EL SUICIDIO EN LA HISTORIA

Concepciones y actitudes 

Noel Delgado Mujica
Suicidio en Gotas
Published in
4 min readNov 15, 2013

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Noel Delgado-Mujica

Por razones fácilmente comprensibles, es mucho más sencillo abordar el tema del suicidio en la historia que la historia del suicidio. En primer lugar porque no existe una documentación fehaciente, detallada, exhaustiva de la historia del suicidio seccionada cronológicamente por eras, espacios geográficos y culturas y, en segundo lugar, porque sí existen muchos más datos sobre cómo se ha manifestado y cómo ha sido considerado y conceptuado el tema en diversas épocas y sociedades y por diversas religiones, factor éste último que ejerce gran influencia a la hora de abordar el tema que nos ocupa.

Como es de esperarse, las diversas culturas que han existido sobre la tierra han abrigado consideraciones diversas y disímiles en relación con el suicidio. Consideraciones que, por lo demás, no han sido constantes ni estáticas, sino que, por el contrario, han tenido como rasgos característicos, su evolución y su dinamismo.

En la antigüedad, para los Galios, por ejemplo, el suicidio se justificaba si el motivo era la vejez, la muerte de uno de los cónyuges, la muerte del jefe, o por razones de salud. La vejez y las enfermedades graves eran igualmente causas razonables de suicidio para los Celtas Hispanos y para los Vikingos y Nórdicos. Para los pueblos germánicos, si el suicidio tenía como finalidad evitar una muerte vergonzosa, era bien visto y hasta loable. Entre los chinos de unos veinte siglos antes de Cristo, el suicidio solía ejecutarse por razones de lealtad; en Japón se realizaba como una ceremonia bien fuera por expiación o por derrota, y en la India, se justificaba por razones litúrgicas o religiosas, así como por muerte de los esposos o esposas.

En algunas antiguas tribus africanas fue considerado maligno, y terrible tener contacto físico con el cadáver de un suicida y llegaban incluso a quemar su casa o el árbol de donde se hubiese colgado, en el caso de ahorcamiento, pues consideraban que el suicidio era reflejo de la ira de los antepasados y era asociado con la brujería. En consecuencia el sepelio se llevaba a cabo sin los ritos reservados para quienes morían por otras razones.

Entre los antiguos cristianos el suicidio era poco frecuente debido a que desobedecía el V mandamiento: No matar. En la Biblia, no obstante, aunque no aparece la palabra suicidio de manera expresa, se pueden conseguir ocho referencias al acto suicida: 3 de guerreros para no entregarse al enemigo, 2 en defensa de la patria, 1 luego ser herido por una mujer, y 2 por decepción. Existe también la referencia a dos suicidios colectivos, uno de 40 personas en un subterráneo de Jerusalén y el suicido de la fortaleza sitiada de Massada. En todos los casos se aprecia que el suicidio se llevó a cabo en momentos de dificultades extremas bien fuera por depresión, miedo, vergüenza o desesperación, lo cual indica que los motivos que hoy día esgrimen los suicidas, siguen siendo los antiguos motivos que, además, ya aparecían en las Sagradas Escrituras.

En la historia antigua de Grecia y de Roma se encuentran múltiples referencias a suicidios llevados a cabo por los más diversos motivos entre los cuales destacan: conducta heroica y patriótica, vínculos societarios y solidarios, fanatismo, locura y ejecuciones (como el caso de Sócrates). Además se consideraba entonces razonable el suicidio del enfermo incurable (deben tenerse en cuenta las limitaciones de los recursos científicos y médicos en comparación con los de hoy en día), pero se despreciaba el suicidio cometido o intentado sin una causa aparente. Consideraban los romanos que, en determinadas circunstancias era mejor morir “de una vez” que tener que estar padeciendo indefinidamente, concepción en la que se nota la enorme influencia ejercida en ello por las filosofías de los estoicos, pitagóricos, platónicos, aristotélicos y epicúreos al considerar el suicidio como liberación de un sufrimiento insoportable. Así, para los romanos y los griegos, morir con decencia, racionalmente y al mismo tiempo con dignidad, era muy importante. En cierto modo, la forma de morir era la medida del valor final de la vida, en especial para aquellas vidas consumidas por la enfermedad, el sufrimiento y el deshonor.

En los primeros tiempos de la Roma republicana, el Rey Tarquino el Soberbio (534-509 a.J.C.) ordenó poner en cruz los cadáveres de los suicidas y abandonarlos para que fueran devorados por los zamuros y otros animales salvajes. Así que era habitual, como un castigo, no dar sepultura a los suicidas.

El Neoplatonismo, la filosofía de la felicidad más influyente en la antigüedad clásica, consideraba que el hombre no debía abandonar por su voluntad el lugar asignado por Dios. Consideraba, por lo tanto, que el suicidio, afectaba al alma de forma negativa después de la muerte. San Agustín por su parte describió el suicidio como una detestable y abominable perversidad y afirmaba que Dios otorgaba la vida y los sufrimientos, y por lo tanto los seres humanos tenían la obligación de soportarlos. De igual forma, el Islamismo lo condenaba de tal forma que lo considera un hecho más grave que el homicidio.

Durante la Edad Media y el Renacimiento persisten las penalidades religiosas contra el suicidio y los suicidas hasta el punto de no ser enterrados, y ser difamados y humillados públicamente. Se le declaró un crimen y era sancionado penalmente.

La historia reciente del suicidio la abordaremos en columnas sucesivas de la manera más equilibrada y respetuosa posible.

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