Montevideo y la pandemia. Parte 19

La hipocresía no tiene fronteras.

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El presidente de Uruguay es entrevistado por los medios argentinos, opositores al vecino gobierno. Recurren a la estrategia de elogiar, en exceso, que Uruguay haya optado por la cuarentena voluntaria, como si ella fuera la explicación de que estuviésemos llegando a tener 0 casos. Intentaban comparar un país con una población 15 veces mayor y mucho más densa, intentando elogiar la conducta “liberal”. En una actitud irresponsable, la agencia de comunicación del gobierno accede a esas entrevistas y participa del juego en el momento en que Argentina está llegando al pico de contagios y muertes. El argumento es que eso atrae inversores. El gobierno, preparando el campo para la crisis económica inminente necesita esa medalla, “la pandemia va bien gracias a nosotros”, y como segundo recurso (a veces primero), la “herencia recibida”.

En este caso, por suerte, la influencia de la política uruguaya en la región es tan baja que los argentinos no salieron en masa. Su presidente iba a tener que sostener su argumento para una cuarentena obligatoria, cuando nadie le hizo al presidente uruguayo la única pregunta válida ¿era aplicable otra medida en Argentina?”. Hubiera contestado “no me corresponde a mi…blabla”. La excesiva politización de la pandemia se paga con vidas. El objetivo de la cuarentena es que haya distanciamiento y la gente no circule. En Uruguay fue voluntaria pero entre que no había educación, futbol y espectáculos públicos y que mucha gente trabaja para el Estado, se generó un efecto similar. El presidente dice que la cuarentena obligatoria afectaba al que “salía a buscarse el mango”, es falso. El que “sale a buscarse el mango” podría ser una excepción, al que amparaba era al empresario que aunque sus obreros tuvieran la voluntad de “quedarse en casa” no podían hacerlo por miedo a perder empleo. Si fue complejo tener una cuarentena obligatoria en Argentina (por su densidad, idiosincrasia, etc.) imaginen si fuera voluntaria. No es un ejercicio difícil, está el ejemplo en Brasil o en EEUU.

Un día después de las entrevistas, Montevideo registra brotes en varios puntos. Los casos se disparan, llega a puntos altos, como si el pico aún estuviera por llegar. En medio del invierno, con las escuelas funcionando, con los centros comerciales abiertos, con la gente que no perdió el empleo yendo a trabajar. Lo único que sigue cerrado son los centros culturales, ya que para la economía de mercado la cultura no es la prioridad.

El gobierno, que decía que el éxito era por ellos, declaró que esta situación es culpa de la gente. “Se relajaron”, señalaron. Como uno de los brotes es en centros de salud, las mismas manos que aplaudían (siguiendo la orden mundial ya que aquí aún no habían sido necesarios gestos heroicos), empezaron a señalar a los sanitarios como portadores de males. La hipocresía no tiene fronteras.

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