Cuando pase el temblor…

El día 19 de Septiembre del 2017 no tuve clases, así que me encontraba en casa. Al cuarto para la una salí a hacer un mandado y regresé a la una y diez (aproximadamente), me senté en la mesa y minutos después recibo una llamada de un número desconocido. Tomé la llamada y escuché decir a la persona que estaba en la otra línea (que en ese momento no distinguí quien era porque se escuchaba mucho ruido): -”¡Sálganse, va a temblar!”-. En ese momento mi tío dijo: -”¡Está temblando!”-. Al principio no percibía el movimiento hasta segundos después que fui percibiendo como aumentaba gradualmente la intensidad del sismo. Cuando se tornó más intenso, mi tía salió corriendo por mi hermana (que por la hora ya había salido de la secundaria). Mientras que mi tío y yo nos replegamos; él en una pared y yo cerca de la puerta para evitar que se cerrara. Una maceta que se encontraba cerca de ésta iba a caer, me volví para hacerla a un lado y evitar que se cayera, pero en ese instante la puerta se cerró. Y por el movimiento sísmico tan fuerte no podía abrirla debido a que me ‘tambaleaba’ de un lado a otro, hasta que por fin pude mantener el equilibrio el suficiente tiempo para abrir y que mi tío saliera.
Una vez afuera, en la calle; varios vecinos nos dispusimos a ayudar a evacuar a los niños de la escuela primaria. Tardamos varios minutos en hacerlo (incluso ya había terminado el temblor y todavía quedaba gente por salir) debido a que dicha escuela no cuenta con las condiciones mínimas de seguridad; las escaleras eran muy estrechas lo que complicó la evacuación y puso en riesgo la vida de alumnos y profesores.
Concluido el temblor quería comunicarme con mi papás que se encontraban trabajando; saber cómo estaban, si estaban bien, etc. Pero no había señal, por momentos el whatsapp colapsaba y no salían o llegaban los mensajes, no había luz, en fin. Una serie de cosas que incrementaban mi angustia, de no saber qué pasaba con mis seres queridos hasta que por fin pude contactarlos y asegurarme de que todos estaban bien.
Dos horas después de ocurrido mi mamá pudo llegar a casa, conversamos de su experiencia durante el temblor y algunos rumores entorno a este.
Como no teníamos datos en los celulares, ni luz, tampoco no teníamos acceso a internet u otro otro medio de comunicación para informarnos respecto a lo ocurrido. Y no fue hasta varias horas después, como a las 6 de la tarde que reinstalaron la luz eléctrica y pudimos enterarnos de lo que había pasado en la CDMX; derrumbes, personas atrapadas en los escombros, personas muertas, heridos, etc. Realmente fue muy impactante ver las imágenes y videos de lo ocurrido, no lo podía creer ni entender; sentía que esto no estaba pasando o que pasaba en otro país, en otra parte y no aquí. Días después me sentía como en una anestesia emocional, todavía no lo asimilaba. Y decidí participar en brigadas y centros de acopio; sentía la necesidad de hacer algo, de apoyar, de ser útil. Creo que me fue de gran ayuda para asimilarlo, sentía satisfacción en ayudar.
Sin duda alguna todo lo que pasó me hizo reflexionar de nueva cuenta que la vida puede ser tan corta, efímera e imprevisible; hoy podemos estar vivos pero mañana ya no. Que debo disfrutar cada faceta de mi vida, cada experiencia, cada oportunidad aprovecharla al máximo, y por supuesto disfrutar de mi familia y personas a quienes quiero, porque en un instante lo puedes perder todo.

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