Mi cuerpo no es sólo para el matrimonio.

TAKE ME BACK
TAKE ME BACK
Published in
6 min readApr 12, 2018

por Kike Delgado

“A dark image from behind a shirtless man” by João Santos on Unsplash

La Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II es increíble, y desde su introducción a la iglesia, muchas personas y ministerios se han entregado a enseñar estas hermosas verdades, originalmente confeccionadas a mano por una persona que desplegó e inspiró una profunda comprensión de la persona humana. Aquellos que son miembros activos/participativos de la iglesia, de alguna forma son familiares a la teología del cuerpo. Puedo decir que yo pertenezco a este grupo de personas, pero al pasar la universidad y un par de años haciendo apostolado se ha incrementado la frustración en mi por la manera en que se comunica la famosa Teología del Cuerpo.

Muchos recursos han limitado el alcance para enfocarse en el matrimonio y el amor conyugal, y aunque esto es una parte fundamental del todo, “teología” simplemente significa el estudio de Dios y cómo nos relacionamos con él. San Anselmo le llamó “ la fe que busca comprenderse con la razón”. Así que la Teología del Cuerpo simplemente significa cómo comprendemos y conocemos a Dios a través de nuestros cuerpos. Estamos hechos de cuerpo y alma, por lo que nuestros cuerpos son algo con lo que vivimos todos los días. Obviamente. Cuando nos centramos únicamente en el amor conyugal en nuestro estudio de la Teología del cuerpo, nos negamos a nosotros mismos la comprensión del propósito y el poder de nuestros cuerpos en otros aspectos de la vida.

Tardé años en precisar cuál era exactamente mi frustración con la enseñanza de la Teología del Cuerpo que había conocido, pero recuerdo un incidente en particular en el que quedó bastante claro. Asistí a un evento para jóvenes católicos centrado en la castidad y el matrimonio. Me había sentido reacio a ir, pero el tema era uno de esos en los que buscaba ánimo y respuestas. Como soltero, buscaba personas que entendieran las mismas luchas, tentaciones y desalientos que yo tenía. Quería consejos reales y prácticos, y esperaba escuchar algo que resonara en mi.

Salí del evento sintiéndome desanimado y hasta un poco hastiado. Si bien la velada había sido dirigida por formadores y predicadores de primera categoría y se basaba en las asombrosas enseñanzas de Juan Pablo II en Teología del cuerpo, ya lo había oído todo antes. Más importante aún, cualquier discusión sobre el tema fue raquítica y limitada. Parecía que todos querían simplemente expresar lo hermoso que es el amor conyugal. Para las MUCHAS personas solteras en la sala, ese fue el único foco de discusión. Era obvio que muchos de ellos deseaban casarse algún día. Pero ese fue el ÚNICO enfoque. (No ayudó que algunos de ellos obviamente se preguntaban si podría haber un cónyuge potencial en el evento). La única idea que tomé de ahí fue: “El matrimonio va a ser genial. Así que por ahora solo tienes que esperar hasta que llegue.” No vi de ninguna manera como esto me ayudaría en mi estado actual de vida. No había nada para alentarme. Y lo más importante, nada se aplica a mí en este momento.

Muchos de nosotros gastamos nuestra energía en conservar la esperanza, enfocados en algo que “todavía no llega”. Nos sentimos descontentos e impacientes. Nos comparamos con otros. Tememos miedo de compartir nuestras luchas con la castidad. Estamos atrapados entre una cultura hiper sexualizada y una comunidad eclesiástica obsesionada con el matrimonio y la castidad.

La Teología del Cuerpo, en su forma más básica, nos muestra que lo espiritual se muestra a través de lo físico. Nuestros cuerpos tienen un propósito sacramental, porque revelan y afectan la verdad de quiénes somos.

Recientemente comencé a leer un libro con un par de amigos muy cercanos, titulado Estos hermosos huesos: Una teología del cuerpo apta para el diario vivir de Emily Stimpson. Lo recomiendo altamente. A lo largo de este libro, junto con las buenas y viejas Escrituras y el Catecismo, la oración y conversaciones honestas, poco a poco me volví más consciente de cómo lo físico y lo espiritual se entrelazan entre sí. Estoy descubriendo el verdadero corazón de los escritos de Juan Pablo II. En nuestro trabajo, nuestras interacciones sociales y en el ocio, nuestros cuerpos a menudo están desconectados y desvinculados de nuestras mentes. Es fácil descartar el aspecto físico de nuestra humanidad, especialmente si no nos gusta cómo se ven nuestros cuerpos, o las tentaciones que parecen derivarse de ellos. Pero nuestros cuerpos y espíritus están unidos, y necesitamos ambos para ser felices y santos. Dios nos ha llamado a redimirnos completos, cuerpo y alma.

Photo by Christopher Burns on Unsplash

Mi propio estudio de teología del cuerpo me ha mostrado que las cosas ordinarias de la vida diaria son tan importantes como las grandes ideas teológicas cuando se trata de vivir el plan de Dios para nosotros. He sido más consciente de cómo mis expresiones y mi manera de hablar afectan a otras personas. He estado tratando de pasar tiempo con las personas que me importan en lugar de sólo enviar mensajes de texto o interactuar en internet. He intentado experimentar cosas como la música, el arte o la naturaleza en la vida real y no a través de una pantalla. Estoy tratando de cuidar mejor mi cuerpo, lo que significa que comer orgánicamente, hacer ejercicio y vestirse bien no necesitan ser vistos como vanidades. Soy más consciente del increíble regalo que es mi cuerpo. Que puedo pensar, leer, pintar, trabajar, reír, limpiar, caminar, correr, abrazar, cantar y servir. Dios nos dio la capacidad de vivir, crear y amar, no solo de una manera espiritual, sino a través de nuestros cuerpos. Esta visión de la vida me facilita vivir la castidad. Desde este punto de vista, se siente menos como una idea desde fuera de mí mismo, y más como una transformación de toda mi persona.

Cómo trabajamos, cómo nos vestimos, los regalos que damos, nuestros horarios, cómo usamos nuestras mentes, la forma en que usamos la tecnología, dónde enfocamos nuestra atención, cómo tratamos nuestros cuerpos, nuestras expresiones y gestos, nuestra postura cuando oramos, las cosas que decimos en voz alta, la forma en que cantamos, cómo creamos o construimos cosas, cómo mostramos afecto, la forma en que damos la bienvenida a los demás, cómo nos cuidamos unos a otros… estos son parte de la teología del cuerpo. No importa nuestro estado de vida, siempre podemos detenernos y evaluar qué verdades profesamos a través de todas las actividades que hacemos. Está todo conectado, y parte de la sacramentalidad de la creación asombrosa de Dios. La creación visible hace conocer lo invisible. Todo es parte de la redención de nuestras almas y cuerpos a los que Dios nos está llamando.

Tal vez si nos enfocamos en la Teología del Cuerpo en un contexto más amplio, no sería tan raro e incómodo hablar de ella cuando estamos en la universidad o más aún, cuando la terminamos. Tal vez no la escucharíamos por primera vez como adultos, hasta que vivimos un retiro o algo similar, y nos habría ahorrado mucho dolor escuchar esto años atrás. Tal vez sería más fácil compartir nuestras luchas con la castidad con algunas personas para ayudarnos a ser responsables. Tal vez no pasaríamos tanto tiempo escuchando las conversaciones sobre matrimonio y sexualidad, porque ya sabríamos lo conectados que están nuestros cuerpos con nuestras almas.

Sabríamos que todo lo que hacemos a través de nuestro cuerpo importa. Sería más fácil vivir la castidad porque ya estamos pensando en la verdadera “Teología del cuerpo” todos los días. Sería parte de la vida diaria. La parte tan importante y necesaria del matrimonio y la sexualidad encajaría sin problemas como parte de una visión más amplia. La teología del cuerpo importaría, sin importar en qué estado de vida nos encontremos.

El hombre, aunque está hecho de cuerpo y alma, es una unidad. A través de su condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día» (GS 14,1).
- Catecismo de la Iglesia Católica, 364

Si formas parte de la comunidad de TAKE ME BACK te invitamos a participar en nuestro primer curso de formación en Teología del Cuerpo, muy pronto te daremos información. Comparte esta historia y atrévete a descubrir a Dios a través de todo lo que eres.

--

--