Buenos días.
Un vistazo al día a día de Diego Baño
Un amanecer con fuerzas
Todos los días de trabajo comienzan bastante parecido: despertando con el primer rayo de sol, sin necesidad de una alarma (probablemente después de posponerla unas cinco veces) y completamente listo para partir otro excelente día (después de una ducha y mojarme la cara varias veces para poder despertar).
Estando aseado y vestido (el 99% de las veces), me conecto por Zoom a la ceremoniosa stand-up meeting que tenemos cada mañana exactamente a las 9:30 am. Una vez que escuché sobre el trabajo de los demás y compartí, del mismo modo, acerca del trabajo que realicé el día anterior, prosigo con el resto de mi día.
Al salir de mi casa siempre me despido de mi perro, que me sigue hasta la reja de la casa sin importar la hora o las condiciones que puedan haber cuando esté saliendo. Ya sean las 6 o las 10 de la mañana, que llueva o esté soleado, él siempre está ahí para despedirme con su mejor cara, así que lo mínimo que se merece es un cariñito antes de salir (en este párrafo no hay sarcasmo, mi perro es un asunto serio).
Como el camino a la oficina es largo, debo tomar al menos un colectivo (si quiero ir cómodo o llegar rápido, es decir, casi siempre) o micro (si me quedé sin sencillo para el colectivo) y luego el metro hasta llegar. Como es un camino largo, usualmente voy leyendo libros o mangas en el camino o me pongo al día con la contingencia actual (i.e. leo mis redes sociales).
La importancia de la puntualidad
Cada día, al pasar por el umbral de la oficina, me veo enfrentado a una importante pregunta: ¿dónde me voy a sentar hoy? Como no tenemos puestos asignados, en teoría me podría sentar donde yo quisiera. El problema yace en que, a la hora que llego, casi todos ya llegaron y se sentaron en los puestos que más me gustan. Si tengo suerte, me puedo sentar frente a la pantalla con una rejilla abajo, la cual levanta el monitor a una altura ideal para estar cómodo todo el día. Si no, debo escoger alguno de los otros asientos en el primer piso o, en el peor de los casos, tengo que subir las escaleras para poder encontrar un puesto vacío (por lo menos en el segundo piso no me tengo que parar a abrir la puerta ocasionalmente, así que tampoco es tan terrible como lo hago parecer).
Una vez instalado, ajusto todas las cosas que necesito en el computador y me pongo a trabajar en lo que sea que tenga pendiente o reviso las tareas que aun no han sido comenzadas en Asana por alguien más. Como trabajo en mantención y soporte, el trabajo casi siempre significa corregir alguna funcionalidad que esté fallando, mejorar la usabilidad de los usuarios con cambios pequeños, revisar y optimizar procesos poco eficientes, entre otras cosas.
Semana por medio, el proceso recién relatado de elección de asientos es postergado hasta el medio día debido a las reuniones periódicas que tenemos con el cliente durante la mañana del miércoles, donde conversamos sobre las tareas realizadas en el último tiempo y aquellas a las que se le dará prioridad durante el siguiente periodo de trabajo.
Reuniones con la comunidad
Ya sea que hayamos salido a reunión o que haya estado trabajando durante la mañana, entre las 12:30 y las 13:00 varios de la oficina vamos a comer al "Crutón", un local de comida tipo buffet con el que tenemos convenio (o "Guatón" según nosotros, por las grandes cantidades de comida que sirven). Si bien la comida aquí es bastante buena, desde que me volví vegetariano hace unos meses se volvió un suplicio ir a este lugar, ya que significa comer guisos sin mucha de distintos sabores casi toda la semana (usualmente esa es la única opción vegetariana que ofrecen). A pesar de lo anterior, como la oficina cubre una parte del almuerzo en este lugar, mi bolsillo logra convencer a mi estomago todos los días de que es una buena idea comer aquí (además que las empanaditas de queso de los viernes son bien buenas).
Luego de comer, usualmente con un grupo colegas hacemos importantes reuniones con gente de la comunidad (también conocido como: salimos a jugar Pokemon Go) o, en caso de que no hayan temas que tratar (Pokémon interesantes que atrapar), nos quedamos haciendo una retrospectiva en la oficina (jugamos Super Smash, Mario Kart o vemos videos entretenidos o interesantes) donde solemos incorporar a más personas para hacer de estas lo más provechosas posible.
El esfuerzo siempre será recompensado
Terminadas las reuniones del almuerzo, todos vuelven a los temas en que estaban trabajando antes de salir a comer. Las tardes fluyen sin mayores percances a menos que se escuche el sonido de la perdición, lo que usualmente significa que ocurrió algún problema que se debe solucionar con urgencia. Si todo sigue normal, cada quien sigue avanzando en sus temas y las aplicaciones y procesos van mejorando más cada día.
Ocasionalmente se organizan algunos eventos en la oficina durante las tardes: cumpleaños que pasan después de un canto desafinado y de un soplido lastimoso (siempre se nos olvida comprar velas, así que terminamos apagando un encendedor), capacitaciones en distintos ámbitos profesionales y/o personales, charlas técnicas internas o externas, reuniones sobre temas de la oficina o de la operación habitual, entre otras cosas varias en las que participan aquellos que están interesados.
Eventualmente, en algún momento de la tarde suelo sufrir de una de dos cosas: hambre, porque no comí suficiente, o sueño, porque comí demasiado. En cualquiera de los dos casos, aprovecho la oportunidad para salir y despejar la mente yendo a comprar algo para picar y/o un café para despertar.
Todo lo bueno tiene que acabar
Cuando ya llega la hora de irse guardo el computador, cargador, teclado y mouse en mi mochila y me dispongo a salir (la última vez que dejé estas cosas en la oficina los ocupó otra persona, lo que llevó a una gran pelea y… bueno, solo digamos que soy yo el que está escribiendo esto ahora y no esa otra persona). Al tener todas las cosas importantes guardadas donde corresponde, me despido de quien quede en la oficina (si hubiera alguien) y me dirijo a hacer la habitual fila para poder entrar al metro.
El camino a casa transcurre de la misma manera que el realizado a la oficina (aunque un poco más lento) y culmina conmigo llegando a casa y haciéndole cariño a mi perro, quien espera emocionado al otro lado de la reja.
Una vez adentro, reviso qué voy a comer o cocinar e inmediatamente me pongo a realizar actividades recreacionales de distinta índole. Cuando finalmente sucumbo al sueño, me reubico a mi cama (si es que no estaba ya ahí) y procedo a dormir hasta que tenga que empezar todo el proceso de nuevo al día siguiente.
Buenas noches.