Mi anécdota sobre el sismo

El día 19 de septiembre me encontraba en la facultad desde muy temprano, por lo tanto, también me tocó estar en el simulacro. Una compañera y yo nos encontrábamos en el tercer piso, el último piso del edificio A. Escuchamos la alarma e hicimos caso omiso de la misma, ya que estábamos haciendo un trabajo. Terminó el simulacro y vimos que ya había compañeros en el pasillo, así que decidimos dirigirnos al salón 202 en donde teníamos nuestra siguiente clase.

Ya en el salón, comenzó la clase, la profesora nos estuvo explicando el tema sobre… no recuerdo que estábamos viendo en ese momento. Sólo recuerdo que mi compañera de la banca de enfrente se volteó hacia mi amiga y hacia mí y nos dijo: “Está temblando”. Justo cuando terminó la oración, comencé a sentir el movimiento. Me paré y tomé rápidamente mis cosas, dirigiéndome a la puerta, varios compañeros hicieron lo mismo, otros salieron dejando sus cosas. En el pasillo comenzó a sentirse muy fuerte y sentí como me tambaleaba. La escalera estaba saturada de los compañeros y profesores que querían bajar desesperadamente, pero sólo lograron quedarse atorados en ella.

Me replegué a la pared de los salones, varios compañeros hacían lo mismo. Un compañero de clase vio a la profesora que sólo estaba viendo hacia las escaleras, a aquellos compañeros que sin éxito intentaban bajar, entonces él la tomó del brazo y le dijo que se replegara a la pared. Entre la unión del edificio y parte de la escalera comenzó a caer polvo y pedazos pequeños de cemento. A varios nos cayeron en la cabeza, y creo que eso nos alteró más. De hecho, llegué a pensar que el edificio colapsaría, ya me estaba mentalizando, porque duró bastante.

Cuando el temblor dejó de sentirse tan intensamente, mi compañera y yo regresamos por sus cosas al salón, pues estaba muy cerca, y la profesora también nos siguió, se veía asustada y un poco pasmada, sólo recuerdo que nos dijo “Estuvo muy fuerte. Yo ya no regreso”. Salimos del salón y al caminar por el pasillo observamos que varias lamparas se habían caído y subió personal de la faculta, quienes nos regañaron por no bajar rápido.

Al llegar a la explanada vi de todo, desde los que ríen como defensa ante el miedo, otros que sí expresaban miedo y consternación, muchos más que intentaban comunicarse vía celular sin lograrlo, ya que no había servicio, así como unos cuantos que sufrían una crisis nerviosa ante el evento. Comencé a preocuparme porque mi celular se apagó y no sabía cómo estaba mi familia, por lo que ya me quería ir a casa, pero todavía tardaron en dejarnos ir.

Cuando dieron luz verde para irnos, me apresuré, pero había bastante tránsito y tuvimos que irnos caminando. Tomé un camión para Taxqueña, el cual se llenó horriblemente. Íbamos a vuelta de rueda, tardé casi dos horas en llegar a Taxqueña y, en todo el trayecto me angustié más porque escuchaba la plática de los usuarios y el radio, en donde decían que se habían caído edificios, que no había transporte en el metro, etc. Además, vi una escuela con las bardas caídas, edificios con los vidrios rotos y paredes cuarteadas, muchas personas caminando en la calle y camiones llenos de rescatistas. Eso indicaba que se trataba de algo grave y comencé a tener miedo.

De Taxqueña hacia mi casa ya no hubo transporte y tuve que irme caminando, lo cual fue impresionante para mí ya que bastantes personas hicieron lo mismo, las calles estaban llenas de personas caminando. En todo el trayecto fue aumentando mi angustia, mi preocupación por cómo se encontraban mis familiares y mi casa, ya que vivo en Villa Coapa y había estado escuchado que varios edificios se habían caído. Pero entré en calma cuando llegué a la unidad y vi los edificios. Al entrar iba revisando las paredes de los departamentos, pero todo estaba bien, sólo no había luz. Ya cuando llegué al departamento, vi a mi papá, mi hermano, mis abuelos y algunos vecinos, todos estaban en la sala y, en verdad sólo el verlos me hizo sentir bien, un poco tranquila. Yo sólo vivo con mis abuelos, pero al ver que también estaba mi papá y mi hermano me dio mucha tranquilidad, porque ellos viven en Xochimilco.

Después se volvió más emotivo ese día, pues en la noche, de la nada, llegaron al departamento mi mamá y mi hermano, quienes tenía años de no verlos. Ellos viven en los Reyes y, por lo que nos contaron, vieron muchas cosas feas en el camino y también tuvieron que caminar mucho porque había mucho tránsito y en algunas partes no había transporte. Pero al verlos, no puedo expresar lo que sentí… fue una mezcla entre felicidad, nostalgia, asombro, confusión… fue muy extraño. Mi papá también se asombró por ello.

A pesar de todo, ese día terminó bien y en calma, pues nos fuimos todos a casa de un tío en el Estado, porque en mi casa no había ningún servicio y también teníamos miedo a que volviera a temblar. Los días que estuvimos en su casa fueron muy tranquilos, aunque seguíamos al pendiente de los sucesos de la ciudad. Considero que esos días junto a mi familia me quitaban la angustia y el miedo, y no sólo a mí, creo que a todos.

Después de cuatro días en casa de mi tío, mis abuelos y yo decidimos regresar a la ciudad, pues estábamos preocupados porque el edificio se había quedado solo en la mayoría de los departamentos y temíamos a que se metieran a robar. El sábado en la madrugada llegamos y sólo había luz y gas, aún no contábamos con el servicio de agua potable. Sentí bastante raro al llegar al departamento, y como mi papá nos llevó garrafones de agua, pues comencé a limpiar un poco, mientras mi abuela se acostaba en su cama, ya que era lo que necesitaba.

Justo el sábado en la mañana volvió a temblar y, cuando escuchamos la alarma, en seguida nos paramos y tanto mi abuela como yo nos dirigimos hacia la puerta, nunca habíamos actuado así, siempre nos tranquilizábamos y esperábamos a que se calmara, pues nos parecía mala idea bajar al estacionamiento, ya que vivimos en un tercer piso y no nos daría tiempo, dado que mi abuela no puede caminar rápido. Pero tanto era nuestro miedo que actuamos en automático. Las circunstancias nos tienen muy alteradas, ahora con cualquier sonido de ambulancia o algo parecido no espantamos y creemos que es la alarma.

En la semana siguiente al sismo sufrí de cierto miedo de que volviera a temblar, estuve muy desganada, en el día tenía mucho sueño, pero en la noche me era difícil conciliar el sueño. Y cuando al fin me quedaba dormida, despertaba a causa de pesadillas. También me sentía triste y con cierto enojo hacía mí por no haber podido ir a ayudar en alguna brigada, pero no me sentía preparada. Siento que tengo que trabajar varios aspectos en mí para poder ayudar a otros.

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