MUJERES

Ya creo que llegó el momento — llevamos siglos de retraso — de dejar de mirar hacia otro lado y defender que una vida en igualdad de condiciones y oportunidades nos agudizará el ingenio, la empatía, nos hará mucho más decentes, respetables y, en definitiva, felices.

Fernando López del Prado
Stories Ethically Sourced
3 min readDec 19, 2018

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Lejos de ser un motivo de fiesta, que un determinado colectivo tenga un día internacional es signo de que algo no va bien. Todos los años se rinde tributo a los pueblos indígenas, se condena la homofobia y se reivindica la discriminación que aún sufre la mujer, entre otras tantas injusticias que ponen en seria duda la propia inteligencia humana. Si por el contrario no celebramos el día internacional de las grandes fortunas, no defendemos la legítima existencia de los paraísos fiscales y no salimos a las calles para pedir la total integración social y económica de los varones occidentales de raza blanca, imagino que por algo será.

Viendo la tele, por casualidad descubrí que en una zona de Mauritania era tradición que las madres se pasaran toda la época de lluvias engordando a sus hijas con la única intención de hacerlas atractivas y tener más posibilidades de encontrarlas un marido. Las niñas eran obligadas a ingerir hasta 15.000 calorías diarias lo que, con mucha asiduidad, lograba acarrearlas graves problemas de salud.

Cuando decidí que había visto suficiente, la indignación me hizo reparar en que la ablación genital, los burkas, los taconazos y la extrema desnudez, la píldora anticonceptiva, las acusaciones de adulterio tras ser violadas, las penas de cárcel por abortar, los siniestramente llamados crímenes de honor, la violencia machista, la diferencia salarial y la injusta disyuntiva vital de si ser madres o ascender laboralmente solo afecta a las mujeres.

Parecida casualidad, me llevó a leer que en una tribu de Papúa Nueva Guinea las muestras de dolor ante la pérdida de un familiar querido se expresaban con la apuntación voluntaria de una falange de los dedos de la mano. Con una salvedad, las que se quedaban sin dedos eran sólo las mujeres.

Ya está bien, ¿no?

Ya creo que llegó el momento — llevamos siglos de retraso — de dejar de mirar hacia otro lado y defender que una vida en igualdad de condiciones y oportunidades nos agudizará el ingenio, la empatía, nos hará mucho más decentes, respetables y, en definitiva, felices.

La situación política, económica, social y medioambiental que vivimos ahora, y sufrirán las generaciones futuras como no reaccionemos ya, es fruto exclusivo de un modo de gobernar característicamente masculino. Los gobiernos y las instituciones internacionales están dominadas por hombres, el mundo de los negocios y los centros de pensamiento también. Así que espero que nadie se atreva a culpar a las mujeres del aumento de las desigualdades, del cambio climático y de la pérdida de biodiversidad actuales.

Pero hay esperanza. Hace unos años tuve el privilegio de entrevistar en Londres a la ilustre Premio Nobel de la Paz, la doctora Shirin Ebadi. En nuestra charla me convencía de que si echábamos la vista atrás, nos daríamos cuenta de que la dominación machista estaba más débil que nunca. Que tenía los días contados. Tenía y tiene razón.

Quiero pensar que este repunte de violencia hacia las mujeres y hacia quienes las defienden — es justo mencionar que la mayoría de los hombres no pega ni viola ni menosprecia— es la reacción desesperada de quien se sabe cerca de un imparable cambio histórico que va a acabar con sus privilegios.

No es verdad que las mujeres sean peores entre ellas. No permitamos que nos engañen. Las mujeres son capaces de recrear relaciones donde la fuerza y la resistencia, la calidez y la complicidad, la camaradería y la hermandad son las únicas monedas de cambio aceptadas. Por cierto, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres. Por su parte, feminismo es el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.

Un abrazo.

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Fernando López del Prado
Stories Ethically Sourced

Passionate writer and world traveller who happens to be reasonably hedonist, mildly sophisticated, and a fierce supporter of diversity.