Crónicas confinadas a fuego lento I

Las azoteas de Sevilla en tiempos de Coronavirus

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Acuarela digital/ de Manuelpielroja

En los tiempos gloriosos de Pata Negra, cantaban los hermanos Amador en “Rock del Cayetano” -esa mítica coplilla polinganera y canalla - aquello que “Sevilla tiene dos partes, dos partes bien diferentes, una la de los turistas y otra donde vive la gente”.

Viene al caso esta reliquia musical a que en estos días es un hecho que ambas partes de Sevilla no son tan diferentes porque ambas están desiertas, tanto de turistas como también de residentes…

Fotografía de Nieves Diego

…pero en las azoteas en tiempos de coronavirus ( y antes) aún sí que “vive la gente”.

Como todos estos días de confinamiento en todos los rincones de este país (mare mía, cómo hemos podido vivir todos estos años sin usar este palabro) a las ocho de la tarde , muchos vecinos salen a aplaudir a sus ventanas y balcones (en algunos cuelgan pancartas y dibujos de infantes con el arcoiris) en agradecimiento a quienes están en primera línea intentando frenar esta pandemia. Es el ritual, el ángelus de cada tarde. Y resistiremos un días más…

Fotografía de Nieves Diego

Y aparte de ventanas y balcones, también, como en tantas ciudades y localidades soleadas del sur, muchos vecinos subimos también a aplaudir a esos espacios tan nuestros y tan de la idisincracia de la ciudad como son las azoteas.

Nos dice el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana -el de Joan Corominas- que la palabra azotea viene del árabe suteih y este de sath (planicie, terraza). El árabe سطح saṭḥ “azotea, terraza, terrado, tejado plano” tenía en dialecto andalusí un diminutivo peculiar asuṭayyaḥ. Y que este asuṭayyaḥ a base de repetirse y repetirse haya derivado latinizado hacia nuestra azotea en lengua castellana.

Ay, las azoteas…

Esos refugios tanto comunitarios como privados donde hasta hace poco se subía exclusivamente para hacer confidencias, regar las macetas, para tender la ropa o guardar chismes en los trasteros, estos días (a pesar de que también se están legislando su uso en muchas comunidades) se han convertido en espacios liberadores donde hay sitio, con el cielo sobre nuestras cabezas para meditar al sol como un personaje de un cuadro de Edward Hopper en una, leer en otra, practicar artes marciales en la de acá, pilates en la de allá o hacer una maratón en la mia propia, como mi vecina del 3ºB que cada día sube y da vueltas y vueltas andando al perímetro de la azotea y cuelga una pinza de la ropa en el tendedero cada vuelta completada, para así saber cúantas ha dado. Ingenio de la necesidad. Ingenio de azotea.

Las pinzas cuentavueltas de mi vecina del 3ºB/ Acuarela digital de Manuelpielroja

Es difícil no emocionarse a veces, debe ser una especie de “mal de altura”. Es un momento especial, esperado y placentero que te hace reencontrarte con la gente, aunque sea un poco de lejos, aunque sea separadas por la mentada distancia social. Palabras como comunidad o vecindario cobran un verdadero sentido.

Fotografía de Nieves Diego

Hoy, Gregorio, un vecino de la calle de enfrente (las calles del centro son tan estrechas que casi se pueden los vecinos de un lado y otro dar la mano) ha improvisado desde su balcón una sesión de DJ colocando dos altavoces y pincha las peticiones musicales que le lanzábamos de una azotea a otra: tras la consabida Resistiré ( ya el himno oficial de este confinamiento) pudimos disfrutar del Help de los Beatles ( que por cierto, dieron su último concierto en la mítica azotea de los Estudios Abbey Road de Londres), temas de Fito y Fitipaldi, de Sabina o Chavelas Vargas, entre otros. Y es algo difícil de describir, esa voz rota de la Chavela rebotando en el cielo, en las azoteas, en la cal y en el blanco de las sábanas tendidas. Un mundo raro, muy raro …

Hay (sentido de la) vida en las azoteas…

A las ocho de la tarde, todas las tardes aún soleadas de la ciudad, sobrevuelan por las azoteas el eco de las palmas de los vecinos que aplauden que hasta suenan al unísono por tanguillos, sin duda, un gran y hermoso ruido para agradecer la gran labor y esfuerzo de nuestro personal sanitario estos días .

Fotografía de Manuelpielroja

Sin embargo, cuando no hay nadie, también es especial, cuando el silencio en las alturas solo es alterado por los escasos ruidos de una ciudad casi detenida, donde solo de tarde en tarde se escucha una lejana sirena, un perro que ladra o o un coche que pasa. Aquí y allá una perspectiva distinta de la cuidad. Antenas, terrazas, alguna veleta, las torres de las iglesias… “Un gran silencio hace un gran ruido” dice un conocido proverbio africano.

Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.

- Estrofa de “Retornos Del Amor En Un Azotea” de Rafael Alberti

Fotografía de Nieves Diego

Y luego está el blanco, ese blanco cegador de las sábanas tendidas, de las paredes encaladas…Ese blanco tan de la arquitectura del sur que transciende su significado como color para convertise en escenografía, en atmósfera, en una discontinuidad geométrica de alturas y aristas con luces y sombras que siempre remiten a nuestro legado andalusí, a la asuṭayyaḥ.

Fotografía de Nieves Diego

A propósito de azoteas, me viene a la mente el interesantísmo proyecto “Entretejas” aquí en Sevilla, una especie de festival programado en distintas azoteas comunales o privadas, que ha ido tomando forma hasta convertirse en una realidad cada año.

Proyecto apoyado a su vez en “Redetejas”, la red compuesta por todas aquellas azoteas privadas que quieran entrar a formar parte del programa. “El objetivo es que a través de la participación ciudadana las azoteas se convientan en nuevos microespacios culturales.

Las azoteas, un patrimonio (inmaterial) de la humanidad. Como decía el poeta gaditano, poblado estoy de muchas azoteas.

“Y ¿cómo se puede practicar el sihr [magia] sin una azotea encalada donde una luna subversiva inunde con su luz turbia los sueños de las mujeres?”, constataba mi abuela Yasmina escandalizada por la rigidez del cadí”

(Fatima Mernessi, escritora Marroquí, en su novela “Sueños en el umbral”)

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Manuelpielroja
#T5eS🌈 emergencia y esclavitud digital

El día que pierda toda curiosidad estaré decididamente acabado en este mundo. Educartista, docente y merodeador cultural . Deambulante periférico.