usuario final esto se trasluce en que los patrones y comportamientos son los previsibles y conocidos, lo que no añade una capa extra de incertidumbre y frustración en cada release.

Y eso es, a grandes rasgos, un sistema de diseño: algo que puede empezar con un exprimidor y terminar llenando estanterías, de forma consistente y previsible, donde el aprendizaje sobre cómo funciona un producto facilita la comprensión del siguiente.

Un sistema y una cultura de diseño te permite de forma interna crecer y reducir tus costes y plazos en el desarrollo de nuevas funciones, servicios y/o productos, y de forma externa preservar y comunicar los valores de marca, no solo en la imagen, en lo visible, sino en la propia experiencia y la cultura subyacente. Y eso es algo tan visible en Braun como en Apple:

Innovando que es gerundio

Si todo va bien y logras sobrevivir, inevitablemente vas a tener cada día más y mejores competidores, competidores de los que vas a tener que diferenciarte y a los que vas a tener que superar en muchos ámbitos, pero también en la experiencia que ofreces.

En el crecimiento de una empresa existen, desde mi punto de vista, dos peligros y errores muy comunes: la “featuritis”, de la que ya hablaré otro día, y la innovación mal entendida.

La mejor forma de entender qué es desde mi punto de vista esa innovación mal entendida, es a través de un ejemplo paradigmático: Juicero.

Juicero es una startup de Silicon Valley’ que se ha fundido 120 millones de dólares en lanzar un exprimidor para sus bolsas de zumo, un exprimidor que pretendían vender a 700$ la unidad, luego lo bajaron a 400$…

Pero después de lanzar producto, se sorprendieron al descubrir que los usuarios empleaban una alternativa mucho más barata: ¡apretar las bolsas Juicero a mano!

Lo que no puedes perder de vista en ningún momento es que la innovación es cara, muy cara. Necesita mentes brillantes, tiene que darse en el momento adecuado, y es tremendamente arriesgada y llena de incertidumbres.

Grosso modo, creo que solo existen dos situaciones propicias para innovar:

  • Cuando no tienes nada que perder
  • Cuando te puedes permitir perder algo

Y en cualquier caso, antes de liarte la manta a la cabeza es necesario investigar cómo, o si el producto tiene posibilidades de funcionar en el mercado, testar si resuelve un problema real de los usuarios, y cuánto vale para los usuarios esa solución. Lo que nos lleva a otra parte fundamental del proceso de diseño: el research.

Research

Hacer research es el único antídoto contra esos resbalones de los que ya no te recuperas. Averigua qué necesitan los usuarios, cómo usan lo que ya tienen, dónde hay huecos, qué les preocupa, qué les frustra, y testar antes de liarte la manta a la cabeza.

Un problema de estar empujando un producto con todo lo que tienes, es que tu mundo se hace más pequeño y estrecho cada día, todo gira entorno a tu fantástico producto, el universo se queda encerrado a las cuatro paredes de tu oficina, y la verdad es que hay que sacar la cabeza fuera de esa caja, observar y descubrir la tozuda realidad. Porque ahí están los auténticos problemas y las auténticas oportunidades.

Los especialistas de verdad en research son los auténticos unicornios, más todavía que los buenos product managers o los diseñadores de producto rockstar. Y como es lógico son caros, casi tanto como cualquier proyecto de research que te vayas a plantear, porque requiere muchísimo análisis de números, plataformas sobre tu producto, entrevistas, observaciones, reclutar usuarios, compensarlos, desplazarse donde están esos usuarios, etc. etc. etc.

Pero de todo eso escribiré en un próximo post.

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I’m some kind of profesional designer and amateur underwater photographer www.nachogil.com