¿Por qué Bitcoin? (Parte 1)

Jonathan Erlich
11 min readMay 26, 2020

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El propósito de esta serie de artículos es mostrar por qué Bitcoin es mejor que las demás formas de dinero que tenemos actualmente. Para ello, sin embargo, creo que primero hay que pensar sobre unos conceptos fundamentales sin los que es imposible considerar Bitcoin de forma seria. En este sentido, este primer artículo pretende explorar dichos conceptos para luego, en artículos posteriores, examinar Bitcoin más a fondo y demostrar por qué es mejor.

La no-naturalidad del dinero

Creo que entender bitcoin es difícil porque, además de la parte técnica, que es un mundo de por sí, requiere entender lo que es el dinero. Y el dinero es algo tan cotidiano y conocido que resulta difícil estar abiertos a la posibilidad de que no sabemos realmente lo que es. Debido a su cotidianidad, entendemos el dinero como un fenómeno casi natural (o al menos así lo entendía yo) cuando, en realidad, está lejos de serlo. El dinero, usando el marco conceptual de Yuval Noah Harari, es un mito que creamos y en el que decidimos creer porque nos facilita la vida en sociedad. En otras palabras, el dinero es una construcción social; un invento más del ser humano (aunque uno extremadamente útil).

Prueba de esto es que existieron sociedades que no tenían dinero, como el Imperio Inca o las sociedades de humanos cazadoras recolectoras (The Ascent of Money, Niall Ferguson).

Incluso después de normalizarse el uso del dinero en la sociedad, su forma ha cambiado considerable y frecuentemente a través del tiempo.

Un ejemplo de esto es que, aunque hoy en día es normal que los gobiernos sean los que emiten el dinero, históricamente no siempre fue así. Como lo demuestra Nick Szabo en este blog post, a través de la historia han existido diversas formas de dinero no-gubernamental. De hecho, antes de la Guerra Civil, la mayoría del dinero de papel que circulaba en Estados Unidos era producido privadamente.

A continuación copio imágenes (y su respectivo comentario) de algunas notas de bancos privados y monedas de comerciantes e industriales, que son algunos ejemplos del dinero no-gubernamental que era común en la época (y que existió durante siglos).

Nota del Banco Boone County, Lebanon, Indiana, 1858. “Durante esta era, Estados Unidos no tenía banco central y el dinero de papel era emitido por una variedad de bancos privados. Parte de este dinero incluso era emitido por empresas manufactureras y comerciales. Este papel era respaldado por oro, plata, bienes raíces, acciones, bonos y una variedad de activos diferentes.” (Fuente)
Medio centavo de Angelsey & Mines, Inglaterra, 1788. “Desde 1787 a 1797, comerciantes privados e industriales emitieron 600 toneladas de monedas de cobre comerciales, lo que equivale a más moneda de cobre que la que había emitido la Casa de Moneda Real durante los pasados 50 años.” (Fuente)

Como se puede observar, no solo variaba quién producía el dinero, sino también su forma. Entre las notas bancarias, por ejemplo, variaba cómo eran respaldadas; mientras que unas estaban respaldadas por diversos activos, otras solo estaban respaldadas por plata o metales preciosos. Entre las monedas, por otro lado, variaba el material del que estaban hechas.

Incluso más recientemente, en la época del dinero gubernamental, su forma también ha variado considerablemente.

Antes del sistema monetario que conocemos actualmente, por ejemplo, predominó un sistema conocido como el estándar oro. La base de dicho sistema era un “compromiso de los países participantes para fijar el precio de sus monedas en una cantidad determinada de oro” (Fuente). Dichas monedas, en efecto, podían ser libremente cambiadas por oro a las tasas establecidas. En otras palabras, eran monedas respaldadas por oro. El periodo entre 1880 y 1914 se conoce como el estándar oro clásico, al ser una etapa en la que la mayoría de países se habían adherido (en diferentes grados) a un estándar oro (Fuente).

El estándar oro, sin embargo, se rompió durante la Primera Guerra Mundial, cuando los países participantes decidieron adoptar políticas monetarias inflacionarias y dejar de respaldar sus monedas con oro (Fuente). Posteriormente, entre 1925 y 1931, se restablecería un estándar oro con ciertas modificaciones, pero tendría una corta vida en la medida que Inglaterra decidiría abandonarlo en 1931 a raíz de una masiva fuga de oro (Fuente).

Unos años después, a partir de 1946, la mayoría de países del mundo empezarían a operar bajo el sistema de Bretton Woods. Este sistema, que era una nueva modificación del estándar oro, consistía en un sistema monetario multilateral en el que el valor del dólar estaría fijado en una cantidad determinada de oro y el valor de las diferentes monedas de otros países estaría fijado en dólares (Money, Steve Forbes). Déficits persistentes en la balanza de pagos de Estados Unidos, sin embargo, reducirían consistentemente sus reservas de oro a través de los años y, por consiguiente, su capacidad de respaldar su moneda con oro. A raíz de esto, en 1971 el Presidente Nixon anuncia que Estados Unidos no continuará redimiendo su moneda por oro, terminando así con la era del estándar oro (Fuente).

Desde entonces, el sistema monetario que ha predominado es el que conocemos actualmente, en el que la mayoría de monedas no son redimibles por nada y en el que la tasa de cambio de una moneda a otra fluctúa diariamente.

Con lo anterior quiero resaltar tres puntos:

  1. Que el dinero es un invento humano y como tal, por definición, puede ser mejorado.
  2. Que a través de la historia los sistemas monetarios han tendido a ser inestables y pueden cambiar rápidamente.
  3. Que el sistema monetario actual es relativamente nuevo.

Para mí, estos tres puntos son una de las bases que permiten empezar a considerar nuevos sistemas monetarios; nuevas formas de dinero. Son una base necesaria para poder considerar Bitcoin de forma seria.

La relatividad del valor

Otro concepto que me parece importante para poder estar abiertos a considerar Bitcoin de forma seria es el de la relatividad del valor.

Este es un concepto que siempre me ha fascinado por lo contra-intuitivo que puede llegar a ser y por lo que implica para lo que creemos sobre la realidad en la que vivimos.

Para ilustrar la idea de la relatividad del valor, me gustaría empezar con la peculiar historia de la langosta como plato exquisito.

Resulta que, para mi asombro y entretenimiento, a pesar de que hoy en día la langosta es uno de los platos más exquisitos y elitistas del mundo, no siempre fue así. De hecho, hace menos de un siglo era todo lo contrario. En ese entonces, la langosta era considerada “la cucaracha del océano” y era comida de pobres, sirvientes y prisioneros (sí, era la comida que servían en las cárceles). Como lo caricaturiza Daniel Luzer:

Si la langosta de hoy lleva puestos un sombrero de copa y una capa de ópera, la langosta de hace 80 años lleva puesto un overol y está recogiendo tu basura. La langosta es una criatura que se ha hecho por sí misma, escalando socialmente como pocas otras lo han hecho.

¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo se convirtió la cucaracha del océano en la protagonista de los banquetes más exclusivos del mundo?

En gran parte, es una historia de oferta y demanda. Resulta que en sus inicios la langosta era tan abundante que en las playas de la Bahía de Massachusetts era común encontrar pilas de langostas amontonadas de hasta 60cm de alto (Fuente). Esto probablemente era amplificado por el hecho de que en ese entonces todavía era un animal poco familiar con un aspecto desagradable. En este sentido, las condiciones de aquel entonces creaban un ciclo en el que la baja demanda de la langosta garantizaba su abundancia y, a su vez, su abundancia la hacía parecer como basura, promoviendo así la continuación de la baja demanda.

Lo curioso, y lo que creo que vale la pena resaltar, es que no era un tema de sabor; era un tema de percepción. El hecho de ser percibida como basura la hacía ser basura ante los ojos de los habitantes de la Bahía de Massachusetts. Y, en últimas, su carácter de basura se lo daba su abundancia: el hecho de que nadie la quería.

Prueba de esto es un experimento que se llevó a cabo durante esa época. Ante el auge de las vías férreas a través de Estados Unidos, gerentes de ciertas líneas aprovecharon que sus pasajeros (habitantes de zonas no costeras) no conocían la langosta para ofrecerla como un plato exótico dentro de sus trenes (Fuente). El resultado: a los pasajeros les encantó. Desde entonces, su consumo se empezó a popularizar a través de los Estados Unidos. Aunque no se volvió un plato exquisito de la noche a la mañana, a partir de 1850 se empezó a normalizar su consumo y ya era un plato que se ofrecía en algunos restaurantes a través del país.

El experimento anterior demuestra la importancia de la percepción a la hora de atribuirle valor a la langosta. Mientras que aquellos que conocían su abundancia (y el hecho de que nadie la quería) la consideraban como basura, aquellos que no sabían nada al respecto quedaron intrigados por su sabor.

Su estatus elitista, sin embargo, demoraría varias décadas en desarrollarse. No sería sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial que la langosta empezaría a dejar el overol por el traje de gala a medida que se popularizaba entre estrellas de cine y millonarios.

Esta peculiar historia lleva a Daniel Luzer a concluir lo siguiente:

Si el comportamiento de tus pares alrededor de un producto cambia, también lo hará tu percepción del mismo. Puede que la langosta sepa mejor para nosotros por el hecho de ser tan costosa [no a pesar de ello].

Con lo anterior concuerdo plenamente. Si no creen que esto sea así, imaginen lo siguiente: en vez de ser escasos, vivimos en un mundo en el que los diamantes son tan abundantes como la arena; los puedes encontrar tirados en el suelo en cada esquina. ¿Creen ustedes que el precio sería el mismo? ¿Consideran ustedes que las mujeres estarían tan encantadas por ellos en tal escenario? Probablemente no. El hecho que hace que los diamantes sean tan apetecidos es precisamente el hecho de que son costosos; el hecho de que son escasos.

La relatividad del valor del dinero

Así como el valor es relativo en relación a lo que comemos, también lo es en relación al dinero.

Aunque no necesariamente lo percibamos de forma clara, el valor del dinero varía constantemente a través del tiempo. Es por esto que los precios de los bienes y servicios que consumimos tienden a aumentar año tras año. En el fondo, lo que está ocurriendo es que el dinero que usamos está perdiendo su valor (o poder adquisitivo) en el tiempo. En otras palabras, lo que cambia año tras año no son los bienes y servicios que consumimos, sino el dinero que usamos para comprarlos, que cada vez tiende a valer menos.

Este fenómeno se conoce como inflación y, a riesgo de sobre-simplificar un tema muy complejo, sucede debido a la tendencia de haber cada vez más dinero persiguiendo una cantidad limitada de bienes y servicios en la economía.

Una muestra de este fenómeno es lo que ha ocurrido con el valor del dólar a través de la historia (ver siguiente imagen).

Poder adquisitivo del dólar. (Fuente)

Como se puede observar, desde 1910 el dólar ha perdido más del 90% de su poder adquisitivo. Esto se ha dado, en gran medida, debido a la dinámica que se mencionaba anteriormente en la que cada vez existen más dólares disponibles para adquirir una cantidad limitada de bienes y servicios. Aunque no cubre todo el periodo mencionado, la siguiente gráfica ayuda a visualizar este fenómeno durante gran parte de la historia del dólar desde que se abolió el estándar oro en 1971.

M2 en los Estados Unidos. M2 es una medida de la cantidad de dólares en la economía.

Cabe resaltar que el dólar ha sido la moneda más fuerte del mundo durante dicho periodo; la gráfica de otras monedas alrededor del mundo se debe ver mucho peor.

Ahora bien, lo anterior solo representa una parte del análisis en cuanto a la relatividad del valor del dinero. La otra parte corresponde a la relatividad del valor de una moneda frente a otra, es decir, a la tasa de cambio de una moneda frente a otra. Como se mencionó anteriormente, bajo el actual sistema monetario las tasas de cambio entre las diferentes monedas del mundo fluctúan libremente a través del tiempo. De hecho, dichas tasas cambian segundo a segundo. En el siguiente gráfico, por ejemplo, se muestra cómo ha cambiado el valor de las monedas de Argentina, Venezuela y Turquía frente al dólar en los últimos años.

Valor de diferentes monedas frente al dólar, 2009–2019. (Fuente)

Aunque las anteriores monedas son casos especiales en cuanto a la magnitud de su pérdida de valor, no son para nada casos aislados. De hecho, tan solo este año, múltiples monedas de diferentes economías han perdido porciones importantes de su valor frente al dólar en cuestión de semanas (ver siguiente gráfico).

Pérdida de valor de diferentes monedas frente al dólar, 2020. (Fuente)

Lo anterior no solo resalta la relatividad del valor del dinero en el tiempo, sino también su inestabilidad. Aunque sea sorprendente, esta es una característica común del sistema monetario actual.

Sobre el sistema monetario actual me gustaría hacer otro comentario para resaltar lo extraño e inestable que es. Este comentario no es original, sino que lo escuché por primera vez de la voz de Wences Casares en este podcast (vale la pena escucharlo, por cierto).

Aunque hoy en día tenemos un sistema métrico independiente que permite comparar medidas a través del mundo entero, no existe nada similar para medir el valor. En otras palabras, no existe un estándar internacional para medir el valor del dinero en diferentes esquinas del globo (o al menos no uno independiente, como el sistema métrico). Hoy en día, por ejemplo, si quieres saber cuánto vale un peso colombiano en liras turcas, lo que debes hacer es primero convertir los pesos a dólares (que es la moneda de un país) y luego los dólares a liras. Aunque se podría decir que el dólar es el estándar internacional de medida, la diferencia con respecto al sistema métrico es que el dólar es la moneda de un país, es decir, no es independiente. Es como si el sistema métrico internacional tuviera dueño; es extraño y desordenado.

Cabe resaltar que esto no siempre fue así. Como se ilustró previamente, durante el estándar oro dicho estándar internacional lo cumplía, valga la redundancia, el oro. Al ser el oro un material natural e independiente, dicho sistema se asemejaba mucho más a lo que representa el sistema métrico internacional.

Permítanme finalizar esta sección resaltando los que considero son los puntos más importantes sobre la relatividad del valor (especialmente en torno a Bitcoin):

  1. La importancia de la escasez (o la abundancia) para determinar el valor de las cosas (ya sea una langosta o un dólar).
  2. La fragilidad de nuestra realidad (o de nuestras creencias) y la dificultad de apreciar ciertas cosas cuando van en contra de la creencia común. Esto es evidente en la historia de la langosta.
  3. El desorden y la inestabilidad inherentes al sistema monetario actual.
  4. La tendencia de los gobiernos a producir cada vez más dinero y, en consecuencia, a destruir el valor de sus monedas en el tiempo.

Como mencioné al comienzo de este artículo, Bitcoin no es un tema fácil. Para mucha gente que sigo (y para mí también), el concepto no hizo click de inmediato, sino mucho tiempo después. Yo, de hecho, había escuchado acerca de Bitcoin desde 2013 cuando, explorando las inversiones del fondo de los hermanos Winklevoss, me encontré con que estaban invirtiendo en Bitcoin y en compañías relacionadas con la criptomoneda. A pesar de ello, no fue sino hasta 2017 cuando decidí empezar a estudiarlo y considerarlo de forma seria, que Bitcoin hizo click para mí. Desde entonces no ha habido vuelta atrás.

Los conceptos repasados durante este artículo fueron fundamentales y necesarios no solo para considerar Bitcoin, sino también para que el concepto posteriormente pudiera hacer click. Espero que para ustedes sean igual de útiles que para mí.

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Jonathan Erlich

Entrepreneur. Software engineer. Interested in crypto, fintech and AI.