COVID-19. Lo que se cuenta en mis redes. Parte V.
La debacle
Hace unos años leí Good Omens, de Neil Gaiman y Terry Pratchett, luego regalé el libro a un ex-alumno que se ha convertido en un buen amigo. Hace dos años volví a comprarlo, cuando la serie en Amazon estaba por estrenarse.
No me había interesado ver la miniserie, hasta que me anunciaron que mi período de prueba de Amazon Prime, gratuito, estaba por expirar. Debo decir que me gustó, los pequeños homenajes a personajes y hechos de la década que va de 2009 a 2018 me parecieron muy pertinentes y la musicalización me encantó.
Desde que leí la novela, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis moderno me parecieron muy relevantes y ya presentes en nuestra vida: el hambre (que no es solamente la ausencia de comida), la guerra, la contaminación y la inevitable muerte. Los primeros dos se han manifestado desde el inicio de la humanidad. El tercero se ha hecho cada vez más visible, asociado con los precedentes, por lo menos desde la década de los 70, presentado al público a través de películas como Cuando el destino nos alcance, Zardoz, y similares. La muerte nos acompaña desde el día en que somos concebidos, aunque nos cueste reconocerlo y nos aferremos no solamente a la propia vida sino a la de cualquiera que esté en nuestra lista de afectos. Dejar ir es la última y más dolorosa enseñanza, aprendí en mi adolescencia leyendo a Hesse.
En este país, en este momento, esos Cuatro Jinetes cabalgan abiertamente. Es el fin de un mundo.
Para muchos, es el fin de sus ilusiones y esfuerzos por lograr educar a sus hijos, comprar una casa, salir de vacaciones, disponer de servicios de salud privados, etc. La economía está destrozada y, según dice Forbes, se prevén unos 12 millones de nuevos pobres al terminar la pandemia; mientras, Fernando Cota dice que se pronostica que, en general, seremos 10% más pobres que en febrero pasado.
La pandemia, la que el pejidente de la República dijo que le había caído como anillo al dedo apenas hace dos semanas, ahora es la única responsable del desastre económico al que nos ha conducido la serie de errores en la toma de decisiones y el aferrarse a cumplir los caprichos que manifestó desde el inicio, destrozando fuentes de empleo, grandes proyectos de infraestructura y desmantelando ciencia, arte, cultura, educación y lo que sea necesario para tratar de reunir los fondos que su administración requiere para rescatar Pemex, construir su Tren Maya, su Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y comprar dos estadios de beisbol, además de los fondos que requiere para sostener su programa de becas y apoyos los cuales, según se ha reportado, no pueden comprobarse más que en un 5%.
El fideicomiso para cine fue rescatado por los tres directores que han ganado premios Oscar, Del Toro, Iñárritu y Cuarón. Lamentablemente no tenemos tres premios Nobel que ayuden a rescatar las instituciones de investigación como el CIDE, el Colmex, el Cinvestav, entre los más destacados internacionalmente.
El hambre deja ver sus estragos en eventos que, para muchos, pasan desapercibidos porque, como comenta un joven: “no paso por el centro de la ciudad ni he leído las noticias de Nueva York”. Pero la evidencia está ahí, a través de las redes: la gente que ha aprendido que bloquear carreteras sirve para hacerse escuchar o para obtener dinero, a lo largo de muchos años, ahora obstaculiza las calles del centro histórico de CDMX para dar el paso a cambio de unas monedas. Es hambre, no tienen trabajo y no tienen calificaciones que les permitan prever que serán contratados en un futuro próximo. Un grupo muy afectado es el de las empleadas domésticas, sin seguridad laboral.
Lo de las ratas agresivas, en Nueva York, es otro signo: hambre de los roedores que se traducirá en otro tipo de enfermedades.
La guerra, por su parte, se vive día a día en los feminicidios, por ejemplo. Pero también por los actos de las bandas criminales coludidas con fuerzas federales. Es otro de los puntos en los que este gobierno falla. Como cualquier otro dato que vaya en contra de sus opiniones personales, el presidente niega el aumento de los casos de violencia doméstica, externándolo en una de sus conferencias mañaneras; el “paliativo” a sus declaraciones se concretó apenas el lunes 25 de mayo en una ridícula campaña que buscaría contener el machismo y la violencia que se ejerce contra las mujeres: Cuenta hasta 10.
En lo que respecta a la pandemia, los números son contundentes, por mucho que el ejecutivo quiera negarlos -a pesar de que son los datos oficiales de los que, se sabe por ellos mismos, subregistran los casos.
Nuestro mesías bananero quería tenerla domada para estas fechas, de manera de abrir la economía y de volver a las actividades casi normales, pero resultó ser una yegua salvaje y el jinete que tiene a cargo está más ocupado en presentarse como socialité, seductor y ganador de méritos a los que, dice la realidad documentada, se presentó él mismo como opción nacional.
Apenas el pasado 25 de mayo López-Gatell “autorizó” el uso de cubrebocas, durante su conferencias vespertina, algo que había descalificado y desautorizado desde el inicio de la crisis de salud.
La población, sin embargo, no parece querer atender ninguna recomendación. No es, necesariamente, falta de “educación de calidad” sino de que no han aprendido nada, ni siquiera el respeto mínimo por la vida de los otros, como lo evidencian los alumnos del Colegio Lux, de inspiración jesuita, uno de los colegios más solicitados por los padres de familia de la élite de esta ciudad de León, al celebrar su último minuto como alumnos del bachillerato. A las críticas, los padres de familia de estos jóvenes han respondido, en sus grupos de WhatsApp, felicitando a los jóvenes y lamentando los comentarios.
Aunque se había determinado que el regreso a las actividades normales sería el 1 de junio, el mismo López-Gatell tuvo que recular, al tiempo que reconocía que se viene una segunda ola de coronavirus y una de influenza. Sin embargo, su patrón ha decidido reanudar sus giras por la república, en aras de ganar parte de la aprobación que él y su partido han perdido como consecuencia del mal manejo de las crisis, de salud y económica y de reafirmar su voluntad por llevar adelante sus proyectos caprichosos. Como los estudiantes de bachillerato, antepone sus deseos a la realidad nacional.
