PERIANDRO: EL PRIMER SUICIDA

Una vida cruel y tormentosa

Noel Delgado Mujica
Suicidio en Gotas
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4 min readNov 18, 2013

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Noel Delgado-Mujica

El primer suicida de quien se tiene información históricamente es Periandro, quien además de haber sido emperador, está incluido en el selecto grupo uno de los Siete Sabios de Grecia. No significa que él haya sido el primer ser humano que decidió poner fin a su existencia, voluntariamente, por sus propios medios. ¡De ninguna manera! Y, en realidad, saber quién haya sido el primer hombre o la primera mujer en suicidarse sería hoy un imposible.

Del suicidio de Periandro existe registro histórico debido a que se trató de un personaje destacado como gobernante y como filósofo. Pero, asumiendo que el animal humano ha estado habitando este planeta desde hace ya unos siete millones de años, es de suponer que, bien sea desde la existencia de la especie homo simplemente o desde que surgió el homo sapiens, hace unos ciento noventa mil años, hasta el siglo VI antes de Cristo, cuando murió Periandro, muchos de nuestros antepasados, por las razones que pudieren haber tenido desde entonces (¡imagíneselas usted!) deben haber cometido suicidio. Lo que ocurre es que la escritura, y el registro histórico, fueron conocimientos que surgieron muchísimo después de que el hombre comenzara a caminar sobre el globo terráqueo.

Pero, ¿quién fue Periandro? ¿Dónde vivió? ¿Qué hizo en vida? ¿Por qué y cómo se suicidó? Vamos por partes. Nuestro personaje de hoy, nativo de Corinto fue, como ya se mencionó, un emperador griego que sucedió a su padre, Cipselo, en el año 627 a.C. Vivió una larga y tormentosa vida hasta el día de su suicidio en el año 585 a.C. Comenzando por el hecho de que él, en persona, había asesinado a su esposa Lísida (o Melisa, como él la llamaba), que estaba encinta, a patadas, incitado contra ella por el grupo de amantes que él tenía. Después de haber asesinado a su esposa, entonces quemó vivas a todas sus concubinas; y como su hijo Licofrón expresó que sentía dolor por la muerte de su madre, lo mandó a desterrar a la lejana ciudad de Corcira. Inlcuso, Aristipo dice, en el libro primero De las delicias antiguas, que Periandro tuvo un romance con su propia madre, de nombre Cratea, y que solía unirse con ella a escondidas lascivamente consiguiendo deleite con sus relaciones, y que como esto llegó a descubrirse, Periandro se disgustó al punto de hacerse insoportable para todo el mundo.

Hay que decir, a favor de Periandro que, como gobernante, al principio de su gestión, impulsó el desarrollo comercial de Corinto y se preocupó por crear una conveniente y espectacular infraestructura para los años de su existencia. También eliminó todo tipo de impuesto en una medida populista que le valió amplio apoyo de sus coterráneos. Sólo que, paulatinamente iría resbalando hacia las tentaciones del poder total y omnímodo y hacia su ejercicio despótico y tiránico. Su estilo de gobierno consistió entonces en apoyarse en la plebe para emprender cualquier tipo de acción violenta contra la nobleza.

Cuando comenzó a sentir los inevitables rigores de la vejez, decidió mandar a buscar a Licofrón, el hijo que él mismo había desterrado, para apoyarse en él y tratar de asegurarse la sucesión familiar. Pero los habitantes de Corcira se le adelantaron y asesinaron al muchacho antes de que éste regresara al lado de su envejecido padre. Periandro entró nuevamente en furia y, como represalia, recogió y mandó a castrar a un considerable número de jóvenes opositores de la ciudad de Corcira involucrados o no en la conspiración en su contra.

Su estilo de gobierno le fue creando grandes enemistades hasta el momento en que percibió, ya solo y muy entrado en años, que corría el peligro de que su vida fuera arrebatada violetamente por sus enemigos. Para que eso no ocurriera, Periandro ideó el siguiente plan macabro para quitarse la vida: mandó a dos jóvenes, mostrándoles un camino, que viniesen de noche, le quitaran la vida y lo enterrasen donde lo encontrasen; detrás de éstos envió a otros cuatro que matasen a los dos anteriores y los enterrasen, y finalmente, contra éstos envió a otros muchos con la misma misión. Con esa singular manera de suicidarse terminaron los días de la agitada existencia de Periandro.

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