Los comienzos del desarrollo mental (continuación): desarrollo de los instintos. Sexualidad infantil

La lectura nos habla del instinto y las etapas de desarrollo emocional del niño. Se habla de que el instinto va a depender del estado químico en el que se encuentre el cuerpo, por ejemplo, con hambre o sin hambre y la urgencia de su descarga dependerá del mismo hecho. Este instinto tiene un fin (la satisfacción del mismo), objeto (medio a través del cual el instinto alcanza el fin), fuente (el estado químico del cuerpo y del cual dependerá la excitación).

Desde Freud, se sabe que los niños presentan instintos sexuales, los llama así debido a que desde aquí se desarrolla la sexualidad del adulto y son percibidas con el mismo nivel de emoción; en el adulto cuando esta sexualidad no encuentra forma de descargarse busca otros medios hasta incluso volverse en un instinto sexual infantil. Cuando el infante llega a la pubertad, su sexualidad infantil se une y forma la sexualidad adulta.

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Freud propuso varias clasificaciones para los instintos al paso de los años. Finalmente opta por una clasificación que incluye una base especulativa (constancia) y clínica (hambre de estímulos): se incluye dos cualidades de la psique que son la autodestructiva y el instinto de muerte que puede verterse al exterior como instinto destructivo y Eros.

En cuanto a la sexualidad infantil, se le conoce como perversa polimorfa dado que es indiferenciada. El autor nos habla que fue gracias Freud que se tuvo conocimiento de ella. Esta sexualidad difiere de la sexualidad del adulto en diversos aspectos, por ejemplo, que la excitación sexual más intensa no radica únicamente en los genitales (pero es la zona principal); en cuanto al fin, no es el coito sino actividades que van a llevar al placer; puede darse el caso de que el infante tome como objeto a su cuerpo o a los objetos.

Para los infantes, primeramente, la realidad es percibida en función de la satisfacción de las necesidades, que pueden ser cualquier elemento excitatorio, posteriormente los genitales van a permitir la descarga de esas excitaciones sin importar la zona en donde se origina la excitación (primacía genital). Contrario a la primacía genital, se encuentra el periodo pregenital, que como su nombre lo dice, los genitales no han tenido esa primacía sobre otras zonas erógenas como la piel, boca, etc; el proceso para llegar a la primacía genital se ve desde la perspectiva de los diferentes momentos de primacía de zonas erógenas hasta la perspectiva de las relaciones objétales.

En cuanto a los momentos de primacía de zonas erógenas, se habla de los siguientes tres periodos: periodo infantil, latencia y pubertad.

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● Etapa Oral: La principal zona erógena es la boca. El niño tiene conocimiento de la realidad a través del hambre y saciedad. Aparece la succión del pulgar con la que el autor da cuenta de que el placer por el pecho no está íntimamente relacionado con el hambre, sino con la estimulación de la membrana mucosa (excitación sexual primitiva). En la adultez, se encuentra relación con el fumar y alcoholismo. El autor nos recuerda que estás son adicciones y que también tienen un componente químico. El niño, principalmente estimula la zona erógena y posterior a ello incorpora objetos que considera proveedores o alimentos.

● Etapa Sadicoanal: Está presente desde el nacimiento, pero claramente adquiere un significado primordial al convertirse en la principal zona ejecutante para las excitaciones (la defecación) sin importar en donde se originen. El fin es la sensación placentera de la excreción y, posteriormente, el infante descubre que obtiene mayor estimulación al retener la defecación. El niño percibe la defecación como un acto sádico y como una oportunidad para oponerse a los mayores al poder controlar su esfinter. En cuanto a la ambivalencia, se habla de la expulsión de las heces y las retención con significado de objeto amado. Hasta este párrafo, hemos hablado de la estimulación autoerótica, ahora pasaremos al terreno del objeto: las heces pueden considerarse objeto y eso les confiere significado de la posesión y lo perdido, en tanto son expulsadas. Incluso se da una tendencia anal ambivalente con necesidad de compartir el acto, ya sea como expresión de afecto u hostil.El placer anal puede darse incluso desde que la madre cambia el pañal al infante, lo que da paso a la tendencia objetal. El niño también aprende que puede darle o no a la madre las heces, confiriendo se así mismo un poder sobre la madre. Los temores surgidos son el miedo de que al infante le suceda lo mismo que ha deseado en otros o un escape de las heces.

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● Erotismo Uretral: Etapa en la que el niño da cuenta de las diferencias entre sexos a partir de la micción. El fin en esta etapa es el placer en el orinar y en la retención. En cuanto al objeto, se encuentra placer en el orinar sobre otros o ser orinado por otros. En esta etapa se haya un conflicto en el cual el niño desea gozar del placer de expulsar heces y el placer del control de la micción, orgullo narcisista originado en la vergüenza mayor que se le da al infante cuando falla en su control de esfínteres a diferencia del control rectal.

● Otras zonas erógenas: Otras zonas también pueden producir placer, por ejemplo la piel al tener contacto con cierta temperatura: cuando el infante está en contacto con la temperatura corporal de algún tutor, con su calor. También existe el placer muscular que puede manifestarse por la actividad deportiva.

● La fase fálica. La angustia de castración en el varón: En esta etapa se concentran las excitaciones en los genitales, tomando primacía al haber un interés por los mismos y por la masturbación. Esto no significa que desde el nacimiento los genitales no fueran zona erógena, pues como vimos, tienen especial relación con el aparato uretral. La catexia ahora será en los genitales sin importar su origen, el autor nos recuerda que solo hay una líbido y que esta se va desplazando desde el periodo pregenital a la primacía genital o se estanca como resultado de una fijación y/o regresión. El autor citando a otro autor, nos habla de la masturbación como un acto normal en la infancia, adolescencia y adultez (cuando no hay un objeto sexual a alcance). En los niños inicia como una estimulación autoerótica y en la etapa fálica como una estimulación con fantasias con respecto a los objetos. Los niños que son reprimidos en cuanto a la sexualidad genital por parte de adultos (estos adultos también tienen complejos de castración y el austar a otros aquieta los propios temores, pasando así de generación en generación), crecen con culpa y temor (como la castración), con respecto a la actividad, que puede perdurar a la edad adulta. La masturbación llega a ser patológica cuando se le prefiere en lugar del coito o cuando es realizada de forma frecuente pues da indicios de una insatisfacción sexual. La preferencia por masturbarse deriva de una timidez por la culpa y temor que se mencionó anteriormente. El autor nos habla de que es una timidez neurótica que sigue acrecentando cuando la masturbación es fallida, cuando no logra la descarga. Los niños pueden verse afectados por su percepción de un pene pequeño a comparación de otros adultos como su padre, siendo esto un golpe a su narcisismo, se siente inferior debido a que se a identificado con su propio pene y le da una valoración narcisista. La excesiva valoración del miembro (la intensidad del temor a la castración va a depender del nivel de valoración que el niño tiene del miembro) lleva al temor de que le suceda algo (angustia de castración) y esta angustia representa el final de las fantasías sobre temores de daño corporal. Este último temor fantasioso puede seguir siendo alimentado por las reprimendas que dan los padres cuando descubren que el niño se masturba, cuando el niño ve a otros seres sin pene o a las niñas (esto lo interpreta como una castración), dando como resultado seriedad a la reprimenda de los adultos, ya sea de esa etapa o de etapas anteriores. El niño puede sentir temor a la castración por parte de objetos o de mamá y papá, según hayan sido más o menos amenazantes. La castración de tipo femenino en los hombres es el temor por un pene pequeño cuando el niño ve el pene de otro adulto; además de tener un pensamiento de haber sido castrado, puede dejar de usar su pene para asegurarse de no pasar por una castración o como anticipo a una castración. Un punto importante es que el niño no toma como referencia al pene como algo que determina el sexo de las personas, sino a partir de la clasificación: tener pene o castrado.

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● La etapa fálica en la niña. La envidia del pene: Este periodo se caracteriza por las sensaciones placenteras y con mayor descarga en el clitoris; en el clítoris van a concentrarse las masturbaciones. La niña también clasifica en términos de “tener pene o castrado; tiene deseos de un pene y de que perdió ese miembro. El autor nos habla de un punto muy importante: otros autores han señalado que la sexualidad del clítoris no es la única presente en esta etapa, sino que también existe una temprana presencia de sexualidad vaginal. Al igual que el niño, la niña tiene la idea de que todos están formados de la misma manera en la que lo está ella y al descubrir lo contrario siente una desventaja y que los niños son más independientes, además de la idea de que el no tener pene es un castigo. La cultura también juega un papel importante en cuanto a la envidia del pene o al hombre, por ejemplo en represiones en cuanto al sexo femenino y esto va a variar dependiendo de la misma. (Este punto no lo entendí muy bien: la niña llega a tener pensamientos masculinos en cuanto a penetrar algo hueco y de procrear un hijo con la madre y que por ende, la niña anterior al periodo de latencia es un niño, acompañado de los deseos por genitales masculinos). Esta etapa tiene dos zonas erógenas que son el clitoris y la vagina; el clítoris tiene primacía durante la sexualidad infantil y la vagina tiene primacía en la sexualidad adulta; el cambio se da en la pubertad o en épocas posteriores (se anuncia por la separación con la madre y el acercamiento al padre), los problemas que pueden aparecer en esta transición son derivados de que la niña tenga miedo a la sexualidad vaginal o una fijación a la madre.

El autor nos habla de que la fijación y regresión son complementarias y que pueden darse por diversos factores. La fijación es, como su nombre lo dice, la permanencia del individuo en una etapa satisfactoria; la regresión es el volver a esa etapa satisfactoria. Cuando un individuo avanza de una etapa a otra se sabe que aún hay características del nivel anterior; el individuo puede regresar a ese momento si se presentan dificultades en el nuevo nivel dado que se vivieron de mejor manera.

Algunas explicaciones respecto a la aparición de las fijaciones son: se presentan excesivas satisfacciones en una etapa, a diferencia de otra o frustraciones excesivas en un nivel, muchas frustraciones + excesivas satisfacciones y/o una satisfacción instintiva en relación a la seguridad.

En relación a la perspectiva de las relaciones objetales: va desde momentos en los que no hay objeto y en donde el objeto es instrumento de placer y representante del amor.

El primer nivel, donde no existen objetos, está relacionado a la estimulación autoerótica en el infante, conocido como narcisismo primario. Se avanza a otro nivel (comportamiento instintivo positivo) cuando hay un acercamiento al objeto, tragarlo y colocarlo en la boca. El comportamiento instintivo negativo es cuando el niño se aleja del objeto o lo escupe. El amor y el odio se basan en esta línea, en la que el objeto desaparece una vez que satisface las necesidades de satisfacción, esto cambia cuando se retiene el objeto por si en otro momento se requiere.

Las relaciones de objeto son ambivalentes, pues como vimos anteriormente, se caracterizan por el impulso de destruirlo y de conservarlo (incorporación). Posteriormente pueden caracterizarse por la idea de permanecer con él de forma permanente (introyección).

El niño tiene un enamoramiento por sí mismo llamado narcisismo secundario; pueden amar un objeto en tanto les permitan la satisfacción y si no se da el caso, se da una identificación con el objeto, es decir, el niño se ama a sí mismo (el autor nos habla de que no es un amor en sí mismo, dado que el amor se alcanza cuando la satisfacción del niño no es suficiente, sino que también debe haber una satisfacción para el objeto -identificación-). En cuanto a otras relaciones sociales, el objeto también puede servir como modelo para imitar o para evitar ser como ellos, pueden llegar a aparecer sentimientos de antipatía y simpatía que cambiar a amor y odio según se distribuya la energía libidinal en el aparato psíquico del niño.

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Se habla de que el primer objeto es la madre y quien da los primeros cuidados al niño es considerada como madre, sin embargo, el autor contrasta esta idea mencionando que la imagen de un objeto es difusa y que solo aparece en esos primeros momentos una idea de objetos que ofrecen satisfacción y que desaparecen, como lo son el pecho de la madre, la persona de la madre y partes del cuerpo del niño; al momento no existe una clara distinción de persona. Durante el desarrollo va a percibir elementos extraños los cuales relaciona con el peligro y elementos de confianza que automáticamente son amados. El niño puede sentir odio por la madre, sin embargo, predomina su amor por ella durante la sexualidad infantil, también ama al padre y a otros objetos, pero esta primer relación objetal es de suma relevancia. El complejo de Edipo positivo (inicia a los dos años o antes. Intenso a los tres-cuatro años) y está íntimamente relacionado con la primera relación objetal, el niño tiene sentimientos de amor hacía su madre y sentimientos de ambivalencia hacia el padre al odiarlo por poseer a la madre y al identificarse con él por desear ser como él. El complejo de edipo negativo es cuando el niño odia a la madre y presenta sentimientos de amor hacía el padre. El niño abandona el amor edípico hacía la madre cuando comprende que la satisfacción se lograría poniendo en peligro a su pene.

La niña pasa por un proceso diferente en el que tienen que pasar del primer objeto que es la madre al padre (entre los tres y seis años). La niña se aparta de la madre ante la presencia de desengaños como los son el nacimiento de hermanitos, el destete y la enseñanza de hábitos de higiene (el varón pese a estos “desengaños” no se aleja de la madre). Hay niñas que pueden sentir una intensa culpa por no tener pena, al pensar que se han dañado a sí mismas, e incluso pueden hacer responsable a la madre por este hecho, como si ella les hubiese quitado algo. Este último desengaño es considerado el principal motivo por el que la niña se aleja de la madre. Ahora la niña se acercara al padre por el amor que le tiene y a su vez tendrá sentimientos de odio, culpa y celos hacía la madre.

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Las experiencias traumáticas influyen en la superación “normal” del complejo de edipo. La genitalidad en los niños puede ser despertada antes y a su vez puede generar traumas que se relacionan con la amenaza, como lo son las heridas, accidentes, muerte o la vista repentina de genitales adultos. Todo lo sucedido en cuanto a la sexualidad en la vida de los padres es importante para la formación del complejo de edipo pues el niño aprende todo, por ejemplo, un niño que ve la escena primaria (los padres teniendo relaciones) puede tener reacciones de excitación y a la vez pensamientos de que la sexualidad es peligrosa (pensamiento derivado de que la excitación es mayor a la que puede ser percibida por el infante), o si ve los genitales adultos, puede presentar el miedo a la castración. La escena primaria no es la única que puede influir, también pueden ser otras escenas, por ejemplo con animales, el ver adultos desnudos o las discusiones que los padres tienen. Otro acontecimiento traumático podría ser el nacimiento de un/una herman@, que como ya vimos, para la niña es un desengaño y un elemento por el cual se aleja de la madre. En esta situación, se ve perturbada la gratificación edípica dado que ahora se deben compartir los cuidados y atenciones de la madre con alguien más, además de ciertas dudas o ideas sobre el embarazo: ambas perturbaciones pueden llevar al infante a una regresión. Los padres pueden trasmitir su complejo de edipo no resuelto a través del amor a sus hijos respectivamente. El complejo de Edipo puede ser doble cuando se presentan varios hermanos en una familia, pues va a manifestarse hacia los padres y los hermanos mayores. En cuanto a los niños que no vieron a su progenitor o viven con uno, estos se sienten con la capacidad de exigir compensación al ver que otros infantes viven con sus padres o que tuvo progenitor. Si el progenitor ausente o fallecido es del mismo sexo que el infante, puede llevar a pensamientos de realización del edipo y de culpa o si es del sexo opuesto, se traslada a constantes fantasías sobre la persona ausente.

Referencias:

Fenichel, O. (1966). “Teoría psicoanalítica de la Neurosis Ed. Paidós Cap. 5 El desarrollo afectivo del niño. pag. 73- 124

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