La Cotidianidad y el 19 de Septiembre.

Es curioso cómo pasan las cosas, uno hace planes día con día pensando que todo se concretará, el 19 de Septiembre era un martes más para mí, los martes no tengo ninguna clase así que es el día que normalmente salgo o lo dedico a otras actividades, ese martes era como los anteriores, con planes para disfrutar con quien estuviera. Me dirigía a la Facultad cuando ocurrió el sismo, para ser más específica me encontraba en el camión que va del metro Miguel Ángel a una de las entradas de la universidad cuando se comenzó a mover de una manera extraña, para ser sincera debo admitir que no lo percibí como un sismo fuerte, sí, se movió el camión pero es normal en esta ciudad que muchos de los conductores manejen de una manera rápida y descuidada, pero de pronto las personas comenzaron a decir que temblaba, inmediatamente volteé a ver los cables de luz que se encontraban cerca y fue cuando pude comprobar que sí, estaba temblando. No me dió tiempo de preocuparme o angustiarme, en cuanto dejé de ver los cables de luz un señor de edad madura comenzó a hablarme contándome su experiencia del 68, ambos bajamos y nos dirigiamos hacia el mismo lugar así que continuó su plática mientras caminábamos a la facultad. Al entrar a la facultad fue cuando realmente pude notar que no había sido cualquier cosa, todos se encontraban en la explanada, algunos tranquilos y otros no tanto, pero la mayoría con sus teléfonos intentandose comunicar, en ese momento fue cuando me comencé a preocupar. Yo iba a la facultad a dejar unos libros y de ahí iba a ver a una persona importante para mí que también estudia en esta facultad, él tenía clase en el edificio A y cuando escuche que se habían presentado daños en ese edificio y que no estaban permitiendo el paso lo primero que hice fue intentar localizarlo, después de dar algunas vueltas por la explanada lo pude encontrar y me contó que tan fuerte se había sentido, al principio creí que estaba exagerando porque yo no lo había sentido así, pero después se comenzó a decir la magnitud que había tenido y algunas de las repercusiones en varios puntos de la ciudad, inmediatamente me invadió una gran preocupación por mi familia. Yo vivo en la zona Oriente de la ciudad, en la delegación Iztapalapa, la zona donde se encuentra el departamento que habito es de riesgo, hay hundimiento de los edificios y una grieta que pasa por la mayoría de ellos, así que me llegaron toda clase de pensamientos negativos, intente una y otra vez poder comunicarme con mi mamá pues ella era la única que se encontraba en mi casa, en todo el día no la pude contactar por telefóno pudimos compartirnos unos mensajes para avisarnos una a la otra que estábamos bien, con la única persona que pude hablar fue mi hermana quien me dio razón de mi papá. Después de saber que estaban bien me sentí más tranquila, inclusive sentí que ya había pasado todo, fue cuando la señal se restableció un poco y varios entramos a las redes sociales, al leer y ver los videos me cayó el veinte, edificios que colapsaron, una primaria que se había caído, !tantos daños!, no había transporte, y sinceramente no quería salir de la facultad, sentía que ahí estaba a salvo, no quería enfrentarme con la realidad, así que me quede hasta la tarde, fue un camino largo a casa, ya había transporte (metro) pero era muy lento, llegue a mi casa hasta la noche y para mi mala suerte no había luz, el ambiente se tornaba pesado, había algo extraño alrededor, camine lo más rápido que pude, al llegar a mi departamento me di cuenta que no había nadie más que mis perros, deje mi mochila y agarre a mis perros y me salí a la avenida porque una vecina gritó que estaba temblando de nuevo, me había quedado sin batería, no tenía cómo contactar a mi familia y me daba miedo entrar a casa porque se estaban metiendo a los departamento a robar, un grupo de vecinos se juntó y decidieron quedarse juntos para cuidarse entre sí, yo me quede con ellos, alrededor de las 10 de la noche uno de mis vecinos me dejó cargar mi celular con su bateria portatil, por fin pude contactar a mis padres, ellos no estaban en casa porque mi abuelita y su casa habían tenido daños, así que ellos la habían llevado al hospital. Fueron dos preocupaciones, una la de mi abuelita y dos el estar sola en casa sabiendo que estaban forzando las puertas de los departamentos para robar, sinceramente no me sentía segura, me quede con el grupo de vecinos hasta alrededor de las 11:30 mientras hablaba con mi hermana e intentaba llegar a su casa, pero no podía dejar a mis perritos y ningún transporte privado me dejaba subir con ellos, tomé la decisión que quedarme en casa, en parte por no dejarlos pero también por mis papás que no traían llaves y necesitaban que alguien estuviera por si llegaban, en la madrugada llegaron ellos cuando mi abuela se encontraba estable. Fue una noche difícil, no me di cuenta en qué momento me quede dormida pero desperté muy temprano, comencé a buscar qué podía hacer, cómo podía ayudar, estaba consciente de mis limitaciones y de que no podía levantar escombros así que con ayuda de mi mamá preparamos comida y junto con dos amigas y un chico que nos llevó en su carro fuimos a entregarla a los brigadistas y a dar víveres, así mismo nos quedamos a ayudarles a acomodar, hasta la noche que el cansancio no nos dejó más. Pero no era suficiente, al menos eso yo sentía, al llegar a casa comencé a buscar donde más podía ayudar, así que al día siguiente asistí a la facultad a tomar el curso de intervención en crisis y primeros auxilios psicológicos, esto con la esperanza de poder hacer algo más, sin embargo los grupos que se encontraban formando debían tener una disponibilidad completa y yo dependo del metro para trasladarme, por azares del destino termine cerca del metro calle 11, donde uno de los edificios de departamentos había colapsado y se necesitaba la ayuda psicológica, los doctores y psicólogos encargados nos aceptaron con ellos, no estaba en esto sola, afortunadamente estaba acompañada de una persona también estudiante de la facultad en quién confío mucho como persona y en sus habilidades como profesionista y con quien cuento como un gran apoyo, ambos comenzamos a asistir todos los días siguientes y colaborar en lo que pudiéramos, ambos teníamos práctica en intervención, aún así todo el tiempo tuvimos presente cuál era nuestro límite. Esta experiencia fue muy enriquecedora, y debo admitir que muy fuerte, en ningún momento me sentí sobrepasada por la situación pero si sentía que no era suficiente lo que estaba haciendo, me era injusto todo por lo que pasaban esas familias, el dolor que tenían, el imaginarme a mí en esa situación me resultaba angustiante, fueron días muy pesados, me sentí en extremo cansada, no podía dormir bien y sin embargo mis ganas de seguir ahí se mantenían, después de unas semanas la carpa de atención psicológica se levantó, yo dejé de ir antes de esto porque ya estaba siendo muy difícil para mí. Al escribir esto puedo decir que me siento satisfecha con lo poco o mucho que pude ayudar, aunque esta situación y vivenciar tan de cerca tanta pérdida y tristeza, el entrar a los departamentos y observar de cerca los derrumbes, esto jamás se me olvidará, son este tipo de situaciones las que te marcan, y a partir de ahí mis martes ya no volvieron a ser como cualquier martes, los planes que con tanta cotidianidad hacía ahora se que no siempre serán como yo los digo, y el 19 de septiembre no será una fecha más en el calendario.

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