“Manuel: ¿matar o morir? “

El caso que nos presentó Daniel, egresado del posgrado en la Facultad de Psicología, UNAM, fue el de Manuel, que tenía los 11 años de edad cuando él lo empezó a tratar.

El caso de Manuel nos reitera lo complicada que puede ser la clínica psicoterapéutica; después de una larga historia de diagnósticos, etiquetas y tratamientos infortuitos, que iban desde “problemas de conducta” hasta discapacidad intelectual, y tras una espera de dos años, Manuel y su familia llegan a donde Daniel para comenzar un proceso de resarcimiento que durará dos años de trabajo psicoterapéutico.

“¿Por qué Manuel se comporta cómo lo hace?”

El diagnóstico con el que Manuel llega con nuestro ponente, fue el de Discapacidad intelectual, y es que Manuel no usaba“filtro” al comportarse con los demás: se tiraba flatulencias, mostraba su boca llena de alimento masticado, era impulsivo y salía corriendo del consultorio, abría puertas y entraba a lugares donde no le estaba permitido solo por saciar su curiosidad. Manuel también mostraba deseos de hacer daño a otros, a veces a Daniel, deseos de hacer daño y matar a su tío “cortándole las pestañas o dejando la perilla del gas abierta cuando dormía”, pero también a sí mismo pues presentaba ideación suicida, la cual, correspondiente a su edad, estaba compuesta de fantasía como “irse y hundírce en el río para ya no salir”.

A diferencia de otros profesionales que atendieron a Manuel, Daniel indagó en la pre-historia de este: la historia que combinaba abuso, represión, violencia y dominio, la abuela de Manuel niega su sexualidad (o más bien el acto sexual) diciendo que ella solo se acostó de lado a su pareja y en ese momento ella se embarazó; la madre de Manuel, quien en una situación más o menos de calle, de drogadiccion y alcoholismo y en una especie de tributo compensatorio de ella hacia su madre, concibe a Manuel; el padre nunca lo reconoció y, antes de desaparecer de su vida a cuando tenía los 4 años por volverse totalmente dependiente del alcohol, rechazaba que fuera varón y lo agredía jalando su pequeño pene mientras le decía “¿por qué no eres niña?”; hasta le fecha, su madre, por quien Manuel siente tanto coraje y tanto amor a la vez, desaparecía por semanas sin avisar llegando con un hombre diferente a casa cada vez. Hasta antes de la terapia, su abuela era ese Gran Otro del que manaba la identidad más sana y afectiva que Manuel pudo haber recibido, también fue de ella de quien introyectó el mínimo de normas que le permitirían la convivencia en sociedad, cursar, por ejemplo, la primaria y los primeros grados de secundaria. Sin embargo, ante un ambiente en el que siempre se le negó, se le rechazó, que le vigilaba y buscaba controlarle todo el tiempo, que le reprimía, Manuel no tuvo otra opción más que negarse a sí mismo, rechazarse a sí mismo, pero no reprimirse, irónicamente el SuperYo tan severo que le vigilaba y buscaba domarle todo el tiempo le llevó a tener el inconsciente a flor de piel, y por eso huía a sus fantasías y a sus delirios.

Ya en la clínica

Ya en la clínica el trabajo consistió en aminorar el SúperYo tan severo que atormentaba a Manuel con angustia y temores de persecución, de vigilancia; consistió en que Daniel fungiera ahora como ese Gran Otro menos severo y más comprensivo, que le permitiera a Manuel expulsar ese discurso reprimido, negado y desconocido por él mismo para entonces reestructurar, en lo medida de lo posible, su personalidad.

Para Manuel ya no sería posiblemente sano continuar con la educación formal, para la cual se le prescribió, a modo de terapia ocupacional, un oficio. Pero esta vez tendrá que ser una ocupación que Manuel elija y no los demás, él eligió Panadero, la familia se comprometió en continuar con eso.

Probablemente, y lo más recomendable, sería que Manuel tuviera acompañamiento psicológico toda la vida, la adolescencia es una época difícil y los mismos retos que tendrá que enfrentar no son los mismos que dentro de 8 años o 15 años.

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