La autoridad de la coherencia y de la ternura.

Claves de Lectio Divina para TAKEMEBACKERS. Cuarto Domingo del Tiempo ordinario. “¡Aclamemos al Señor!”, Sal 94

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7 min readJan 28, 2018

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Preparación Espiritual

Ven Espíritu Santo y bautízame con tu fuego.
Quiero ser una creatura nueva.
Ven Espíritu Santo para que con tu impulso
Pase de escuchar a vivir el evangelio.
Ven Espíritu Santo y dame la fuerza para seguir a Jesús.
Sé Tú mismo mi compañero. Amén

Texto Bíblico ( Mc 1, 21–28 )

21 Llegaron a Cafarnaúm, y en el sábado Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley. 23 En la sinagoga del pueblo había un hombre que tenía un espíritu impuro, el cual gritó: 24 — ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios. 25 Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole: — ¡Cállate y deja a este hombre! 26 El espíritu impuro hizo que al hombre le diera un ataque, y gritando con gran fuerza salió de él. 27 Todos se asustaron, y se preguntaban unos a otros: — ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad! ¡Incluso a los espíritus impuros da órdenes, y lo obedecen! 28 Y muy pronto la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea.

1. Lectura // ¿Qué dice el texto?

Después de la llamada de los primeros discípulos (1,16–20), Marcos nos presenta a continuación a Jesús obrando; pero al mismo tiempo poniendo de relieve la impresión que causaba en la gente; el efecto que tenían sus palabras y sus acciones. El relato de hoy describe dos acciones de Jesús y las respectivas reacciones de la gente, pero mantiene su unidad por cuanto todo sucede en la sinagoga en la que Jesús entra (1,21) y sale (1,29).

Concretamente se nos ubica en un día sábado cuando, al llegar a Cafarnaúm, Jesús entra en la sinagoga y allí enseña.

La reacción de la gente es una mezcla de asombro y admiración porque Jesús enseñaba con autoridad, lo que significa que hablaba de Dios con conocimiento propio; en contraposición a los escribas que eran los maestros “oficiales”. Por las fuentes rabínicas sabemos que “su modo de enseñar se basaba en la cita e interpretación de textos de rabinos ilustres, que constituían una especie de jurisprudencia. No exponían una experiencia personal, se limitaban a repetir una y otra vez lo que los maestros consagrados habían propuesto” (J. Mateo- F. Camacho). O sea que no enseñaban desde su propia experiencia de Dios sino que eran meros repetidores de tradiciones humanas. En cambio, la gente se admira de Jesús, no tanto por el contenido de su enseñanza, sino por la calidad personal manifestada en el modo de enseñar, pues Jesús lo hacía con autoridad pues hablaba de Dios con “conocimiento propio”, con experiencia personal, lleno del Espíritu Santo y manifestando su condición de Hijo de Dios. Por esto, la gente reconoce que por medio de Él les habla Dios mismo; es un verdadero profeta.

Allí mismo, en la sinagoga, había un hombre poseído de un “espíritu impuro” que se pone a gritarle de modo desafiante. El “espíritu” es un principio activo, o sea lo que mueve al hombre a pensar y actuar de una manera determinada. “Impuro” es lo contrario de lo “puro” o “santo”, es todo aquello que no puede ofrecerse a Dios y dónde Dios no puede estar presente. Por tanto, al tener un “espíritu impuro” este hombre estaba apartado de Dios, su pensar y obrar eran contrarios a Dios. La primera exclamación deja en claro que nada en común tiene este espíritu impuro con Jesús. Más aún, interpreta la acción de Jesús como un peligro destructivo para él.

En la segunda exclamación Jesús es reconocido como “el Santo de Dios”. Como vimos, lo santo es lo opuesto a lo impuro, es lo que puede ofrecerse a Dios y dónde Dios puede hacerse presente, y porque Dios está presente es Santo. Por tanto, el espíritu impuro reconoce y hasta confiesa que en Jesús está presente Dios, el Santo; en otras palabras: Jesús es el Santo de Dios pues en Él Dios se hace presente, se manifiesta y actúa en el mundo.

La reacción inmediata de Jesús es mandarle al espíritu impuro que se calle y salga de ese hombre. Y su palabra se revela como soberana y eficaz pues enseguida el espíritu le obedece y sale de ese hombre. Pues bien, “acallando a los demonios, Jesús demuestra que la soberanía de Dios sobre el mundo ha llegado”. En efecto, el mundo está bajo el dominio de Satanás, del mal, y Jesús viene a liberarlo, a rescatarlo con su poder. Justamente quien acepta el Reino de Dios, la soberanía de Dios, queda libre del dominio de los espíritus impuros.

Sigue una nueva descripción de la reacción de asombro de la gente ante la enseñanza de Jesús, a la que se añade ahora la provocada por el exorcismo. Aquí aparece claro que la autoridad divina de Jesús al enseñar viene confirmada por su actuación, por su señorío sobre los espíritus impuros.

2. Meditación // ¿Qué me dice el Señor en el texto?

El domingo pasado vimos que Jesús anunciaba y también hacía presente el Reino de Dios entre los hombres. En Jesús se hace cercano el reinado, la soberanía de Dios. Hoy se nos dice cómo Jesús hace presente el reinado de Dios: a través de su Palabra y de sus acciones que liberan a los hombres del mal.

Por tanto, somos invitados a poner los ojos en Jesús, escucharlo enseñar y verlo actuar. Escuchar a Jesús porque Él es la Palabra personal de Dios. Jesús no sólo nos transmite la palabra de Dios, sino que Él mismo es la Palabra de Dios. Esta es la verdad sobre Jesús que debe “golpearnos”, “chocarnos”, llenarnos de admiración y de asombro.

Al mismo tiempo, el evangelio que se proclama este domingo nos coloca ante la autoridad que tiene la Palabra de Jesús. La Palabra de Dios tiene autoridad porque realiza lo que dice…es creadora…Dios nos habla y lo que Él dice se realiza en nosotros (L. Rivas). Y entonces nuestra reacción ante esta Palabra de Dios que es Jesucristo tiene que ir más allá del asombro y de la escucha hasta llegar a la fe como encuentro personal y vital con Él.

Ahora contemplemos a Jesucristo, Palabra de Dios, actuar: manda callar al espíritu impuro y lo expulsa del hombre. Él es el Santo de Dios que nos purifica, que nos hace agradables al Padre, que nos acerca a Dios. En efecto, la Palabra de Dios nos purifica y acalla los muchos ruidos del mundo que nos atormentan para invitarnos a entrar en el silencio de Dios.

Necesitamos que el Señor haga callar las muchas voces que nos aturden, que nos confunden, que nos impiden escucharlo a Él, sólo a Él. La Palabra reclama el silencio.

Jesús es la Palabra de Dios, es el Santo de Dios y, por ello, su Palabra nos santifica. Lo dice expresamente Jn 17,17: “Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.” Así, “los discípulos son en cierto sentido «sumergidos en lo íntimo de Dios mediante su inmersión en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es, por decirlo así, el baño que los purifica, el poder creador que los transforma en el ser de Dios”.

En un segundo momento tenemos que aprender de Jesús, de su modo de enseñar y de obrar, pues estamos llamados, viviendo unidos a Él, a prolongar su propia misión. Por eso se espera de los cristianos que hablemos de Dios con autoridad, como quienes conocen por experiencia pues nos hemos encontrado con Él y damos testimonio de lo que hemos visto y oído.

El Papa Francisco nos insiste en estos temas en Evangelii Gaudium: “Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana. San Pablo habla con fuerza sobre la necesidad de predicar, porque el Señor ha querido llegar a los demás también mediante nuestra palabra. Con la palabra, nuestro Señor se ganó el corazón de la gente” (nº 136).

Continuamos la meditación con las siguientes preguntas: ¿Acepto las enseñanzas de Jesús para a mi vida? ¿Las recibo para ponerlas en práctica o recorto el evangelio a mi medida? ¿Tengo un encuentro diario con Jesús en Su Palabra? ¿Qué voces del mundo tengo que acallar para escucharlo? ¿Soy consciente que soy una prolongación de la obra de Jesús? ¿En qué acciones concretas colaboro con Él para extender el Reino?

3. Oración // ¿Qué le respondo al Señor?

Gracias Jesús porque con tu Palabra me transformas.
A veces otras voces quieren tapar Tu Voz.
Renuévame en la escucha, Señor.
Calla todo grito de violencia, de superioridad.
Líbrame de toda búsqueda de fama, hazme humilde y sencillo.
Eres Tú mismo Quien me educas con la autoridad de la coherencia y de la ternura.
Solo quiero que, con tu gracia, mis obras hablen de Tí.
Ayúdame. Hxoy también digo: ¡Eres el Santo de Dios!

4. Contemplación // ¿Cómo hago propias las palabras de Jesús?

Subraya y repita la expresión o idea que más llamó tu atención del texto.

5. Acción // ¿A qué me comprometo para demostrar el cambio?

Determina un propósito concreto para trabajar esta semana, por ejemplo: Durante esta semana elijo entre mis amigos a alguien para compartirle algún texto de la Palabra de Dios.

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