David y Goliat

Relectura en clave de entropía

Anyul Rivas
Teoficciones Oz

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Era una mañana soleada en el valle de Elá. La ladera se mostraba tranquila y silenciosa, y una leve brisa de este a oeste agitaba las palmas, llevando de rama en rama amenazas de guerra. Al noreste del valle, entre Soco y Azecá se concentra el ejército enemigo para la batalla, después de cuarenta días de negociaciones infructuosas. El ejército del norte, con evidente inferioridad numérica, rogaba por un milagro.

¿Es que no hay hombres aquí? interpelaba el capitán enemigo. ¿Dónde está su dios? ¿Acaso tiene miedo? ¿está fuera de su área de potestad? ¡No son más que cobardes!

Una y otra vez, el ejército se acercaba para vituperar contra Israel y su dios. De pronto, un muchacho, entre la multitud, salió corriendo hacia el gigante y su escudero, con una mano en su bolsa, buscando la piedra con la cuál derribar al filisteo. Al verle Goliat de reojo, se echó a reír a carcajadas:

¡Miren! ¡un niño bonito! ¿Soy yo un perro para que vengas a mí con palos y piedras? ven aquí, y le daré tu carne a los buitres y a las bestias salvajes

¡Tú vienes a mí con espada, con lanza y con jabalina, más yo vengo en nombre de Yahvé de los Ejércitos! ¡él te entregará en mi mano, y me dará tu cabeza!

David corrió velozmente mientras preparaba su honda al acercarse a su oponente. Al llegar a una distancia óptima, David disparó e interpuso:

¡En el nombre de Yahvé!

La piedra fue a dar en el escudo de bronce. Por la velocidad que llevaba, logró derribar al escudero, rebotando en el Yelmo de Goliat, sin causar un rasguño. Rápidamente, el gigante y su escudero se incorporaron en la batalla. Su compañero levantó el escudo del suelo, al tiempo que Goliat sacaba la jabalina que llevaba sobre la espalda.

David huyó despavorido y errante. Al correr, La mirada atónita de sus hermanos le hizo ver la ingenuidad de su plan. Se dirigía hacia ellos de manera torpe y nerviosa, a la vez que Goliat se preparaba para arrojar su jabalina.

Corría David, cuando se dio cuenta que le faltaba el aire muy de pronto. La adrenalina y el terror no le permitían reparar que un largo pedazo de acero le atravesaba el estómago. Cayó al suelo, Y su rostro palideció al ver la sangre correr de su estómago, mientras la punta de una lanza se asomaba sobre su hombro derecho. Se le veía respirar de manera entrecortada sobre el lodo de sangre en el que yacía postrado, y a lo lejos retumbaban, cada vez con más fuerza, los pasos del gigante.

Se acerca Goliat a David en el suelo y lo toma por el cuello. Le levanta, y sin pestañear le hunde su espada en el vientre, mientras mira fijamente cómo se apaga la vida de David ante sus ojos. Se ríe a carcajadas, ha conseguido castigar la insolencia del muchacho, y dar una lección a todo aquel israelita que ose enfrentarse con él. David llora, pero son tan pocas sus fuerzas, y tan grande su sufrimiento, que únicamente se le ve marchitarse rápidamente, palideciendo en silencio. Al soltarle del cuello, todo su cuerpo se desparrama sobre la espada. Yacían allí abandonadas, en un niño prepotente y derrotado en el suelo bajo el sol incipiente, las intenciones de Yahvé de rescatar a su pueblo de mano de los filisteos.

Al volver Goliat al campamento, El ruido de una estampida le hizo voltear su mirada hacia el norte. Una Horda de guerreros israelitas marchaba a paso firme y apresurado, gritando a voz en cuello, con un torrente de justicia corriendo en las venas, por reivindicar la muerte de David.

El combate duró hasta ocultarse el sol. De forma inaudita, el pequeño ejército de Israel persiguió a los filisteos hasta arrinconarlos en el valle de Gat, y un espíritu se apoderó de ellos para otorgarles una victoria cerrada. El mismo Goliat no fue capaz de contener la furia de tres hermanos reclamando la sangre del pequeño David. Entre los tres, y por el peso de la espada, cortaron la cabeza de Goliat y la llevaron a Saúl. Había sido la osadía de un muchacho lo que les dio empuje para derrotar al ejército filisteo. Hasta el día de hoy, aún se cuenta que Israel venció aquella vez a los filisteos por una pedrada de un pastor de ovejas.

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Anyul Rivas
Teoficciones Oz

Theology & Philosophy student, Enterprise Web apps Developer, Photographer. Google Samurai. Post-theist. Photographer, essayist.