Un sabor agridulce me quedó en los labios cuando lo vi esfumarse en las primeras horas. Me asombré cuando desembarcó en mi casa unos días después. Se quebró la sentencia del segundo encuentro. Fue como una fiebre, como una venganza. — Por Reinaldo Cedeño Pineda ―¡No soy gay!, me dijo entre lágrimas. ¡No lo soy!, repitió con fervor. Y casi me convenció… Era muy tarde, era muy lejos, así que tendría que quedarse. De amante pasé a terapeuta. Lo consolé como pude, le dije que una vez no determina nada, le…