Montevideo y la pandemia. Parte 13

La actividad es casi normal, dice la Tv.

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La actividad es casi normal, dice la Tv. Pero no hay espectáculos públicos, fútbol, ni escuelas. Nadie sabe muy bien que protocolos hay que seguir. Muchos tapabocas, la gente se esquiva. Por momentos es un poco ridículo. En el aire está la sensación que la pandemia no llegó, pero está por ahí, agazapada. Nunca hay más de 10 casos nuevos según el Sistema Nacional de Emergencia Sanitaria. La construcción sigue su marcha. Los científicos están contentos, el gobierno está contento. Una obra tiene que cerrar porque hay siete casos. Hacen test en otros colectivos y dan negativos. El virus no se expande como en otros lados y nadie sabe muy bien el motivo. Se dice de todo, que es por la poca densidad de población o por el agua caliente del mate. También dicen que no es el mismo coronavirus de Asia. Es otra cepa, que se sepa. Algunos médicos se extrañan de que pasados los 14 días los positivos siguen dando positivo. Lo cierto es que el colapso del sistema parece poco probable.

Entre las características más llamativas del coronavirus uruguayo es que sabe de fronteras, incluso de las invisibles. A diferencia de la frontera con Argentina (que es el estuario del Río de la Plata y el extenso Río Uruguay), la frontera con Brasil (por ejemplo en Rivera, la llamada, “fronteira da paz”) es una calle. Muchas ciudades tienen un lado uruguayo y uno brasilero, basta con cruzar de acera para cambiar de país, o el caso de Quarai y Artigas, separadas por un puente sobre el Río Quareim, las dos ciudades están a 12 minutos de distancia. Quarai tiene dos muertes y veinte casos de coronavirus. Artigas ninguno.

La situación del interior y de la capital parece diferente, y de nuevo la explicación parece ser que Montevideo tiene la mitad de población que el resto del país. En el interior el distanciamiento social es inevitable. Aún así, con ese panorama alentador, el gobierno da una conferencia de prensa exclusivamente para el interior. Una idea muy elogiable, pero que fue empañada por una pregunta que le hicieron al presidente en dicha conferencia. Desde el 2012 el aborto es legal en Uruguay, derecho adquirido durante el gobierno de Pepe Mujica. Uno de los medios le preguntó si como cristiano, iba a hacer algo al respecto. El presidente dijo que era una ley, y que ese mismo año habían intentado hacer un referéndum y no habían juntado las firmas necesarias, pero que aun así, tenían una agenda “pro- vida”, que iban a cumplir. Sus dichos fueron festejados por el obispo de Montevideo, por el que preguntó (que resultó ser un pastor que hace un programa religioso) y por otros siniestros personajes de la parte más reaccionaria del país.

¿Qué tiene que ver esto con la pandemia? La única relación es que el enorme movimiento social y feminista uruguayo hubiera salido esa misma noche a la calle a manifestarse en contra, en cambio todo se resumió a posteos en facebook y tweets llenos de rabia. Una agenda “pro vida”, o sea una serie de medidas que recortan por la vía de los hechos esa ley, que se suma a la instalación de la caridad, la protección a los grandes capitales, la inflación, la suba del IVA del 18 al 20 %, el ajuste de tarifas, la suba descontrolada del dólar. El mundo cultural, mientras tanto, hace trasmisiones gratis por las redes sociales.

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