Montevideo y la pandemia. Parte 10

Todo puede empeorar. Existe un concepto diferente de la salud, indivisible del social…

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Todo puede empeorar. Existe un concepto diferente de la salud, indivisible del social, que estudia que una sociedad se enferma tanto de un virus como de pobreza, o mejor dicho, que un microorganismo puede ser el desencadenante biológico pero que la enfermedad es social. Algunos malentendieron eso como que “los ricos no se enferman”, y es un error, si se enferman y mueren, estadísticamente, de forma distinta, se desencadena igual pero sólo en eso se parecen. Un enfermo crónico controlado, una cuarentena en un campo de lujo, un respirador para cada usuario, un hospital cercano, un test gratuito y repetido las veces que sea necesario, es distinto a la vida de un obrero informal o un vendedor ambulante. En los campos de refugiados saharauis, lugar libre de pandemia, el consejo universal de lavarse las manos es mirado como una mala broma por los que viven en medio del desierto.

Cuando el gobierno uruguayo habla de manejar un mando de la salud, otro de la economía y otro social, comete una omisión, es toda la misma perilla. Pero si bien esto ya está asumido, así como el concepto de “nueva normalidad”. Se está desvaneciendo la esperanza de una incertidumbre y cada vez más se afianzan nuestros peores presagios.

Aparecen casos de enfermos y hasta muertos por infección respiratoria de origen virósico, con la aclaración al margen de “no es coronavirus”. Pero lo cierto es que queda lejos, por ahora, la sensación de un colapso del sistema sanitario. Curiosamente, en lugar de señalarse como un éxito del sistema nacional integrado de salud se prefiere una explicación antigua y rancia. Hubo un “líder”. En los países latinoamericanos está muy instalada la figura del prócer, Bolívar, San Martín o Artigas, los libertadores de América, los 33 orientales (ni 34, ni 35, para los que les gusta la numerología). Caudillos, hijos de extranjeros que liberaban con la misma soltura a los criollos, los indios y los negros esclavos. El Uruguay de hoy, tiene una masa de votantes que busca eso en la izquierda, y otro que lo busca en la derecha. “Dejen trabajar al presidente” dicen en las redes, como si se tratara de un niño con déficit de atención y cómo si manifestar que no se está de acuerdo con una medida, fuera a modificar algo, o a distraerlo. Como si quienes no lo votaron fueran una mosca y no la otra mitad de país en que todos conviven. Para pero, siempre puede ser peor, se habla de “huevos”. Tener “huevos”, actuar con “huevos”, decidir con “huevos”. Además de machista y patriarcal dando cabida a una triste verdad, esta pandemia sirvió para tomar decisiones caprichosas, como se dice en Andalucía, “por cojones”, que no es lo mismo que “con”.

Pero todo puede ser peor. Se instala, y se festeja en la TV, la vuelta de las “ollas populares”, para que los pobres no pasen hambre, dicen. Ya no hace falta el Estado. Se celebra la solidaridad, o mejor todavía, la caridad. Ya nadie plantea sacar de la calle a quienes viven en la calle sino ayudarlos, a seguir en ella, eso sí, con un bono de unos 30 euros por mes, durante este mes. Canastas solidarias, compradas por jugadores de fútbol, con el mismo criterio que Susanita a de Mafalda, una paquete de fideos, un aceite de girasol y “un par de cosas más de esas que consumen los pobres”.

Al fin y al cabo, en un mes, y con un impacto mucho menor de los países vecinos, las empresas pudieron “limpiar” sus plantillas con una eficacia que ni con alcohol en gel. Hubo despidos, jubilaciones anticipadas y mucha gente en el seguro de paro, incluso de las empresas que no detuvieron su actividad. Me atrevería a decir, sobre todo de las empresas que no detuvieron su actividad, este mes, porque recordemos que sólo pasó un mes.

Dicen que va a ser obligatorio llevar tapabocas en transporte colectivo y para entrar a los supermercados. No está claro como lo van a controlar. Acaba de fallecer un hombre que se contagió en un barco que cruzaba a Buenos Aires en que venía un joven con síntomas recién llegado de Europa. En plena cuarentena (voluntaria, no como lo del tapaboca que es obligatorio), ese joven se enteró que era positivo en coronavirus, según él mismo, durante la travesía. El barco fue puesto en cuarentena en Argentina. O sea que estrictos controles no impidieron que ese señor octogenario que lamentablemente falleció, volviese a Uruguay, y trascurriera la enfermedad y su fatal desenlace a miles de kilómetros del lugar de contagio. Va a ser obligatorio el tapabocas para entrar a consumir pero no pudieron controlar que una mujer con test positivo se quedara en la casa y fuera, en autobús por supuesto, a tomar mate a San José.

El presidente de la administración de los servicios de salud del Estado recomienda salir a pasear, ante el estupor de las familias que hace 5 semanas estamos encerradas, Y ante la pregunta de un periodista de si no creía buena idea hacer test aleatorios en el personal de salud, teniendo en cuenta que la mitad de los casos activos son de ese sector, su respuesta fue “que buena idea, no lo había pensado”. No tendrá clara la deuda de los servicios públicos, pero si decidió echar a directores regionales, eso llevó a que muchos otros directores de hospitales, etc. pusieran sus cargos a disposición, para plantear, el mes que viene, su renuncia.

Cuando un periodista le preguntó al presidente, ¿por qué si fueron electos en diciembre, no tenían directores de su sector político en marzo? Los podrían haber nombrado antes de la pandemia y no generaban que muchos cargos afines a la izquierda se vieran dirigidos por un sector de la derecha (dentro de la coalición de derecha). La explicación la sabemos, ha sido difícil conseguir gente para los cargos porque todos ya tienen puestos en el sector privado (que paga mucho mejor que el público). La salud privada es un gran negocio. Por eso se juntó tanto dinero en el “Fondo Coronavirus”, que ahora no sabemos en qué se gastará. El caso es que ahora, en plena crisis, porque lógicamente todo el día se discuten políticas de actuación, se encuentran con la necesidad de buscar esos directores. ¿Quieren saber que contestó el presidente a esa pregunta, de por qué el gobierno no había nombrado esos cargos?:

“No somos perfectos, nos equivocamos”. Con sus cojones. Podía haber sido peor, podía haber dicho que no le dieron los huevos. Somos un país pequeño, tampoco es tan grande la canasta.

La TV hace una cobertura del regreso voluntario a las escuelas rurales. Las cámaras y los periodistas esperaban los niños y niñas de esas zonas alejadas y libres de casos. Ahí estaba de pie, la maestra con su tapaboca. El reportero iba a hacer notas. Se podía oler la “nueva normalidad”, el regreso a las clases ya estaba allí. En una de las escuelas de los 30 niños que esperaban fueron 3. En otra de ellas, en que se había evaluado como indispensable para “ayudar a las familias”, midiendo el riesgo y el beneficio, tomando la difícil decisión de dar ese paso, pensando en la gente, no fue nadie. Ni un solo niño. Ni una sola niña. Estaban ahí la maestra con el tapabocas, y el reportero con su cámara, que con la mascarilla ya no se puede afirmar si sonreía o no.

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