Suicidios Colectivos

El caso Jim Jones no ha sido el único

Noel Delgado Mujica
Suicidio en Gotas
Published in
4 min readNov 25, 2013

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Noel Delgado-Mujica

Se considera que un suicidio colectivo ocurre cuando un determinado grupo de individuos se quitan la vida en un mismo lugar teniendo, o no, las mismas razones para hacerlo. Cuando ha ocurrido este fenómeno psico-sociológico, en general ha obedecido a razones religiosas o políticas. Y entre tales razones y la consumación del suicidio ha mediado un pacto explícito o no, o ha influido la inducción llevada a cabo por alguna persona que se suicida, o no, con el resto del grupo. En todo caso, se trata de un hecho extremadamente complejo, muy lamentable -por la pérdida de vidas humanas- y afectivamente devastador.

La historia registra como el primer suicidio colectivo el ocurrido en Masada, donde novecientos judíos se quitaron la vida en el año 73 d. de C. Masada es una meseta, hoy en territorio israelí, que fue amurallada por Herodes, rey de Judea, quien se percató de la importancia estratégica de la meseta y decidió fortificarla entre los años 37 y 31 a. C., ante la amenaza que suponía el incipiente expansionismo de la vecina reina Cleopatra VII de Egipto, apoyada por Marco Antonio. Además, Masada serviría como refugio para Herodes frente a su propio pueblo, ya que los judíos nacionalistas detestaban a Herodes por su origen idumeo, por restablecer el dominio romano y por eliminar a los últimos asmoneos.

Nos encontramos con que en el mencionado año 73 d. de C., en el fragor de las guerras que envolvían a la región, un grupo de 900 judíos, bajo el liderazgo de Eleazar ben Ya’ir, se refugiaron en las fortalezas de la meseta donde fueron sitiados hasta el acoso por el gobernador romano de Judea Lucio Flavio Silva. Ya’ir, viendo que la entrada de las tropas de Silva era inminente, lo que supondría la vergüenza de la derrota y el sometimiento seguro a la esclavitud, induce a sus seguidores al suicidio: primero los hombres quemaron a sus familas y sucesivamente se fueron quitando la vida unos a otros, por grupos, de manera voluntaria y sumisa. Ya’ir, claro está, fue uno de los muertos de la fecha.

Ya en tiempos recientes nos encontramos en la historia con otro horripilante suicidio colectivo que tuvo lugar cerquita de nosotros, en la República de Guyana. Algunos de ustedes quizás lo recuerden recuerden, y algunos otros habrán leído acerca de ese espeluznante episodio de la humanidad acaecido durante la segunda mitad del siglo XX.

Jim Jones, que era el diminutivo con que llamaban a James Warren Jones, fue un ciudadano norteamericano creador de una secta pseudoreligiosa denominada Templo del Pueblo. Con su verbo encendido Jones pronto logró agrupar en su secta a un considerable número de coterráneos que llegaron a creer en las promesas de aquel alocado líder que consumía drogas y preconizaba una incoherente doctrina de salvación para quienes se le unieran.

Ante el acoso de las autoridades que sospechaban los desmanes cometidos por Jones entre la gente de su secta, éste se trasladó, con casi mil de ellos, a Guyana donde, según sus palabras, encontrarían el paraíso terrenal. Las autoridades insistieron en suspervisar las actividades de Jones quien, desde la fundación de su secta, había creado entre sus miembros una atmósfera de terror y de amenazas extrínsecas y, el 17 de noviembre de 1978 llegó a Jonestown, villa creada con ese nombre en honor a Jim Jones, una comisión presidida por el congresante Leo J. Ryan acompañado por periodistas y algunos disidentes de la secta de Jones. Llevaban como misión investigar denuncias sobre abusos sexuales en niños por parte de Jones y otros dirigentes de la secta, así como violaciones y torturas contra los adultos de la misma.

Jones se opuso en principio a la visita pero su protesta no prosperó. Jones entonces organizó una supuesta fiesta de recepción y bienvenida para Ryan y sus acompañantes. Ryan se dirigió a los miembros de la secta tratando de hacerles ver que estaban equivocados. La comisión pernoctó en Jonestown y, al día siguiente, cuando se disponían a partir, muchos manifestaron su deseo de abandonar la secta y marcharse con ellos. Jones enfureció por lo que para él significaba una traición. Ordenó a su gente de confianza asesinar al congresante y sus acompañantes, lo que se cumplió de inmediato con disparos traicioneros y sorpresivos. Ryan fue muerto a puñaladas.

Luego de consumados los asesinatos, Jones, sabiendo lo que le esperaba en manos de la justicia, incitó a sus seguidores a preparar una limonada mezclada con cianuro que tomarían inmediatamente como un “acto revolucionario de viajar al siguiente nivel que constituye la muerte”, según sus palabras. Cuando las autoridades llegaron al lugar encontraron allí 913 cadáveres, incluyendo los de 250 entre niños y adolescentes que, aparentemente habían sido asesinados al negarse a tomar la pócima. Jim Jones presentaba un disparo de escopeta en la cabeza.

La historia registra algunos otros suicidios de este tipo a los que nos referiremos en futuras entregas.

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