eBooks para editores reticentes
La edición digital es clave para enderezar el rumbo de un sector que tiene un verdadero problema.
Hace unas semanas leía en el diario El País una inquietante noticia para el sector editorial: en España se devolvió un 40% de los 225 millones de libros editados en 2016 (último dato oficial). En otras palabras, en 2016 se imprimieron en España 225 millones de libros que los editores mandaron a las librerías a través de los distribuidores; los libreros vendieron seis de cada diez libros y devolvieron cuatro, es decir, que 135 millones de libros fueron destruidos, saldados o almacenados, con el consiguiente coste para el editor.
Repito: se devolvieron 135 millones de libros. Y yo me pregunto: ¿qué industria puede permitirse unas cifras así y pretender seguir siendo viable?
Puede que parte del problema provenga del hecho de que se publica muchísimo, nada menos que 86.000 libros en España en 2016, de los que 30.000 eran novedades, pero intentar solventar este problema diciendo “Es que hay que publicar menos” es muy poco constructivo: en un mundo global en el que cada vez estamos más conectados, las necesidades de comunicación no pueden hacer otra cosa que crecer, y luchar contra esa tendencia no tiene mucho sentido. Lo que sí tiene sentido es usar los avances de la tecnología para que ese crecimiento sea sostenible en todos los sentidos. Y ahí es donde el eBook entra en acción.
No es mi intención ahondar aquí en el debate sobre si los libros en papel son los libros “de verdad” o si los eBooks van a reemplazarlos. Quiero centrarme más bien en las ventajas de combinar ambas formas de publicación.
Desde el punto de vista de la editoriales, el eBook ofrece la posibilidad de disminuir drásticamente las devoluciones de las que habla el artículo gracias a los servicios de impresión bajo demanda; es cierto que este tipo de impresión es más cara que la tradicional si consideramos el precio por ejemplar, pero si analizamos el coste de imprimir ese 40% de libros que se devuelven, las diferencias ya no parecen tan grandes. Eso se une a la reducción de los gastos de almacenaje, de los que muchos editores no pueden hacerse cargo. Gracias al eBook se puede comprobar la respuesta del público a un determinado título durante un tiempo y proceder a realizar tiradas más ajustadas en consecuencia.
Otro punto muy importante es el catálogo activo. Los libros en papel se agotan o desaparecen del mercado, y lo hacen cada vez con más rapidez. El fondo de las editoriales se ve mermado, por un lado, por la corta vida de los títulos y, por otro lado, porque debido al alto coste de publicar de forma tradicional, los editores se ven forzados a apostar sobre seguro a la hora de elegir qué y a quién publicar, lo que les hace dejar en la cuneta títulos interesantes que no coinciden con las grandes tendencias y sucumbir así a la tiranía de la cuenta de resultados. No obstante, el coste de producción de un eBook es muchísimo menor, lo que les permite aumentar su catálogo de títulos disponibles y perfilar mucho mejor su identidad, además de retribuir mejor a los autores.
Y por último, y no por ello menos importante, la producción de un eBook es mucho más respetuosa con el medio ambiente. Esto no quiere decir que ya no deba haber libros en papel, ni mucho menos; yo soy el primero que no podría pasar sin el olor de un libro nuevo al abrirlo o sin la textura de una página, pero a tenor de las devoluciones con las que comenzaba el artículo, resulta razonable pensar que gracias a la introducción del eBook en el modelo de negocio de una editorial, el desperdicio de papel que supone la destrucción de tantos libros podría reducirse mucho.
En definitiva, creo que el eBook es un gran recurso para reconducir un modelo de negocio cada vez menos sostenible; una combinación inteligente del libro digital con el libro en papel puede suponer mejoras sustanciales para las editoriales, que de esta manera tendrán más recursos para poder seguir proporcionándonos libros de calidad, que es justo lo que necesitamos.
