Entre divanes y Realidades; Historia de la psicoterapia Psicoanalítica

Antecedentes

La psicoterapia fue, en 1904, un método de trabajo perteneciente a la medicina, que buscaba curar las llamadas “enfermedades nerviosas” por medios psíquicos y no por medios físicos. Tales enfermedades eran principalmente; histeria, neurastenia, melancolía, entre otras. No obstante la clasificación de estas enfermedades era confusa.

No fue sino hasta el periodo entre 1890 y 1910, que el psiquiatra Austriaco Sigmund Freud, quien sería considerado el padre del Psicoanálisis, propuso varias maneras de establecer una clasificación, ya que para ese entonces la única diferenciación conocida, se hacía entre enfermedad nerviosa (en vocabulario científico, una neurosis) en el caso de que la persona no presentará causas físicas visibles, como lesiones al cerebro o al sistema nervioso, o por el contrario una enfermedad neurótica, si, una vez realizados los exámenes adecuados, no se produjera ninguna alteración orgánica.

A partir de esas ideas fue que Freud construyó su primera nosografía distinguiendo las neurosis actuales de las psiconeurosis. En la cual el origen de la primera debe buscarse en el presente y no en los conflictos infantiles reprimidos (justificando así la definición de neurosis actuales), y sus síntomas no serían simbólicos, sino que reflejarán directamente los efectos de la abstinencia sexual completa o parcial. Por otro lado, las psiconeurosis -histeria, neurosis obsesiva, etc.- las cuales, sí tendrían su origen en el pasado infantil y sus síntomas serían resultado del funcionamiento de los mecanismos de defensa (Mezan, 1996). Dicho en otras palabras, la psicosis se caracteriza por una pérdida, casi total, de un contacto con la realidad, caracterizada por síntomas como delirios y alucinaciones. Mientras que la neurosis no genera una ruptura con la realidad como sucede con la psicosis, por lo que es más fácil que encuentren una cura a su malestar, englobando trastornos del ánimo y de la ansiedad como su principal característica.

Algunas de las aportaciones teóricas que impulsaron a Freud para la realización de su teoría Psicoanalítica fueron, primeramente, su gran interés por la Filosofía de la Naturaleza, así como las aportaciones del profesor Carl Brühl sobre anatomía comparada en un congreso, en donde se leyó el fragmento “La naturaleza” del teólogo suizo Tobler, atribuido a Goethe (además que esto sería una inspiración en Freud para estudiar medicina) (Castanedo, 2008).

Además de estos dos autores, Freud se vio influenciado por otros personajes como S. Kierkegaard y Nietzsche, que coincidían en la importancia de determinados sentimientos inconscientes; de Schopenhauer, pues sus escritos registran experiencias psicológicas de la vida cotidiana y observaciones inconscientes, en sus obras hace mención de sueños, hipnosis, compulsión de la repetición, deseo de muerte, represión, racionalización y varios términos que nos hacen recordar la obra Freudiana ( Rolán, 2012). Además de ello su interés acerca de la indagación de procesos psíquicos y la conceptualización de sus mecanismos subyacentes, haciendo énfasis en el análisis de fenómenos psicopatológicos y sus síntomas, permitieron a Freud descubrir paulatinamente la naturaleza de la realidad psíquica. (Castanedo, 2008).

La terapia psicoanalítica inauguró dimensiones de libertad que en la actualidad, representan una ruptura en las condiciones de la omnipotencia de la ciencia y de los científicos. El psicoanálisis Freudiano retomó, con fines terapéuticos, los grandes temas de la ilustración: la producción consciente y la reapropiación biográfica. En la lucha por el recuerdo, en el despliegue sistemático de la autorreflexión, fue para Freud de gran interés por la emancipación (Castanedo, 2008).

Además de estos aportes; Freud a través de su teoría del inconsciente, permitió organizar el aparato psíquico a través de tres instancias, las cuales consisten en: El Ello como aquella entidad en la cual se realiza la descarga de tensiones y/o energías mediante estímulos internos o externos; está regido por el principio del placer, y su principal objetivo es evitar al dolor y la búsqueda del placer. Asimismo, consta del proceso primario, el cual consiste en la descarga de la tensión a través de una imagen mnémica de un objeto, es decir el sujeto imagina el elemento deseado y de esa forma reduce la tensión (S. Hall, 1997).

Como segunda entidad se encuentra el Yo, esta instancia está conectada con el entorno; juega un papel importante como ejecutante de la personalidad y a su vez domina al ello y superyó. El Yo se rige por el principio de realidad, su objetivo primordial es la descarga de la energía al encontrar el objeto adecuado para hacerlo, se toma en consideración el entorno del individuo. En esta instancia, se encuentra el proceso secundario que permite al individuo realizar un plan de acción para descarga de forma adecuada la tensión (S. Hall, 1997).

Y finalmente se encuentra el Superyó, está relacionado a los aspectos morales que un niño va asimilando desde los superyó de sus padres, quienes le enseñan (a su consideración) que es moralmente bueno (ideal del yo) y aquello que es moralmente malo (conciencia moral) (S. Hall, 1997).

En la práctica Psicoanalítica

En la evaluación psicoanalítica el entrevistador no debe brindar satisfacciones directas al entrevistado, pues es necesario que su discurso aparezca en privado, sus intervenciones relacionadas con el deseo del analista. La regla de la abstinencia lleva al paciente a la libre asociación, mostrando sus frustraciones, repitiendo antiguas situaciones donde escenifica los roles con los que participó y repitiendo las conclusiones a las que llegó, su frustración y particular erotismo. No se trata de satisfacer la curiosidad del paciente, ni la del analista, sino que el entrevistador se ubique en un lugar lo bastante cerca para que el consultante pueda explayarse y lo bastante distante para que proyecte sus conflictos con la claridad ética de que está en manos de un profesional serio y cuidadoso de su trabajo, que no rompe la regla fundamental de la abstinencia (Colín, Galindo & Saucedo, 2009).

Asimismo, otro elemento importante dentro del proceso terapéutico, está constituido por las repercusiones hacia el aparato psíquico del paciente. Siendo éste el propuesto por Freud (Ello, Yo, Superyó) y es que una vez iniciado el análisis la primera instancia mental sobre la que recae el cambio es el Yo, ya que se enfrenta ante un proceso de disociación como consecuencia del análisis.

En referencia a está disociación Sterba (1932) menciona que ésta puede presentarse de dos formas, por un parte aquella que se muestra colaborativa con el analista y por el contrario la que se haya renuente, siendo está la que se encuentra en contacto con la realidad y que comprende impulsos del ello, defensas del Yo y discutamos del superyó.

De igual manera, esta disociación ocurre por la identificación con el analista, a través de la experiencia del análisis, ya que, durante el mismo, el analista se presenta con una actitud de observación y reflexión, propiciando, mediante la identificación, que el paciente adquiera una capacidad de auto observación y autocrítica sobre su funcionamiento y que puede dar paso a proceso de transferencia positiva importantes dentro del análisis, ya que el paciente transfiere al analista sentimientos y reacciones, que corresponden a la persona con la que se está asociando al terapeuta; comúnmente se suelen transferir los sentimientos que la persona tiene para el padre o la madre.

La transferencia puede ser ambivalente, es decir, se incluyen tanto actitudes positivas como negativas. Cuando se transfieren actitudes positivas o afectuosas puede llegar a ser benéfico para el proceso terapéutico, facilitando la cura; por otro lado, si la transferencia es negativa puede generar hostilidad y hacer que los compromisos establecidos al inicio del proceso se anulen, lo que podría resultar incluso en que el paciente decida ya no acudir a terapia (Freud, 1940).

Asimismo, en la transferencia se activan procesos de resistencia que van contra las intenciones terapéuticas. Siendo la resistencia una forma particular de transferencia negativa, en la cual el sujeto se resiste a confiar en el analista. Este es el principal obstáculo por vencer para hacer consciente lo inconsciente, y su aparición se puede dar en muchos momentos desde que se encuentran entrevistado y entrevistador. El entrevistado oscila entre la resistencia de hablar de ciertas cosas y la transferencia que lo impulsa a continuar a fin de librarse de ciertos malestares (Colín, Galindo & Saucedo, 2009).

Estos procesos de resistencia pueden adquirir diferentes formas, por ejemplo, la exoactuación, es decir, vivir en la acción los contenidos transferenciales, en lugar de interpretarlos, elaborarlos y disolverlos; o bajo la forma de mecanismos de defensa que impiden el doloroso proceso del autoconocimiento (Castanedo, 2008).

Por otra parte, dentro del proceso psicoanalítico, es muy común encontrar que los pacientes poseen determinados mecanismos de defensa (que pueden ser factores que propicien la resistencia). Estos mecanismos mantienen una estrecha relación entre el ello, yo y superyó, ya que al entrar en conflicto los deseos de satisfacción del ello con las creencias y factores sociales se origina una desestructuración del yo de la persona poniendo en peligro el mismo. Estos mecanismos son un elemento inconsciente que permite al yo afrontar las exigencias del entorno y de su mundo interno desplazando la ansiedad hacia un estado que no amenace la integridad del yo (Freud,1984).

Así mismo, dentro de la terapia también aparece la confrontación, la cual consiste en hacerle ver al paciente que el terapeuta sabe y entiende cosas que el mismo paciente ya sabe pero que aún no las puede trabajar dentro del tratamiento (Colín, Galindo & Saucedo, 2009). Esto a partir de la interpretación, que juega un papel importante, pues es a partir de esta información que se genera el material con el que el paciente reflexiona. En términos generales, la interpretación se concibe como algo que pertenece al paciente, pero de lo que él no tiene conocimiento (Etchegoyen, 1986), es decir, hacer comprender al sujeto el significado inconsciente de sus actos o de su discurso, puesto de manifiesto a través por una palabra, un lapsus, un sueño, un acto fallido, una resistencia o a través de la transferencia. Por lo tanto, tiene como función señalar al paciente aquello que le pertenece.

Siendo así, que dentro de la práctica permite posible al yo del paciente tener conocimiento de aquellos conflictos intrapsíquicos que le eran totalmente desconocidos por su naturaleza inconsciente, así como de los mecanismos de defensa que contra ellos empleaba. Permitiendo al analizante obtener un mayor crecimiento y desarrollo de la mente al liberar las energías y aptitudes que hasta el momento habían permanecido ligadas a tales conflictos y, por lo tanto, inútiles para el adecuado y satisfactorio desenvolvimiento de la personalidad.

En este punto es importante señalar que la interpretación, puede no hacer más que referirse al paciente, ya que «interpretaciones» sobre los demás — que no son el analizado — resultan en solo información u opiniones por parte del terapeuta que no hace para nada reflexionar al paciente.

Elementos de la terapia

En relación con los elementos de los que el terapeuta se sirve durante la sesión terapéutica, aparece el diván, el cual sirve como un facilitador para el encuadre analítico, inicialmente fue utilizado por Freud para facilitar a sus pacientes el centrar su atención en la autoobservación y entregarse a sus pensamientos inconscientes. Los pacientes se acuestan en el diván, el analista se encuentra fuera de vista, permitiendo al analizado asociar libremente y al analista realizar su labor, aspecto criticado debido a la molestia de Freud al ser visto por sus pacientes y el empleo del diván para solucionar una molestia personal, no obstante el diván permite condiciones de privacidad para ambas partes, lo que favorece la labor analítica (T. Ogden, 1996).

Es importante considerar lo que la psicoterapia psicoanalítica reconoce como “salud mental”. De acuerdo con Koderch, (1987) “el grado de salud mental depende de la capacidad para conocer las fantasías mentales inconscientes, y de cómo son elaboradas éstas por el yo para intentar obtener una integración y satisfacción de los deseos implícitos en ellas.”(Koderch, 1987) Es decir, la persona poseerá de una mejor salud mental en tanto su funcionamiento discontinuo entre consciente e inconsciente en su vida psíquica sea menor.

Proceso Analítico

De la misma manera que toda técnica psicoterapéutica, el psicoanálisis se encuentra organizado por un esquema de fases que integran el análisis, No obstante, cabe mencionar que si bien Freud no hablaba de una estructura otros autores si distinguen ciertas fases de progreso, siendo estas: La apertura del análisis la cual, parte de arranque el proceso de análisis y tiene su inicio desde la primera entrevista, en la cual el analizante comienza explicando su malestar, además de poder establecer a partir de ello, ajustes a las expectativas paciente- analista, en términos de tiempo se considera que está apertura tiene una duración de entre dos o tres meses. Seguido de la Etapa intermedia, teniendo un comienzo una vez que se tiene claras las reglas a seguir durante el análisis. Este proceso no posee una extensión determinada, debido a que depende del paciente, ya que es desde el momento en que la neurosis original ha desaparecido a través de la réplica de la neurosis de transferencia, está fase del proceso implica oscilaciones de progresión y regresión reguladas por el nivel de transferencia. Finalmente la Terminación del análisis, está fase es más breve y en ella lo esencial es el conflicto de separación el cual incluye los sentimientos de dependencia hacia el terapeuta lo cual puede repercutir en recaídas, es por esa razón que este fase tiene como propósito el preparará al paciente para este conflicto, el éxito de este proceso depende de la adecuada interpretación por parte del analista durante todo el proceso terapéutico (Glover, 1995 en Miro & Fexas, 1997)

Puntos a Considerar

Si bien, como todo tipo de psicoterapia, que está encaminada a lograr un bienestar para los pacientes, debe tenerse en consideración que, para el caso del psicoanálisis hay algunas características que pueden beneficiar el análisis, una de ellas recae sobre los pacientes, ya que, para que se consideren buenos candidatos para la realización de un tratamiento psicoanalítico, se consideran aquellas personas que son capaces de considerar sus alteraciones y ansiedades como la consecuencia de algo que está ocurriendo en su interior y que desean llegar hasta el fondo de sus dificultades psíquicas, aun cuando ello les demande un considerable esfuerzo e, incluso, un mayor sufrimiento transitorio.

Igualmente, es importante que el paciente posea: adecuado nivel cognitivo; tolerancia a la frustración y al sufrimiento; amor por la verdad; posibilidades para la autoobservación y para verbalizar los resultados de la misma; capacidad para el establecimiento de relaciones de mutualidad, es decir, relaciones de trabajo y colaboración en un nivel adulto, y capacidad de insight.

Cabe destacar que hay casos en los que el proceso psicoanalítico es recomendable. De acuerdo a las indicaciones del análisis “Según el diagnóstico clínico”, Freud concibe al psicoanálisis como método de elección en casos crónicos y graves de histeria, es decir, las neurosis. No obstante, no lo consideraba pertinente en casos donde se encuentren factores psicóticos ostensibles (aunque en algunos casos estas situaciones podrían incluso mantener abierta una puerta para el abordaje de la psicosis), asimismo para casos agudos de histeria u agotamiento nervioso y desde luego para casos de degeneración mental, y cuadros confusionales (Etchegoyen, 1986).

Referencias

Castanedo, C. (2008) Seis enfoques terapéuticos. México: Manual Moderno.

Colín, M., Galindo, H., Saucedo, C. (2009). Introducción a la entrevista psicológica. México: Trillas

Etchegoyen, H. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires, Madrid: Amorrortu.

Freud,A. (1984) El yo y los mecanismos de defensa. España: Editorial Paidós. Pp 1–20.

Kernberg, O. (2001). Psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica y psicoterapia de fortalecimiento: Controversias contemporáneas. Psicoanálisis APdeAB, vol. XXIII. №1.

Koderch, S. (1987) “Delimitación y esencia de la psicoterapia psicoanalítica” en Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Herder, pp. 53- 98.

López-Ballesteros, L. (1998). Sigmund Freud, Esquema del Psicoanálisis. España: Editorial Debate. Pp.:101–119.

Mezan, R. (1996) Psicoanálisis y psicoterapia. Sao Paulo: Estud. av. vol.10 no.27. Recuperado de: http://www.scielo.br/scielo.php script=sci_arttext&pid=S0103-40141996000200005&lng=en&nrm=iso

Miró, T,. Feixas, G. (1997). Aproximaciones a la psicoterapia: Una introducción a los tratamientos psicológicos. México: Paidós.

Ogden, T. (1996). Reconsiderando tres aspectos de la técnica psicoanalítica1. Int. J. Psycho-Anal, 77, 883.

Rolán, Arturo (2012). Fundamentos del psicoanálisis. Portal de Psicoanálisis y literatura, eBooks: http://arturoroldan.salvatierra.biz/ebooks/Fundamentos.pdf

Roudinesco, E., Plo, M. (2008). Diccionario de Psicoanálisis. México: Paidós. 1101–1103, 888–890

S. Hall, C. (1997). La organización de la personalidad. En C. S. Hall, Compendio de Psicología Freudiana. México: Paidós.

Integrantes:

Enríquez Vega Felipe Arturo; Gómez Chávez Ana Itzel; Gutiérrez González Andrea; Hernández López Maritza Angélica; Olvera Orozco Cristian Alejandro; Peña González Daniela Itzel; Yáñez Chávez Eva Edurne.

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