De emociones y elecciones.

Nuestro voto antes de ser razonado es emocionado.

Ricardo Gómez Solís
6 min readApr 26, 2018

Detrás de las campañas presidenciales o mejor dicho, de la toma de decisiones por parte de los ciudadanos frente a las elecciones, hay singulares acciones que es interesante observar desde distintos puntos de vista.

Foto: El Financiero

Toda acción es precedida por una emoción, y como tal, el voto no es ajeno a esta fórmula. Las decisiones electorales, por lo tanto, se toman desde una emoción que a su vez proviene de un juicio, una forma de pensar particular de observar la realidad y las posibilidades existentes.

Podemos observar dos emociones básicas que influirán e influyen ya específicamente en las elecciones presidenciales de México: el miedo y el hartazgo.

Imagen: Okdiario

La emoción básica del miedo proviene de la idea de “es posible que pierda algo que me importa”. Así que básicamente es una emoción que desconecta por completo del presente dado que lo que creemos que va a suceder aún no sucede y no tenemos la capacidad ni control de saber si efectivamente sucederá. Es una emoción que se engendra quizás en la discapacidad de enfrentar la incertidumbre o la supuesta pérdida de cierto tipo de confort; confort que no necesariamente sea del todo cómodo, sin embargo accionamos desde el “puede estar peor”.

El miedo es bastante funcional cuando protege aquello que amamos, cuando cuida de nosotros, cuando se ocupa de nuestra dignidad; nos hace huir de aquellos espacios en donde nuestra integridad se puede poner en peligro; más sin embargo esta emoción deja de funcionar cuando gobierna todas nuestras decisiones y la invitamos o le abrimos la puerta para que sea ella el cristal por el que observamos la vida. Elegir a un candidato desde el miedo es una opción; más nada nos asegura el escenario siguiente, nada ni nadie nos puede afirmar que, aquello por lo que tememos, se vaya a eliminar gracias al miedo.

Podemos temer el posible gobierno de una persona como López Obrador y desde cierto punto de vista es un miedo fundamentado en las declaraciones que ha emitido, usando frases como quitar a los tienen más y dar a los que no tienen, más también es, de los cinco candidatos, el que más se ha salido de un esquema tradicional en lo que respecta a las propuestas. Los otros dicen: hagamos más de lo mismo que se puede traducir en un “hagamos más de lo que no ha funcionado”. AMLO es un hagamos lo que nunca hemos hecho. Dicho de esta manera puede parecer una opción viable y atractiva, más la experiencia que muchos tenemos de él, es que no sostiene su palabra y que puede decir una cosa y luego otra. Eso, emocionalmente, genera desconfianza y mayor incertidumbre.

Imagen: Quino

Por otro lado tenemos la emoción del hartazgo, que en su base es coraje, rabia, enojo. Esta emoción básica nace de lo que consideramos injusto y nos impulsa a buscar justicia. Es un “ya no más de lo mismo” en nuestro lenguaje. Es la emoción que defiende más nuestra dignidad como personas, la que hace que las cosas sucedan sí o sí. Es la emoción que nos permite decir NO en donde no lo habíamos dicho y darle espacio al SÍ en aquellos espacios que deseamos o ambicionamos. Es una emoción que funciona para cumplir metas y descartar limitantes de nuestras mentes.

Ahora bien, tomar decisiones desde el enojo no siempre nos traerá como resultado la justicia dado que pasa lo mismo que con el miedo, no sabemos ni sabremos nunca el resultado de nuestras acciones hasta que las ejecutemos. Sin embargo al coraje-hartazgo poco o nada le importan la certidumbre y el futuro. Es una emoción que da poco espacio para el análisis y quizás sea la que a menos distancia se encuentra de la ejecución de una acción. Si alguien está completamente harto-enojado seguro actuará; en caso contrario no es solo enojo lo que siente.

Creo que nuestro país se encuentra mayormente en este último espacio emocional. Son tantas las que nos han hecho que ya no queremos permitir más injusticias y desde allí creo que AMLO tiene tanta fuerza; quizás sus propuestas no sean racionalmente viables, más desde el enojo es la opción más adecuada para muchos.

¿Cuál es la emoción-elección correcta? Ninguna y todas. El futuro no lo podemos saber. Más si podemos hacer consciencia respecto al espacio del cuál provienen las decisiones que tomamos y actuar en responsabilidad: si nuestra decisión proviene del miedo y buscamos conservar lo que tenemos no esperemos resultados distintos a los que tenemos actualmente. Si nuestra decisión proviene del enojo y hartazgo y queremos un cambio radical en la forma en la que se ha llevado el gobierno hasta ahora, no esperemos certidumbre ni estabilidad, se vendrán remolinos con subidas y bajadas impredescibles. Seamos pues responsables de nuestras emociones, nuestras acciones y sus resultados.

Imagen: Psicocode

Más falta otro espacio emocional que creo que debemos de observar: la combinación entre miedo y hartazgo. Creo, a mi juicio, que en este espacio estamos quienes aún no hemos decidido por cuál candidato votar. Estamos entre el no quiero perder y ya no quiero más de lo mismo y dicho sea de paso, es de los espacios emocionales que considero más hondos y complicados. Se vive, por ejemplo, en la indecisión del esposo (a) que no quiere dejar a sus hijos o romper su matrimonio, más, por dignidad, sea cual sea la razón, tampoco quiere vivir más al lado de su pareja.

Pareciera que fueramos jaloneados simultáneamente por dos fuerzas contrarias, de allí dos opciones que veo posibles: la apatía-resignación o la resolución, aceptándola como una opción llena de vulnerabilidad e incertidumbre.

La apatía-resignación nos deja en el mismo espacio, inmóviles; o al menos eso es lo que creemos, ya que lo que puede pasar es que dejemos de tomar las riendas de nuestra vida para dejárselas a alguien más… y ese “alguien más” vendrá a tomar decisiones por nosotros que no siempre nos favorecerán. Desde allí podemos darle rienda suelta a la víctima que todos llevamos dentro y hacer responsables a otro u otros de nuestras desgracias económicas, familiares o personales. Esta opción se traduce, en términos electorales, en aquellos que no votan, que no participan activamente en la toma de decisiones o que viven simplemente al margen.

Y está la otra opción, la opción de ir por lo que creemos es la mejor opción, aún sabiendo que no sabemos si será o no realidad. Es la decisión que aporta paz en medio de la incertidumbre, es la decisión conectada al no saber y enraizada en el presente, siempre en el presente; lejos de conflictos supuestos o miedos que aún no son verdad y quizás nunca lo serán, o sí.

Esta última opción puede ser para muchos la más difícil, ya que no estamos acostumbrados a aceptar que no sabemos lo que pasará y nos encanta opinar y tener la razón al final del día. Basta ver el remolino de conversaciones en redes sociales para darnos cuenta que estamos enamorados de la certidumbre de jugar para el equipo que va a ganar. Más lo vuelvo a reiterar: nada ni nadie puede asegurarnos un futuro tal y cuál lo queremos, o tal y cuál nos lo prometen.

Solo hay un ahora, y si en ese ahora hay miedo, hay coraje o hay hartazgo simplemente reconócelo y regresa al ahora. Las campañas presidenciales hablan del pasado y hablan del futuro… Más nada ni nadie, ningún presidente, gobernador o autoridad, podrá nunca asegurarte mejor vida de la que ya tienes HOY entre tus manos ya que es la única… Las elecciones pasarán, otro gobierno vendrá y nuevas cosas sucederán sea cual sea tu decisión.

Por lo tanto, es mi deseo que nuestro próximo voto (o no voto) sea realizado desde un mismo deseo: el bienestar propio, de nuestro país, nuestro mundo, nuestra humanidad completa… ya del futuro nos haremos responsables, o no.

Decisiones que te traigan paz y presente es lo que te deseo.

Ricardo Gómez

ricardogomez@synergialife.com

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