Fijar metas y orientarse a los resultados

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4 min readJun 11, 2018

Todos los procesos tienen un valor experiencial (es decir, un valor escondido en la vivencia propia de cada individuo) que va más allá de los resultados concretos y/o el producto final de cualquier proyecto. Las personas vivimos los procesos como experiencias integrales, con sentimientos, entrega o también resistencia, con elogios, críticas, valoraciones, dificultades y ventanas de oportunidad. Al reconocer estas vivencias y vivirlas, estamos en contacto con nuestra alma.

Un pensamiento económico orientado sólo a la productividad y los resultados, como el que predomina en la actualidad, no hace justicia a las necesidades fundamentales de las personas y crea estructuras sin alma. Cuando el punto central del pensamiento no es la acción, sino el resultado, los efectos colaterales son la presión del tiempo y el estrés. ¿Te ha pasado?

Con un pensamiento orientado a las metas y resultados, proyectamos nuestra conciencia hacia el futuro: ¿Qué debe ser alcanzado y en cuánto tiempo? Así, nos separamos de la vivencia del presente. Ahora bien, cuanto menos sentido y satisfacción encuentren las personas en su existencia presente, tanto más los buscarán en el futuro, en las metas a lograr, en los deseos y las esperanzas.

Queremos tener cada vez más, con la ilusión de que después tendremos más alegría y felicidad. Pero en lugar de esto, lo que experimentamos es estrés, presión y agitación, buscamos la satisfacción futura en los resultados y no en el ahora, en el presente, que es dónde podremos encontrar lo que anhelamos.

Por un lado, está claro que necesitamos planeaciones, metas, resultados e, incluso, una ejecución de nuestro trabajo cada vez más rápida y más competitiva. Pero, por el otro lado, este pensamiento orientado a las metas y resultados, y la presión temporal que genera son, precisamente lo que nos abruma. Deseamos tener más tiempo para la vida, menos presión y menos estrés. ¿Cómo podemos solucionar este conflicto? ¿Planear y calcular o vivir el presente?

Creo que no se trata de “uno u otro”, sino, más bien, de un “ambos”, cada parte debe encontrar su lugar y su momento, la tensión entre la eficiencia y la permanencia, si las valoramos debidamente, con la medida correcta, entonces dominamos el arte de vivir.

San Benito propone “Ora y trabaja” una dualidad que nos permite orientarnos primero hacia lo espiritual y fruto de ello, tendremos un sano enfoque en los resultados.

En la cotidianidad podemos observar que las personas que tienen una orientación hacia lo espiritual y practican su religión, soportan más fácilmente las cargas. La orientación hacia la dimensión espiritual de nuestra vida también caracteriza nuestro manejo del tiempo: nos hace más serenos y nos pone en contacto con la fuente interior de la cual podemos alimentarnos incluso cuando la vida se pone difícil y agitada.

En el sermón de la montaña, Jesús nos remite al significado central de la orientación hacia la vida. Pregunta críticamente a sus discípulos, quienes se preocupaban por las cosas del mundo material, tales como la ropa y la comida: “¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?” (Mt 6, 27). Luego se refiere a la orientación espiritual, a la cual deben estar dirigidos todos nuestros esfuerzos: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 33). Con esto se establece claramente la concepción cristiana de la administración del tiempo: nuestro actuar debe dirigirse primero a buscar el Reino de Dios, y los resultados materiales se darán luego por sí mismos. Las exigencias radicales que Jesús hace siempre a sus discípulos en los Evangelios son un fuerte aguijón en nuestro mundo orientado a lo material.

Para Jesús, la preocupación es algo tortuoso. El tiempo se vuelve una carga para quien se atormenta con las preocupaciones. Cada instante está lleno de preocupaciones y las personas no pueden disfrutar el instante porque la preocupación del futuro las oprime. Jesús nos invita a que nos despreocupemos. Esto no significa que hemos de vivir irresponsablemente, sino que nuestro trabajo debe estar lleno de la confianza en que Dios proveerá.

Esta confianza nos hace capaces de estar en el instante presente, de comprometernos totalmente con el trabajo y entregarnos a este, sin miedo a que ganemos lo suficiente para nuestro sustento. Quien se preocupa de las cosas pasajeras, no vive en el presente, sino en la preocupación y se convierte él mismo en una preocupación; en alguien lleno de ansiedad.

Si Dios reina en nosotros, nos hacemos uno con nosotros mismos y con el instante, pues allí donde Dios reina en nosotros, estamos libres de preocupaciones temerosas por nosotros, por los demás y por sus expectativas. Allí nos valoramos como somos y valoramos adecuadamente el tiempo; allí viviremos bien, de acuerdo con el ser que Dios nos ha dado.

El tiempo no es algo que podamos llenar con acciones, para sacar de ellas vida para el futuro. El tiempo es el período vivido, la vida en el aquí y el ahora. Podemos tener esta experiencia en la medida en que vivamos concientemente y estemos en contacto con nuestra alma. Si en nuestros procesos cotidianos experimentamos la vida, entonces vivimos verdaderamente.

Tomado del libro “Organizar el tiempo desde la espiritualidad con San Benito y la Biblia” de Anselm Grün y Friedrich Assländer.

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