Camila Gonzalo en su tercera escala en Acapulco

4 países, 5 aeropuertos, 24 horas

Reflexiones de Tech Trek 2016 en un largo vuelo de regreso a casa.

Camila Gonzalo
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4 min readAug 10, 2016

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San Francisco, Guadalajara, México DF, Acapulco, Lima son algunas ciudades de las que visite sus aeropuertos en las pasadas 24 horas. Desde que se canceló mi vuelo de conexión de México DF a Buenos Aires paseé por toda América. El viaje de vuelta a Buenos Aires se extendió por unas cuantas horas más que lo planificado. Parece que hay una fuerza exterior que no quiere que vuelva a Argentina.
Les escribo desde el avión cruzando literalmente la Cordillera de los Andes. Desde el tercer vuelo que tomé el martes salido desde México DF vengo viajando con 4 argentinos: 2 con destino Río de Janeiro para ver los Juegos Olímpicos y un médico que quiere llegar a su casa en Córdoba. Nos avisaron que nos tendríamos que quedar 8 horas en Lima dado que hubo un inconveniente con el vuelo de conexión a Buenos Aires. La primera reacción que tuve fue reírme porque desde que pisé Silicon Valley el 24 de julio tengo una sonrisa que no se me va. Los otros argentinos empezaron a gritar palabras no aptas para todo público, quejándose y por poco incendiando el mostrador de Aeroméxico. Me ofrecieron tomar un vuelo a Santiago de Chile pero decidí quedarme en Lima y esperar en el hotel al próximo vuelo a Buenos Aires.
El vuelo salía a las 8:25 am y no tuve mejor idea que quedarme dormida y levantarme a las 7:59 am. Lo que sucedió a continuación fue de película. Corrí cual Usain Bolt una cuadra desde el Hotel Costa del Sol al Aeropuerto Callao. Hice migraciones en 3 microsegundos y seguí corriendo hacia la puerta de embarque número 30, vale aclarar para mi suerte del día de fecha que la puerta era la última al fondo a la derecha. Seguí corriendo y me hizo acordar a el entrenamiento que tenía en velocidad y resistencia en el colegio. El profesor de Deporte tiene que estar orgulloso de mí porque llegue a la puerta Nº30 corriendo y gracias a Mark Zuckerberg y Elon Musk el vuelo estaba atrasado 30 minutos. Dado que Aeroméxico tuvo la cordialidad de hacerme el upgrade a primera clase en todos los vuelos por los problemas técnicos del viaje, llegue ultima pero subí primera. En ese momento, reflexionando un poco me di cuenta que este viaje fue una locura de principio a fin.

El principio:

No encuentro las palabras exactas para describir lo que se vive estando en Silicon Valley. Desde un primer momento en el cual viajamos por la ruta que conecta San Francisco con Silicon Valley me sorprendió la cantidad de paneles solares que bordean el camino. Luego noté esa inteligencia característica de los norteamericanos: dejan ir en el carril más rápido solamente a los autos que hagan “Car pool”, es decir, a los que lleven por lo menos a un acompañante. Esto es para reducir la cantidad de autos en las rutas, reducir el consumo de nafta y por ende la emisión de gases tóxicos. En muchos aspectos no coincido con la cultura americana pero debo admitir que aplaudo la mayoría de las cosas que hacen porque son excelentes. Silicon Valley es un claro ejemplo de excelencia norteamericana, irónicamente tiene más extranjeros que yankees viviendo en el área. Si le preguntas a los residentes por qué viven allí, la respuesta es siempre la misma:

“Hay que estar cerca de San Francisco porque acá es donde se crea todo, donde está el networking, donde ocurre todo”.

Al principio esta idea me pareció un poco egocéntrica pero luego de estar 20 días recorriendo ese micro mundo tecnológico entendí la razón.

Con el grupo de estudiantes del ITBA nos alojamos en una start-up house con ingenieros de la NASA, una mansión localizada en Cupertino. La casa tenía una biblioteca extensa y un garaje convertido en un laboratorio con impresores 3D. Los ingenieros se dedicaban a estudiar la existencia de nuevos planetas. Cuando me preguntaron a que me dedicaba yo me dieron ganas de salir corriendo a la biblioteca a estudiar. Era común pasar por el living de la casa y escuchar conversaciones de cómo cambiar la forma en que la gente usa la energía, resolver un algoritmo o una discusión de cuál es la peor empresa en Silicon Valley.

Convivir con estas personas, rodeada de tanta locura sana, me motivó, siento que no pare de aprender desde que me levantaba a tomar el desayuno hasta que me iba a dormir a la noche luego de robar un poco de Nutella de la alacena. Ver a otras personas motivadas con su trabajo me dan ganas de empezar a trabajar a mi. No duermo hace 48 horas pero sigo teniendo esa sonrisa cada vez que me acuerdo de esos momentos del viaje y no creo que se vaya por bastante tiempo. Me llenó de felicidad saber que hay personas pensando en soluciones en vez de conflictos, motivados con su trabajo en vez de sentir su trabajo como una rutina para cobrar a fin de mes. Este viaje me dio la esperanza que algún día Argentina se contagie de esa cultura laboral de emprender nuevas ideas y arriesgarse. Porque es un orgullo haber fracasado, significa que intestaste y no existe NO fracasar en el Valle. Todos los CEO’s que conocimos de diferentes empresas nos contaron sus fracasos excepto uno: oh casualidad, era argentino.

Finalmente, espero haberles contado un poco a que se debe mi sonrisa a pesar de estar arriba de un avión hace mas de 24 horas.

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