19/7… La historia se repite.

11:00 am, 19 de Septiembre de 2017. Me encontraba en el auditorio Dr. Luis Lara Tapia de la Facultad de psicología, una serie de conferencias sobre Atención plena se estaba llevando a cabo. No recuerdo si sonaron las alarmas pero nos pidieron desalojar el inmueble, salimos a la parte trasera del edificio A, me encontraba con mi respectivo equipo dialogando sobre si se caía ese edificio hacía dónde caería, sobre el hambre que teníamos; incluso sacamos parte de nuestra comida y nos dispusimos a ingerirla. Las voces de las persona que ahí estábamos inundaba el lugar, gente saludando, gente riendo, gente haciendo planes para después de su última clase del día… No tenían idea de lo que pasaría, nadie tenía idea… Supongo que fue el director quién dio el reporte de aquel simulacro, y digo supongo porque no podía ver quién estaba hablando y muy poco se lograba distinguir la voz, recuerdo claramente escuchar “700 personas fueron desalojadas…” cuando la voz de nuevo se perdió, no recuerdo cuanto tiempo estuvimos ahí, cuando fue hora de volver todo el bullicio se mantuvo. Entramos de nuevo al auditorio y seguí disfrutando de las conferencias.

1:00 pm, hora de salir del auditorio, mi tiempo de estar ahí había terminado. Me dirigí a esperar a mi amigo como todos los martes de este semestre he hecho. Sentada en las escaleras frente al salón A 105 me dispuse a sacar mis libretas para estudiar ya que el jueves próximo tenía un examen importante, mi mochila a un lado de mí, dos libretas sobre mis piernas y mi atención en la neurobiología de la memoria y lo que esta implica.

1:15 pm, siento que el edificio se mueve y me pongo de pie con mis libretas rodeadas por mi brazo izquierdo, me pongo mi mochila y en cuanto termino de esta acción escucho el sonar de la alarma sísmica, veo como una chica del mencionado salón sale corriendo y en seguida comienzo a bajar las escaleras. Al caminar por el pasillo que sale del edificio A y da hacia la explanada comienzo a sentir como no puedo seguir caminando, como si estuviera en una caminadora eléctrica… No era algo biológico, no estaba bloqueada como para no seguir avanzando, simplemente el movimiento era de tal magnitud que dificultaba avanzar. Seguí caminando con el pensamiento de “pase lo que pase sigue caminando” lo repetía constantemente hasta que estuve en la explanada. Mientras caminaba escuchaba el crujir de dicho edificio, voltee en varias ocasiones hacia arriba y veía como el edificio iba de un lado al otro, de izquierda a derecha.

Estando ya en la explanada logré interceptar a mi amigo, estaba bastante pálido, se acercó a mí y ninguno de los dos decía algo. En ese lapso mi pensamiento era “Damn it, si aquí se sintió en otras partes de la ciudad debió sentirse peor”, “¿qué tan probable era que sucediera la misma historia, el mismo día de hace 32 años?”. Lamentablemente ese día mi celular lo había olvidado en casa y aunque quisiera comunicarme con alguien no podría. A las 2:30 pm mi otra amiga logró llegar hasta nosotros, a ella la “enviaron” al estacionamiento y no la dejaban pasar a la explanada. El director pidió que subieran en grupos pequeños por las cosas que se habían quedado en los salones. Mi amigo subió por su mochila para poder movernos de ahí hacia nuestros hogares. Ya estando todos juntos pretendíamos irnos… No nos dejaban salir, o al menos esa era la indicación que se regaba a mis alrededores, una de las secretarias escuchaba nuestro plan para llegar a casa, me tomó del brazo y me dijo “Hija, no se vayan, la ciudad se está derrumbando, un edificio en La Roma acaba de caerse, aquí están seguros” mi respuesta fue un simple “gracias, señora”. Pasaron unas cuantas horas más y nadie podía comunicarse con su familia, las líneas seguían sin servir. El Dr. Con el que trabajo se acercó para saber si me encontraba bien, La Dra. Olga nos dijo que si queríamos irnos era bajo nuestra responsabilidad y que la salida a Insurgentes estaba cerrada porque el puente se había pandeado.

4:00 pm, mi amiga logró comunicarse con su mamá, ésta le dice que debemos llegar a metro Eugenia para que ahí pasaran por nosotros. Caminamos hacía el metrobus Dr. Gálvez y al llegar ahí nos percatamos de que estaba cerrado, decidimos caminar hacía el metro Copilco pero íbamos tan abstraídos en nuestra conversación, en ver a la gente llorar, abstraídos en la gente corriendo de un lado a otro, que caminamos hasta Miguel Ángel de Quevedo. Nos subimos y llegamos hasta Eugenia como era el objetivo, bajamos y no encontrábamos a su mamá, la señora nos pidió acercarnos más al lugar donde trabaja. Caminamos tres horas aproximadamente, ninguno de los tres había comido nada desde las 11:00 am y sin embargo no teníamos hambre, no teníamos sueño, no teníamos sed, de nuevo la biología nos hacía actuar para sobrevivir.

Seguíamos caminando, en un momento dado mi amiga me extiende su celular y me dice que mi mamá me estaba marcando, había olvidado por completo que mi mamá tenía el número de dicha amiga. Su voz denotaba angustia, se cortaba y volvía a retomar para poder hablarme, traté de tranquilizarla sin mucho éxito, quería llegar desde el Estado de México hasta donde yo estaba, le pedí que no saliera de la casa y que yo le avisaría en cuanto estuviera más cerca de casa, le di los pormenores de con quién estaba y hacia dónde nos dirigíamos. Recuerdo que personas de protección civil gritaban “avancen que este edificio en cualquier momento se cae, avancen por favor” y mi pensamiento de nuevo era “pase lo que pase sigue caminando”, recuerdo ver unas cuantas piedras en el suelo, de nuevo personas llorando… personas subiendo a autos ajenos para poder llegar a su destino, ambulancias por doquier, tráfico personas llorando…

7:10 pm, llegamos a Parque Delta y por fin encontramos a la mamá de mi amiga. En tan penosa situación nos presenta con ella y su cuñado. Subimos al auto y con el radio encendido la señora solloza un par de veces. Nos ofrece comida que compró para nosotros y unas cuantas frituras… Ninguno de los tres quería comer, nadie tenía hambre. Pasamos por el Aeropuerto Internacional de la CDMX y me sorprendió ver los puentes prácticamente desprendidos ladeados hacia la derecha.

8:25 pm, nos dejan en metro Olímpica pues era el metro que quedaba de paso camino a la casa de mi amiga. Le pido a mi amigo su teléfono para marcarle a mi mamá y que estuviera más tranquila. Logro comunicarme con ella y sin pensarlo me dice “voy para allá, estate atenta para reconocer el auto”.

9:30 pm, mi mamá llega, estaciona el auto en la base de camiones prácticamente deshabitada por la situación, sale disparada del auto y me abraza mientras llora, después de unos cuantos minutos subimos al auto y nos da una gelatina a cada quien, para esta hora seguíamos sin hambre. Compartimos cómo nos había ido, mi mamá estaba muy al pendiente de que estuviéramos bien los dos. Le pidió a mi amigo su dirección y lo llevamos hasta allá. En el camino me entregó mi celular y tenía demasiadas llamadas perdidas, mensajes de Messenger, de WhatsApp, video llamadas… Volvió a sonar mi celular, mi tía me marcaba, la atendí y así con cada una de las llamadas que iban entrando; mis amigos de CCH, más tíos, mi prima, mi novio… Mi novio comenzó a llorar cuando escuchó mi voz y yo no lograba entender por qué lloraban, yo me encontraba en un estado muy tranquilo, no sentía miedo ni angustia, estaba muy pasiva, muy como siempre.

10:20 pm, por fin llego a casa. Por primera vez observo que mi abuelo intenta abrazarme, mi papá y mis hermanos sólo me vieron llegar, me dejaron recostarme en el sofá y comenzamos a intercambiar historias, mi mamá y mi abuelo lloraban, mi hermana temblaba y mi hermano sólo pasaba saliva para contener el llanto… yo seguía estable, sin angustia alguna, sin siquiera tener ganas de llorar. No comí nada ese día, sólo tomé un baño y fui directo a la cama.

9:00 am, 20 de Septiembre de 2017, mi prima de 4 años sube a mi habitación, se recarga en mi espalda como para abrazarme por lo que me despierta y me dice “Ayer creí que no volvería a verte”, la abrazo y comenzamos a platicar de lo que pasó el día anterior. Hasta ese momento me di cuenta de la magnitud de lo que pudo haberme sucedido y de por qué cuando escuchaban mi voz lloraban.

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