Atender lo necesario más allá de lo importante.

TAKE ME BACK
TAKE ME BACK
Published in
3 min readApr 16, 2018

Pbro. Rogelio Narváez Martínez

Don León Tolstoi es un literato genial y su más destacada genialidad radica en ese profesionalismo que tiene para desplegar su mejor juego en el campo de la ironía. ¿No lo crees?

En una narrativa titulada “¿Cuánta tierra necesita el hombre?”, dibuja excelentemente en una alegoría sarcástica al hombre de su tiempo y de nuestro tiempo.

“Pakhom, es un aldeano ruso, que tiene una bella familia y que posee los bienes necesarios para vivir con suficiente decoro, pero que vive encarcelado en las oscuras mazmorras de la insatisfacción.

Y es que Pakhom está firmemente convencido de que solamente alcanzará la felicidad cuando él posea tantas tierras como las que abarcan aquellas vastas posesiones que su vecino tiene, y que Pakhom contempla desde su propia ventana al empezar el día, al mediodía y al atardecer.

Su vecino, aunque no está de acuerdo, está enterado de la ambición de Pakhom, y él mismo no lo comprende puesto que, aunque este hombre rico tiene suficientes tierras no ha tenido una familia como la que tiene su vecino perpetuamente insatisfecho.

Aquel vecino en su incomprensión quiso un día ayudarle a Pakhom, y para ello le ofreció darle tanta tierra como él mismo pudiera alcanzar a recorrer a la máxima velocidad, desde el inicio del día hasta la puesta del sol.

Pakhom feliz de la vida perdió el sueño ante tan jugosa oferta e inició sus entrenamientos, incluso sacrificó sus posesiones a fin de dirigirse hasta el remoto lugar en donde le han pedido que esté para esa generosa oferta.

Después de incontables penalidades que asumió con una actitud positiva, Pakhom llega y se prepara para su gran oportunidad al día siguiente, aquella noche tampoco pudo dormir, ¡Qué tal si se quedaba dormido!

Por fin amaneció, y se fija un punto de partida. Pakhom al escuchar el disparo tirado al aire sale como si fuera él mismo un tiro a la hora del alba. Corriendo bajo el sol de la mañana, no miraba ni a derecha ni a izquierda; febril corre bajo la luz cegadora, y el calor ardiente y desgastante. Ya a media jornada sin detenerse a comer o a descansar, continúa su recorrido agobiante y abrumador.

Hubo momento en que quiso claudicar, pero bien valía la pena recorrer otros metros más, y así recorrió muchos metros más hasta que las endorfinas fueron anestesiando el cansancio de sus piernas. Y cuando el sol se pone, tambaleándose, Pakhom por fin completa su recorrido. ¡Victoria! ¡Éxito! ¡Ha realizado el sueño de toda su vida!

Y cuando aquel hombre le dice a Pakhom que volteé hacia atrás a mirar todas sus posesiones, Pakhom voltea y entonces cae muerto. Su corazón se ha detenido. Es entonces que Pakhom tiene toda la tierra que necesita: dos metros cuadrados”.

Ese es el genio de la ironía que tiene Tolstoi, y en realidad esa es la ironía de los hombres de nuestro tiempo.

El hombre actual no sabe parar. No hemos aprendido a discernir sobre lo que es estrictamente necesario. Y un día, cuando hemos recorrido y acumulado aquello que tanto tiempo ambicionamos, nos damos cuenta de que hemos caído desfallecidos.

Cuando un día, el hombre, tiene el dinero que quería tener en una cuenta bancaria, se da cuenta de que la vida se le ha ido, que la familia ya no se encuentra a su lado, que aquellos que realmente le amaban ya se han marchado, cansados ellos mismos por sus tantas y frecuentes ausencias.

Los hombres, hemos hipotecado nuestra propia vida, al dejar en el rincón del olvido las diferentes dimensiones que componen nuestro existir.

¡Qué difícil nos resulta el luchar contra nosotros mismos! Nos vamos olvidando de las personas y nos vertimos hacia las cosas, y cuando un día queremos regresar a dónde las personas, resulta que ellos ya se han cansado de vivir en el olvido y se han tenido que marchar.

Nos ha dicho el Señor: Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna… Pero no hemos entendido o no hemos querido entender.

--

--