Artículo: “Existencialismo y humanismo ante la crisis de la psicoterapia. Una revisión”

La psicoterapia es una de las prácticas más difundidas en psicología. A lo largo del tiempo surgieron distintos enfoques, como el psicoanalítico, el cognitivo-conductual y el sistémico, los cuales hoy en día se siguen utilizando para abordar una gran variedad de temáticas. A su vez, existe un abordaje psicoterapéutico basado en la noción humanista-existencial (al cual también se le denomina “La tercera fuerza”), pero este no es tan reconocido como los anteriormente mencionados.

Desde sus inicios la práctica psicoterapéutica ha pasado por distintas crisis debido a la multiplicidad de movimientos y corrientes filosóficas que la constituyen. Uno de los aspectos en común que tienen los distintos enfoques es su inquietud por el hombre como objeto de estudio e investigación. En el caso de la psicoterapia humanista-existencial el tema central es la existencia humana y la responsabilidad ante la misma. Es precisamente esta concepción del hombre como sujeto responsable e integrado la que guía el accionar de este tipo de enfoque.

El existencialismo surgió en Europa con una fuerte impronta filosófica y tuvo impacto en otras partes del mundo así como también en otras disciplinas (por supuesto, la psicología no estuvo exenta de dicha influencia). Este propone que el hombre se autodefine en la libertad de su accionar. Sin embargo, esto implica una angustia, un enfrentamiento constante a la toma de decisiones, lo cual lo compromete y lo responsabiliza.

Los principales representantes del existencialismo son: Heidegger, Jaspers, Sartre, Marcel y algunos incluirían a Ponty. Estos mismos compartían la preocupación por la interpretación de la existencia humana en el mundo, sin embargo, los rastros distintivos de esta modalidad en psicoterapia podrían remontarse al siglo XIX con autores como Nietzche y Kierkergaard.

Como menciona González (2006), este movimiento ha presentado y presenta una diversidad muy amplia, dentro de un existencialismo compatible con el ateísmo (Heidegeer, Sartre) hasta otro próximo al cristianismo (Kierkergaard, Marcel) y con la teología (Tilion y Butmann).

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A su vez, la filosofía humanista presenta también marcadas diferencias. Por ejemplo, hay autores que consideran que sólo debe ser llamado “humanismo” a aquellas filosofías que no desconocen al hombre como una realidad ontológica y metafísica. Sin embargo, existen otros que aceptan que el hombre es la medida de lo real, por lo tanto, lo realmente finito es inmanente a sí mismo, “un hombre reducido a ser la medida de todas las cosas, ser su propia medida y la del mundo circundante…” (González, 2006).

De acuerdo a Berson (como se cita en González, 2006), a pesar de que no se pueden evidenciar muy claramente los antecedentes de la psicología humanista, sí se puede reconocer que esta fue influenciada por el existencialismo, con sus múltiples vertientes y una visión positiva del hombre, como un ser capaz de autorrealizarse y trascenderse a sí mismo,pero no con relación a un bien absoluto y sobrenatural sino más bien en un plano humano en inmanente.

Por lo tanto, la psicología humanista comparte con el existencialismo ese interés por el hombre particular y lo consideran como artífice y gestor de su propio destino.

Se consideraba que este movimiento daría respuestas en el ámbito de la clínica, ante la insuficiencia de los modelos existentes y ante una sociedad americana deseosa de encontrar respuestas de orden humano y no satisfechas con respuestas de orden técnico, que nada parecían haber aportado para la solución de los problemas del hombre concreto (González, 2006).

El existencialismo se presentó como el movimiento capaz de atender los requerimientos de los psicólogos norteamericanos a nivel de psicoterapia, puesto que esta se consideraba incompleta ya que necesitaba una visión del hombre como la que propone este movimiento: consideración del hombre como persona, como ser humano.

Opinión

La práctica clínica va de la mano con el contexto social en el que estamos inmersos. Tal como se mencionó en el artículo, las cuestiones que la sociedad nos demanda son uno de los principales ejes que guían nuestro quehacer psicoterapéutico. Me parece que es muy importante que como psicólogos tengamos esa capacidad de adaptarnos a las necesidades que la sociedad nos demanda, lo que implica que todo el tiempo estemos actualizándos en cuanto a la información que concierne a nuestra labor terapéutica.

Referencia:

González, E. (2006). Existencialismo y humanismo ante la crisis de la psicoterapia: una revisión. Fundamentos en humanidades, 7(13–14), 183–192.

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