Montevideo y la pandemia. Parte 16

La conclusión, sin embargo, es igual de dura con nosotros como sociedad. Preferimos la superstición a la ciencia.

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Tardó pero llegó el día en que las conferencias de prensa la dieron los expertos que asesoran al gobierno. Fue tranquilizador porque se vio por primera vez que había “algo” más allá de la política atrás de las decisiones. La conclusión, sin embargo, es igual de dura con nosotros como sociedad. Preferimos la superstición a la ciencia. Nos es más fácil confiar en la “valentía” de un político, que en los datos. Hay tanta sed de certezas que dejamos de lado la verdad, porque la verdad es cambiante, frágil, abierta, incierta.

Ellos afirmaron que el retorno al colegio es posible, los niños no son el factor de contagio. O sea, la única explicación del poco avance que la pandemia tiene en Uruguay los expertos dicen que no tuvo nada que ver. Entonces comenzó a suceder, no era el mate, ni que fuese obligatorio tener la BCG, no hay nada inmunológico, no es por las medidas, no es porque hayamos hecho la cuarentena voluntaria bien hecha, ni por obedecer los exhortos, (porque todos sabemos que nada de eso se hizo bien), el virus está por aquí, pero recién está llegando. Obviamente entró por Brasil, por la frontera terrestre, de un día para el otro aparecieron doce casos y dos muertes en Rivera. Entonces se derrumbaron todos los mitos. No hay nada especial en Uruguay, el virus avanza como en todos lados. Y acá debemos hacer un apunte. Rivera, la frontera con Brasil, lejos de Montevideo, la capital, en un país pequeño y con pocos habitantes, no sólo no tiene librería (personalmente es el síntoma de pobreza), sino que está lleno de tempos evangélicos, pero lleno. Tan arraigado está que, en plena pandemia, no pudieron evitar reunirse para pedir protección al espíritu santo. Resultado: El foco de contagio fue una ceremonia religiosa.

Las desigualdades sociales en el mundo son terribles. Uruguay, lejos de ser distinto, ha marcado al extremo esas diferencias. Los ricos, la clase media, los pobres. Como el primer brote fue de los ricos que vinieron de un viaje por Europa, se puedo localizar, es gente que en sus amplias casas con piscina y sus ahorros, pudo hacer la cuarentena. Las muertes duelen y no saben de fortunas, pero a nivel de Salud pública, ese foco, importante, generó la suficiente alarma social como para hacer que se adoptaran medidas que impactaron fuertemente en las clases medias, que como suele pasar en las crisis, quedaron tambaleando en su estatus (cuando no cayeron en la pobreza, otra vez). Como resultado la pandemia se frenó. Sin fútbol, sin aglomeraciones, sin centros comerciales, cines, ni teatros y más allá de lo que dicen los expertos, sin las familias yendo y viniendo con los niños y niñas por las calles. Si los pequeños no van al colegio, se quedan en casa con un adulto que los cuide, eso baja sensiblemente la frecuencia de circulación de gente y por lo tanto del virus. El único factor diferencial que ha explicado, hasta ahora, la realidad uruguaya en la pandemia es la poca concentración de gente. Además de poca población, estamos muy dispersos, eso, sumado a medias tomadas a tiempo por la alarma que saltó precozmente, y las medias de higiene habituales en gran parte de la población, hizo que por ahora la situación pareciera bajo control.

Día a día el mapa muestra que la pandemia baja, cada vez más al sur. Con un gran foco en Brasil, con su presidente negando que haya un problema, a punto de batir un record de contagios y muertes. La pandemia sigue dando lecciones crueles. Sus tiempos no son los de la televisión los medios, el virus se toma su ritmo para avanzar. No le importan las fronteras, ni los ricos o los pobres, jamás pregunta que votó la persona a la que enferma. El sistema no sabe reaccionar. Nosotros salimos igual a como entramos. No nos mejoró nada. Ni la cuarentena, ni el miedo. Nos falta reflexión colectiva, respeto, por los otros, por el medio ambiente. Nos falta distribución, de los medios, de la riqueza. Nos falta equidad, justicia. Nos sobra soberbia y superstición. Nos falta estudio y ciencia.

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