El Valor de la Fe en la Tradición Reformada: La Expiación

Esteban Treviño
Tetelestai (Proyecto A21)
7 min readJan 4, 2021

La tradición reformada (aquella que nace gracias a la reforma protestante) es una fuente de maravillas. Aunque algunos no estén de acuerdo con muchas de las doctrinas que la tradición reformada enseña, estoy seguro de que cualquiera que se sumerja en ella podrá encontrar al menos una enseñanza que guardará para toda su vida. En esta ocasión es un gusto y un placer para mi poder hablar sobre el valor de la fe en esta hermosa tradición.

En este artículo (que muy probablemente dividiré en dos partes) hablaré de dos de los muchísimos temas en los que la fe es fundamental en la doctrina reformada, siendo (i) la efectividad de la expiación por la fe, y (ii) la unión mística del creyente con Cristo por la fe. Si bien estoy seguro de que para el primer tópico habrá muchísima discrepancia debido a que la tradición reformada es mayormente calvinista — puede que entre los lectores haya arminianos, católicos u ortodoxos –, espero que el segundo tema pueda despertar el interés de los lectores para indagar más y obtener una mejor comprensión acerca de lo que la tradición reformada afirma al respecto.

Sin más preámbulo, comencemos con la efectividad de la expiación por la fe.

Efectividad de la Expiación por la Fe
Este tema es un debate que también se da dentro de los proponentes de la teología reformada. Esto debido a la diferencia de la perspectiva del alcance de la expiación. Como muchos ya sabemos, este mismo debate ha existido dentro de las iglesias reformadas desde la post-reforma en el siglo XVII, y, de hecho, se discutió en el Sínodo de Dort (1618/1619). Es necesario hablar sobre el alcance de la expiación cuando hablamos de la efectividad de la expiación (y es donde comienzan los problemas). Sobre el alcance y la efectividad de la expiación tenemos al menos cuatro diferentes opiniones al respecto:

1. Que Cristo murió por todos y es eficiente para todos.

2. Que Cristo murió por todos y es eficiente para los que creen.

3. Que Cristo murió por algunos y es eficiente para los que creen.

4. Que Cristo murió por algunos y es eficiente para todos.

El (1) es considerado universalismo, pues enseña que la efectividad de la expiación es para todos sin considerar alguna condición previa para la aplicación de la muerte de Cristo; (2) es lo que tanto el calvinismo moderado y el arminianismo sostienen (dentro de la soteorología que nace en el seno reformado); (3) es lo que es comúnmente llamado como expiación limitada, la posición del calvinismo clásica u oweniana (de John Owen); y por último, (4) es la posición que mucho hipercalvinista toma: que únicamente los elegidos llegan a ser salvos eficazmente sin condición previa. Sin embargo, tanto (1) como (4) son doctrinas que no tienen cabida en la tradición reformada. Puedo obviar las razones por las que (1) no forma parte de la tradición reformada, pero ¿qué sucede con (4)? Algo importante para comprender la teología reformada es que la fe tiene un lugar especial en la salvación del hombre. Si bien, la posición calvinista afirma la elección incondicional, esta elección no vuelve efectiva la expiación por sí misma, sino que es necesaria la fe (a la que están destinados los elegidos) para llegar a obtener la salvación. El problema con la posición (4) es que hace de la fe algo innecesario al arrancar el valor de esta para la salvación del hombre aun cuando las Escrituras afirman lo contrario. Para esto, quisiera plantear un argumento de la siguiente manera (la notación simbólica está abierta a la crítica):

1. Hay algunas personas que son elegidas y actualmente no tienen fe. ∃x(Ex&¬Fx)

2. Toda persona que no tiene fe no es salva. ∀x(¬Fx→¬Sx)

3. Por lo tanto, toda persona que es elegida pero no tiene fe no es salva. ∀x([Ex&¬Fx]→¬Sx)

Donde:
Ex = x es elegida
Fx = x tiene fe
Sx = x es salvo

Creo que los hipercalvinistas podrían conceder (1) por razones obvias. Es, de hecho, lo que San Pablo dice en Efesios 2.3: «Nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás». Si los creyentes (los elegidos) eran por naturaleza hijos de ira, entonces hubo un tiempo donde los elegidos, por naturaleza, no tenían fe (pues sin fe es imposible agradar a Dios). Sería la premisa (2) donde comienza el punto de quiebre. Para poder aceptar esta premisa, es necesario tomar las Escrituras como referencia y pongo como base Efesios 2.8: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;». Ahora, tenemos que:

1. Si una persona X es salvo por gracia, entonces X tiene fe (es lo que significa por medio de la fe). P→Q

2. X no tiene fe. ¬Q

3. Por lo tanto, X no es salvo. ∴¬P

La conclusión (3) es la consecuencia lógica de las premisas (1) y (2). En pocas palabras, una persona que no tiene fe no puede ser salva (independientemente si es escogida o no).

Así mismo, podemos remitirnos a los Cánones de Dort, pues ahí se condena vehementemente la aceptación de las doctrinas que afirmen que no hay condición previa para la salvación, llámese, la fe[1]. Entonces, ¿qué es lo que tienen en común la posición (2) y (3)? Que la expiación — sin tomar en cuenta el alcance — se vuelve efectiva solamente por la fe.

También tenemos a Zacarías Ursino (1534–1583), autor del Catecismo de Heidelberg (uno de los tres símbolos de unidad de las Iglesias Reformadas continentales), diciendo lo siguiente en su Comentario al Catecismo de Heidelberg:

«Objeción 4: Si Cristo hizo satisfacción por todos, entonces todos deben ser salvados. Pero no todos se salvan. Por lo tanto, no hizo una satisfacción perfecta. Respuesta: Cristo hizo satisfacción por todos, en cuanto a la suficiencia de la satisfacción que hizo, pero no en cuanto a la aplicación de la misma; porque cumplió la ley en un doble sentido. Primero, con su propia justicia; y segundo, satisfaciendo nuestros pecados, cada uno de los cuales es muy perfecto. Pero la satisfacción se hace nuestra por una aplicación, que también es doble; la primera de las cuales es hecha por Dios, cuando nos justifica a causa del mérito de su Hijo, y hace que dejemos de pecar; la segunda es realizada por nosotros por medio de la fe. Porque nos aplicamos a nosotros mismos, el mérito de Cristo, cuando por una la verdadera fe, estamos plenamente persuadidos de que Dios, por la satisfacción de su Hijo, nos remite nuestros pecados. Sin esta aplicación, la satisfacción de Cristo no nos beneficia.»[2]

Para Ursino (y los reformados y reformadores en general) el beneficio de la expiación hecha por Cristo — mediando entre Dios y los hombres — se vuelve efectivo únicamente por la fe, por lo que tales beneficios (la salvación, en pocas palabras) son dependientes y condicionadas al acto del hombre en la decisión voluntaria de creer la palabra de Dios y el Evangelio de Jesucristo.

Quisiera añadir lo siguiente: conozco al menos a un arminiano amigo y hermano en el Señor (que amo, admiro y respeto mucho) que afirma que la soteorología reformada (calvinismo) hace de la fe algo trivial dada su perspectiva de la Providencia Divina. Sin embargo, me parece que esta acusación no es correcta debido a que la fe tiene un peso real en el mundo actual: aun si la elección es incondicional, la salvación no lo es. La fe es necesaria para obtener la salvación y nadie puede agradar a Dios sin esta fe. Si bien, es cierto que en el calvinismo un elegido no se condena en la eternidad debido a la obra de la economía divina, es lógicamente posible que suceda si este no tiene fe (que, de hecho, el elegido está en condenación hasta que ejerce su fe). Así mismo, se podría realizar una vuelta al asunto y acusar al arminianismo de volver la elección algo trivial – no tiene trascendencia en el mundo actual –, dado que la elección es solo el resultado de la previsión divina y solo funge como un estado en la que la persona se encuentra y no como una acción divina que afecta al mundo actual. Ahora bien, dado que en el arminianismo la elección no afecta en ningún sentido la salvación de un individuo, la elección o bien (i) no es en términos soteorológicos(cosa que dudo por completo que concedan debido a la gran relación de la elección y la salvación descrita en las Escrituras) o (ii) se concede que se vuelve trivial (o innecesaria). Aun así, me considero un completo aficionado en filosofía y teología, y estoy abierto a comentarios y críticas hacia mi crítica hacia el arminianismo. Digo todo esto con mucho amor a mis hermanos arminianos y sobre todo a mi queridísimo amigo, Señor J.

Finalmente, apelamos a lo que las Escrituras dicen al respecto sobre la fe en términos soteorológicos: que somos salvos — que es nuestra máxima autoridad de fe y moral — por gracia, por medio de la fe (Rom. 10:9, Ef. 2:8, Heb. 10:39); que sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11:6); que somos justificados por la fe (Rom. 3:24–26, 5:1).

[1] Léase los rechazos IV y V de los Cánones de Dort en La muerte de Cristo y la redención humana a través de ella (Segundo punto principal de la doctrina).

[2] Comentario al Catecismo de Heidelberg, pg. 400. Traducción propia del inglés. Consultar original: http://www.rcus.org/wp-content/uploads/2013/09/UrsinusZ_HC-Commentary-17-NEW-HC.pdf

Que Cristo gobierne nuestros corazones y domine nuestras mentes.
Esteban Treviño

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