Limeña desde su balcón (Parte 2):

El clima para hoy

Mariana León
#T5eS🌈 emergencia y esclavitud digital
4 min readApr 27, 2020

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Quizás el artilugio más inservible para mí en el teléfono móvil (celular que le decimos en estas latitudes) es el pronóstico del clima. Esos gags comunes en las series televisivas respecto a olvidar el paraguas como signo de falta de previsión de un personaje son ajenos al día a día de un limeño. Lima tiene dos estaciones una de calor y una de frío, ni una ni la otra es muy extrema, no conocemos la lluvia, la nieve o los grandes vientos sino hasta que salimos de nuestra provincia. Sí sabemos, sin embargo, de una cosa y eso es de humedad.

Mientras estaba sentada en el balcón este último fin de semana y repasaba notas de amigos, noticias y tareas, empecé a notar que algunas cosas nuevas se anexaban a mi mesa de “teletrabajo”: pañuelos, la tetera de té, la mantita para las piernas. Termina abril y, aunque el sol sigue brillando, la humedad empieza a filtrarse y la sensación fría se cuela por los huesos.

Sentada en el balcón recibí no tan alegres noticias, un familiar dio positivo a COVID-19 y mientras hablábamos del tema recordamos momentos de una infancia que compartimos mientras de pronto nos encontrábamos adultas y muy lejos la una de la otra. Esa larga conversación me trajo a la mente a mi madre, que aún en la misma ciudad me veo a obligada a ver solo a través de una pantalla desde hace ya más de un mes, pero de pronto algo que no fue el recuerdo la acercó a mí, la sentí a mi lado, abrazándome. Me ha tomado varias horas darme cuenta de lo que logró que llegara a consolar mi corazón, es más he tenido que esperar a tomarme un descanso de la escritura para notarlo.

Medicinas para cuando el viento arrecia. El clima cambia en Lima, esta limeña está lejos de sus abrigos favoritos, pero de alguna manera estos se hacen presentes.

Perfumes en las manos

Me he parado a rellenar la tetera que me acompaña y al hacerlo he podido percibir un aroma emanando de mi manos: kion (jenjibre). He reído de lo simple. Y es que esta mañana mientras hablaba con mi madre me ha dicho “te oigo ronca, tómate un té con kion”. Curiosamente, no le he hecho caso sino hasta después de que para la comida me ha dado por saltar al estilo asiático unas coliflores. Aprovechando que ya pelaba un poco de la bendita raíz, he puesto un pedazo en la tetera, pero su aroma tan penetrante ha quedado en mis manos a pesar de haber pasado horas y de las muchas lavadas. Y sí, esto ha ocurrido tal cual como cuando mi madre usaba el ingrediente y luego pasaba la mano por mi cabello mientras hacía la tarea por las tardes.

Mientras me maravillaba de este descubrimiento, conecté con un lado de la familia que está muy lejos en una video llamada. Casi al final una de esas madres de la infancia le recordaba a la hija que se pusiera bien en la cámara para verle la cara y saber si ya estaba más recuperada… “Es que yo me doy cuenta de todo así”… y todos los de la generación siguiente hemos reído ante la irrefutable declaración. Y es que las cosas funcionaban de esa manera cuando era niña, estábamos enfermos cuando nuestra madre nos decía que lo estábamos y habíamos sanado cuando ellas se retiraban de nuestro lado. Crecimos así y ahora que no las tenemos cerca añoramos las sopas, los brevajes o, por decir la verdad, la calidez de sus presencias.

Repartidos por el mundo y muchos criando una nueva generación los que fueron niños conmigo y yo nos preguntamos si algún día nuestros hijos, ya adultos, hablarán y reirán cómplices recordándonos, si llegaremos a tener el mismo impacto.

Papel periódico y eucalipto

Si de cambio de climas y de humedad vamos a hablar, no puedo dejar de mencionar las plantillas de papel periódico y las vaporizaciones de eucalipto: “para que te abran el pecho, hijita”. Mi madre veía en mis ojos agotados y en mis bronquios exigidos el espejo de su propia niñez con asma y se esforzaba por evitarme el sufrimiento. Hoy luego de pedirme que me tome le té con kion me ha dicho que me ponga medias, “por favor”, y es que ahora no es como cuando pequeña que me forzaba a llevarlas siempre con zapatos bien cubiertos aunque yo quisiera andar descalza por la casa (y para ser honestos ahora mismo es así como estoy, pie al suelo).

Esa es la madre limeña que he recordado hoy, de opiniones claras, de voces fuertes, de cocinas y de hijos controlados con miradas. Madres de poco tiempo disponible, de poca vida social pero que le sacaban partido a cada reunión familiar. Madres que incluso ahora a través de Zoom mantienen el mismo espíritu, de miradas penetrantes y oídos que no dejan escapar detalle.

No sé si es porque hace frío y echo de menos el abrazo, si la sopa añorada por mi familiar enfermo me lo ha hecho recordar o si el que la cuarentena se haya extendido hasta el día de las madres o todo junto sea lo que guía esta página. Pero el balcón me ha llevado a otro que conocí antes, el de la abuela que nos miraba el domingo partir a nuestras casas después de la visita. No creo que esto sea solo algo de Lima, me atrevo a decir que será de todas las ciudades libros que en este espacio se presentan, pero es así como lo recuerda esta noche esta limeña.

Nota: Después de tomarme el té con kion mis oídos se destaparon al liberarse la congestión que me genera la sinusitis alérgica y mi voz se aclaró… qué puedo decir, solo ella, mi madre, sabe que algo no va bien, incluso sin que yo lo sepa y con solo escucharme decir “aló”.

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Mariana León
#T5eS🌈 emergencia y esclavitud digital

Eterna estudiante tratando de aprender. Profesora de comunicación efectiva en Lima-Perú. Estudiante de turismo y siempre editora independiente.