La Gloria del Dios Sustituto: Una Defensa de la Sustitución Penal (parte 1)

Esteban Treviño
Tetelestai (Proyecto A21)
4 min readMay 3, 2020

Resumen: La doctrina de la Sustitución Penal ha sido parte central de la teología protestante desde los tiempos mismos de la Reforma. Sin embargo, no ha habido mucha atención a la coherencia filosófica y teológica de la misma. Lo que intentaré, entonces, es ofrecer una razón prima facie que (i) revele que la sustitución penal es compatible con nuestras intuiciones morales y (ii) un argumento a favor de la doctrina. Por último, (iii) trataré con algunas objeciones filosóficas contra la Sustitución Penal.

Steve L. Porter ha señalado en alguna ocasión el contraste que hay entre Fiódor Dostoyevski y Woody Allen sobre el castigo y sus implicaciones morales. En Crime and Punishment, el protagonista Raskolnikov solo haya la paz luego de cometer asesinato al asumir el castigo que le correspondía. Pero el Dr. Rosenthal de Allen encuentra la paz mental al escapar y evitar ser castigado [1]. ¿Cuál es la relación entre Dostoyevski y Allen, Raskolnikov y el Dr. Rosenthal con una doctrina como la Sustitución Penal?

Como dice Porter, la mayoría de objeciones a la Sustitución Penal en Occidente parecen basarse en que vivimos más en el mundo del Dr. Rosenthal que en el de Raskolnikov. La idea de que la imposición de un castigo es necesaria para nuestras ofensas, y mucho menos que el castigo es bueno para todos los involucrados, es un poco confusa en muchas mentes.

Keith Ward, Paul Moser, J. B. Green o Eleonore Stump son algunos de los pensadores que han manifestado su desencanto ético con la Sustitución Penal [2]. Curiosamente, Porter nota que de alguna manera la inverosimilitud moral de la doctrina precede a su negación bíblica. Pero entonces, ¿cuál es el fondo de autoridad aquí?

Bueno, no me extralimitaré a sugerir que anteponen la credibilidad filosófica de la doctrina antes que su credibilidad exegética, pero sí parece bastante curioso el margen aparentemente cultural de nuestra visión sobre el castigo y los receptores del castigo. Pero al final del día, podemos seguir rechazando las falsas caracterizaciones de la Sustitución Penal, para señalar que la ira de Dios está precedida y respaldada por su amor y sabiduría. Así, la transferencia del castigo para los pecadores humanos a Cristo no es una violencia fuera de control, sino más bien amorosa y sabia (1 Corintios 1: 23–25; Juan 5: 8).

En otras palabras. El centro de la Expiación es el amor sacrificial y bondad esencial de Dios manifestada en Su Divino socorro a los pecadores inhábiles. En sí, eso no suena muy inmoral que digamos.

Pero ¿qué definición manejamos de la Sustitución Penal? Sugiero seguir a Steve Jeffery, Michael Ovey y Andrew Sach en su sutil explicación de la doctrina, que es como sigue: “La doctrina de la sustitución penal establece que Dios se dio a sí mismo en la persona de su Hijo para sufrir en lugar de nosotros la muerte, el castigo y la maldición debida a la humanidad caída como la pena por el pecado” [3]. Otra definición podría venir de David Hilborn: “La sustitución penal presenta la crucifixión de Jesús como un sacrificio vicario que apaciguó o ‘propició’ la ira de Dios hacia el pecado pagando la ‘pena’ debida por ese pecado, que es el sufrimiento, la muerte y la condena”[4]. En suma, cuando hablemos de la Sustitución Penal en esta sección, nos referiremos a la tesis que afirma que,

(SP) Dios se entregó a Sí mismo en la Segunda Divina Persona para identificarse vicariamente con nosotros en la pena de nuestro pecado, sufriendo las consecuencias del pecado en nuestro lugar por Su puro amor, sabiduría y justicia.

Sin embargo, cuando hablemos del castigo en el resto del documento estaré haciendo referencia a la sustitución vicaria de Cristo que conlleva el cargar con las consecuencias del pecado.

Escrito por: Jesid Díaz, miembro de Tetelestai.

Referencias:
[1] Para contrastes entre Allen y Dostoyevski, vea E. Chances, “Moscow Meets Manhattan: The Russian Soul of Woody Allen”, American Studies International 30/1 (April 1992): 65–78.

[2] Ward, ‘Ethics and Christianity’ (Londres: Allen & Unwin, 1970), 240; igualmente Moser en Moser, The Elusive God: Reorienting Epistemology religious (Cambridge: Cambridge University Press, 2008); Green y Baker, ‘Recovery the The Scandal of the Cross: Atonement en the New Testament and Contemporary Contexts’ (Downers Grove, IL: IVP, 2000); etc.

[3] Jeffery, Steve, Michael Ovey, y Andrew Sach. Pierced for our transgressions: Rediscovering the glory of penal substitution. Crossway, 2007, p. 21.

[4] “Atonement, Evangelicalism and the Evangelical Alliance: The Present Debate in Context,”, en Chalke, Steve. The atonement debate: papers from the London symposium on the theology of atonement. Zondervan, 2008, p. 19.

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