Manos frías y maletas en la calle

Dos poemas de amor sobre las despedidas, la distancia y el miedo al olvido; con ilustraciones de su autora.

Laura Vanessa Ruiz
Suelo en Movimiento
3 min readMay 24, 2020

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Instagram @lavaskull_

Mi momento

Pasos lentos bajo un cielo nublado de una ciudad desconocida, tú y yo ignorando el tiempo, porque es lo único que sabemos hacer.

Y tú, con tu sonrisa estúpida que me besa cada latido.

Y yo, que corro en dirección contraria a todo lo que quiero.

Que no quería seguir tus pasos luego de conocernos.

Que huyo de los lugares para evitar mi existencia.

Y tú, que no perteneces a ningún lugar, pero aún así eres hogar.

Tú y yo, que coincidimos siendo tan diferentes.

Tú, que me haces vibrar cuando había dejado de creer en todo.

Que eres momento y no recuerdo.

Tú,

Me hiciste perder el miedo a quererte de mil maneras, como si esto no fuera a terminar.

Tú,

Con tus labios suaves, tus besos llenos de noche, tus ojos que saben a mar y ese verano intenso que te recubre la piel.

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Tú, que te vas

yo, que me voy.

Y esta ciudad tan llena de nosotros.

Y sí,

lo entiendo,

Tú eres el lugar donde siempre quise estar.

Tengo miedo de encontrarte y no aguantar las ganas de dejar el mundo solo por un segundo a tu lado.

Así que quédate, amor,

Porque la distancia no me dejará olvidar tus latidos.

Y sé, que si el tiempo no nos da más oportunidades,

yo voy a volver a quererte, aunque tú no estés aquí.

Permitir

Uno tarda su propia vida en entender que ya no le aman
Elvira Sastre

Instagram @lavaskull_

¿Recuerdas la vez que me partiste el corazón?

Me dijiste que mi vida no valía la pena,
que tu soledad estaría en manos de tu culpa,
y que volverías a la misma rutina,
solo para que alguien te besara el vacío del que me arrancaste.

Tal vez para ti, mi tiempo solo adelantó tu horario de partida.
Ahora sé que soy la sombra de la que tanto huyes,
y que mi presencia — tú y yo juntos — es el error que tus labios nunca quisieron admitir.

¿Cuál es la diferencia entre la soledad y tus besos?

Ahora sé que once minutos de distancia es lo necesario para acabar con dos meses de incertidumbre.
Que tal vez tenías razón en vacilar con lo que alguna vez fuimos.
Y que tus miedos decían tener el derecho de apuntarme con el gatillo tantas veces.

Y ahora lo entiendo amor, debí soltar tus dudas el día que tus dedos me señalaron.

Uno tarda su propia vida en entender que ya no le aman.

Y sé que ya es tarde.

Ahora solo eres una huella que no ahoga,
un invierno que nevó por segunda vez en mi espalda herida,
un clavo de otra vida.

Sé que no lo estoy haciendo mal.

Mis pasos me recuerdan las huellas que dejé en la calle donde nunca estuvimos,
pero que siempre fue mi hogar.
Y el amarillo de las poetas me vio abrazar mi pasado, al que le juré partir otro mundo — tu mundo — con mi sonrisa.
Las noches me sonríen y el papel se ha vuelto mi aliado.

He aprendido a cuidar de mí misma,
a ver las constelaciones en manos de otros,
a ser la persona que siempre quise amar.

Sin embargo,
a veces me acuerdo de ti y no te juzgo, amor,
pero sé que mis brazos no tienen la culpa por haber recibido tus balas perdidas.

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