Think Big and Dream Big!
The average age to finish school is usually between 16 and 18 years old. What is there after school? Are there opportunities for new graduates to access higher education?
Finishing school is a great achievement, but it also means assuming a new reality: access to higher education. Growing up brings about changes in our way of thinking and with these changes comes an ambitious inner voice that tells us: “I want to be great,” “I want to be useful,” “I want to get exceptional results,” “I want to serve my community” — but that “want” leads to a…how do I do it?
There is a large gap in access to higher education in many countries, and for those of us who finish school this gap means many doubts, fears, and the idea of feeling like a failure at an early age, given the limited educational opportunities. Added to these fears is the challenge of entering a university. At first, we dream of studying at one of the best universities and becoming successful professionals, capable of doing great things for our society. But as we do our research, we realize that there is a great disparity in opportunities according to your socioeconomic status and the school you attended.
With that, more doubts, apprehensions and fears arise: that the career I choose is not the right one for me, that the career I’m studying for does not allow me to help my family financially, not having enough money to pay for my studies, not being accepted to any university, letting my family down — and the greatest of all fears: wanting to give up. According to a study by the National System of Evaluation, Accreditation, and Certification of Educational Quality (SINEACE) only 35% of young people in Peru enter higher education at the time of completing high school. The rest (65%) does it two or three years later, or decides to enter the labor market only with secondary studies (La República, 2017).
A few months ago I finished high school, and for the last couple of years I was determined to study International Business, but no public university in my country offers this career. I was filled with disappointment and felt helpless because due to my family’s financial situation I could not afford to study in a private university. I opted for a similar career in the public university of my city and now I am preparing to enter university in addition to working part-time to help my family financially.
While it is true that there are scholarships and some public and private funding programs, access to them is difficult since there are many applicants — which shows that there are thousands of low-income youth waiting for opportunities to study, to fulfill their dreams. What happens to young people who did not have access to a scholarship and do not have the financial resources to pay for their higher education? Added to this, there aren’t enough public universities to meet the current educational demand. For example, in my city, each year more than 50 thousand young people apply to the National University of San Agustin (UNSA), which only accepts 2,102 applicants (El Comercio, 2018). As it is a prestigious public university, its popularity continues to grow, and applicants decide to enter private high schools to increase their academic potential for the next exam.
In Peru, there are currently 52 public universities and approximately 100 private universities (Matínes, 2019), which illustrates the difference in opportunities. Just 35.8% of Peruvian youth attain a higher education, of which 21.5% have a university education and 14.3% non-university, according to the National Household Survey (GESTIÓN, 2017), which means many feel their only option is to work at an early age or pursue a technical profession that’s less of a financial investment.
I wanted to share this because I consider that education is an investment, an investment that leads to a better country, a better continent, a better world. I believe that while there are many difficulties, young people also have many dreams and, above all, a strong motivation to achieve them and not give up in the face of a complex reality. On the contrary, it motivates us to daydream and remember that everything is possible with effort and dedication, as determination and perseverance will lead us to achieve our own self-realization. Keep believing in the power of young people, and in what we are able to do when we have opportunities to learn.
¡Ser Grande y Soñar en Grande!
La edad promedio de terminar la escuela suele ser entre 16 a 18 años. ¿Qué hay después de la escuela? ¿Existen oportunidades de acceso a estudios superiores para los jóvenes recién egresados?
Terminar la escuela significa un gran logro, pero a su vez una preocupación para asumir una nueva realidad: el acceso a la educación superior. El hecho de crecer trae consigo cambios en nuestra manera de pensar y estos cambios son acompañados por una voz interior ambiciosa que nos dice: “quiero ser grande”, “quiero ser útil”, “quiero obtener grandes resultados”, “quiero servir a mi comunidad”; pero ese “quiero” se detiene en un… ¿cómo lo hago?
Existe una gran brecha en el acceso a la universidad o a los institutos superiores en muchos países, y para quienes salimos del colegio, esta brecha significa muchas dudas, miedos y la idea de sentirnos un fracaso a temprana edad, dada las escasas oportunidades educativas. A estos temores se suma el reto de ingresar a una universidad. En primera instancia, soñamos con estudiar en una de las mejores universidades y ser excelentes profesionales, capaces de realizar grandes cosas por nuestra sociedad, pero a medida que investigamos, nos damos cuenta que existe una gran diferencia de oportunidades de acuerdo a tu estatus socioeconómico y la procedencia de tu escuela.
Tras ello, surgen otras dudas, angustias y miedos: que la carrera que elija no sea la adecuada para mí, que la carrera que estudie no me permita ayudar a mi familia económicamente, no contar con los recursos suficientes para cubrir mis estudios, no ingresar a ninguna universidad, decepcionar a mi familia, y el mayor de los miedos, querer rendirse. Se sabe según un estudio del Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE) que sólo un 35% de los jóvenes ingresa a la educación superior al momento de concluir su secundaria. El resto (65%) lo hace dos o tres años después, o decide incorporarse a la vida laboral solo con estudios secundarios (La República, 2017).
Hace unos meses terminé la escuela secundaria y durante los últimos años estaba decidida que la carrera que iba a estudiar sería “Negocios Internacionales”, pero ninguna universidad pública de mi país cuenta con esta carrera. Me llené de decepción e impotencia porque por la economía de mi familia no podría estudiar en una universidad privada. He optado por una carrera parecida en la universidad pública de mi ciudad y ahora estoy estudiando en una academia donde me preparo para ingresar a la universidad, además de trabajar a media jornada para ayudar con la economía del hogar.
Si bien es cierto que existen becas o algunos programas de financiamiento tanto públicas como privadas, el acceso a ellas es difícil, puesto que hay gran cantidad de postulantes, lo que evidencia que hay miles de jóvenes de bajos recursos, esperando por oportunidades para estudiar, para cumplir sus sueños. ¿Qué pasa con los jóvenes que no accedieron a una beca y no tienen recursos económicos para pagar sus estudios superiores? Añadido a estas dificultades para los jóvenes, tenemos que las universidades públicas no son suficientes para abastecer la gran demanda educativa que existe Por ejemplo, en mi ciudad, durante el año postulan a la Universidad Nacional San Agustín (UNSA) más de 50 mil jóvenes sólo para 2102 vacantes (El Comercio, 2018). Como es una universidad pública y de gran prestigio, su demanda suele incrementarse, por lo que sus postulantes deciden ingresar a preparatorias particulares para aumentar su potencial académico para el próximo examen. En el Perú actualmente “hay 52 universidades públicas y alrededor de 100 universidades privadas” (Matínes, 2019), dejando a flote las diferencias de oportunidades.El 35.8% de jóvenes peruanos cuenta con educación superior, de los cuales el 21.5% poseen educación superior universitaria y el 14.3% superior no universitaria, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (GESTIÓN , 2017), viendo algunos como único recurso trabajar a tan temprana edad o realizar alguna carrera técnica de menor inversión.
He querido compartir esta situación educativa porque considero que la educación es una inversión, una inversión que se cosecha en un mejor país, un mejor continente, un mundo más habitable. También quiero descatar que existen muchas dificultades, pero los jóvenes tenemos muchos sueños y, sobretodo, una fuerte motivación por alcanzarlos yno derrumbarnos ante la compleja realidad, sino al contrario, motivarnos a soñar despiertos y recordar que todo es posible con mucho esfuerzo y dedicación; ya que la constancia y la perseverancia nos llevarán a lograr nuestra propia autorrealización. Sigan creyendo en el poder de los jóvenes, en lo que somos capaces de hacer cuando tenemos oportunidades de aprendizaje.