Perspectiva protestante sobre la doctrina

Esteban Treviño
Tetelestai (Proyecto A21)
17 min readOct 21, 2021

Este ensayo fue escrito para Areopago, parte de la serie “Perspectivas” de la misma organización. El artículo publicado (leer aquí) incluye una perspectiva católica del mismo tema.

No es un descubrimiento que a los cristianos les importe lo que llamamos doctrina. En resumen, una doctrina es una idea que es enseñada y confesada por una persona o un grupo de personas. Dentro de esta enorme religión llamada cristianismo, existe una rama que se llama protestantismo, que se consolida como tal en la Reforma Protestante, mayormente promovida por los reformadores del siglo XVI y XVII. El protestantismo, de hecho, nace debido a que un grupo considerable de personas creían que algunas doctrinas enseñadas por la Iglesia Católica Romana estaban equivocadas. Así que, es importante decir que el protestantismo es en esencia celoso por la doctrina. Desde la Pre-Reforma (con personajes como Jan Hus, John Wycliff y Pedro Valdo), tal celo existió y persistió en la mente de los protestantes, convencidos de que lo que hacían era necesario y provechoso para la iglesia.

En este ensayo se pretende divulgar (I) la importancia de la doctrina en el protestantismo, recorriendo el pensamiento de los grandes reformadores al respecto y (II) el marco teológico protestante, introduciendo las fuentes epistémicas y cómo se hace teología en esta rama del cristianismo.

La importancia de la doctrina en el protestantismo

La Iglesia ha tenido diferencias en sí misma por cuestiones doctrinales. La primera gran reunión que tuvieron los cristianos fue para discutir sobre doctrina. A esta gran reunión se le conoció como el “Concilio de Jerusalén”, descrito en Hechos 15. Este concilio se dio porque había cristianos judaizantes que enseñaban que, si el creyente no se circuncidaba, este no podría llegar a ser parte del pueblo de Dios y, por lo tanto, no podría ser salvo (Hech. 15:1; Gál. 3:6–29). El concilio de Jerusalén en el año 50 d.C de la Iglesia se citó porque Pablo y Bernabé tuvieron una discusión “no pequeña” con los judaizantes (Hechos 15:2). Así mismo, el Apóstol Juan en su segunda epístola nos manda a no recibir a los anticristos que niegan la carne de Cristo, la “enseñanza que recibimos”, mientras que, en Apocalipsis, felicita a los efesios por resistir a los nicolaítas. Desde sus inicios hasta hoy, el cristianismo ha velado por la enseñanza en la Iglesia.

Así como en el cristianismo desde sus inicios, los protestantes son bastante celosos de la doctrina. Comenzando en su nacimiento hasta el día de hoy, la actitud rigurosa al hacer teología en este lado del cristianismo ha prevalecido y se ha visto presente en gran parte de este. ¿Por qué los protestantes llegan a ser tan celosos de la doctrina? Los protestantes suelen considerar 3 aspectos diferentes, pero relacionados, sobre el cristianismo: la ortopraxia (las prácticas correctas), la ortopatía (el recto sentir) y la ortodoxia (la doctrina verdadera). Esto quiere decir que el protestante debe buscar, necesariamente, la doctrina verdadera que ha sido dada por Dios a la Iglesia.

Esta visión de los aspectos de la religión cristiana causa que sus adherentes, tengan en alta estima la doctrina que debe ser enseñada. Existe un valor divino en la teología y un deber en el cristiano el educarse en ella aunque no necesariamente de manera académica y/o formal. La teología (y por lo tanto la doctrina) deben considerarse como un don de Dios y medio de adoración. El Dr. Herman Bavinck dice al respecto:

“El misterio es la sangre vital de la reflexión teológica. Desde el comienzo de sus labores, la teología dogmática está envuelta en el misterio; se encuentra ante el Dios incomprensible. Este conocimiento conduce a la adoración y al culto; conocer a Dios es vivir. Conocer a Dios es posible para nosotros porque Dios es personal, exaltado sobre la tierra y, sin embargo, en comunión con los seres humanos de la tierra. La buena teología pone este conocimiento sobre Dios a la vista del público. Se resiste en permitir que la teología se degenere en retórica, una teología meramente de palabras; busca el corazón de la cuestión, conociendo a Dios con el propósito de adorarlo, amarlo y servirlo. Esta teología nunca es un ejercicio seco y académico; es eminentemente práctica y superlativamente fructífera para la vida.” [1]

Para el Dr. Bavinck y los protestantes en general la teología o el conocimiento que tenemos sobre el Dios incomprensible es la raíz de nuestra práctica y nuestra adoración; podemos concluir que conocer a Dios es vivir verdaderamente en la integridad del ser humano: vivir en alma, vivir en mente y vivir cuerpo. Bavinck continúa hablando sobre este misterio del conocimiento de Dios, diciendo:

“Nos atrevemos a hablar de Dios por una sola razón: se ha revelado a sí mismo. Nuestro conocimiento de Dios no surge de nuestra propia investigación y reflexión, sino porque Dios, por su parte, se nos ha revelado en la naturaleza y en la historia, en la profecía y en los milagros, por medios ordinarios y extraordinarios. La finalidad de la revelación de Dios, según la Escritura, es precisamente que el ser humano conozca a Dios y reciba así la vida eterna (Juan 20,31).” [2]

Esta perspectiva no solo se encuentra en el desarrollo posterior que llegó por la tradición reformada, sino que, en plena Reforma, los principales reformadores tenían una idea similar a lo que presenta el Dr. Bavinck sobre la dogmática y su relación con la experiencia y adoración del cristiano. Juan Calvino, el reformador francés de Ginebra, comienza su Institución de la Religión Cristiana diciendo que es imposible que el hombre se conozca sin antes considerar a Dios:

“[…] es cosa evidente, que el hombre nunca llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo.” [3]

Para Calvino, el hombre se llega a conocer verdaderamente si entiende lo que su Creador ha dispuesto para él, y solo es a través del conocimiento del Creador que el hombre puede conocerse a sí mismo. Esto nos lleva a pensar en implicaciones contundentes. Una de estas implicaciones es que la teología debe llevarnos a conocernos a nosotros mismos, revelando nuestra realidad y condición delante de Dios y delante de los hombres.

Por último, podemos conocer de la importancia de la doctrina en las diversas tradiciones protestantes a través de su amplio repertorio de confesiones y catecismos que se redactaron en los siglos XVI y XVII. Desde el Libro de Concordia (de la tradición luterana) hasta el Catecismo de Heidelberg y los 39 artículos de fe de la Iglesia Anglicana; todas estas confesiones nos deben llevar a pensar que los protestantes han procurado mantener un cuerpo doctrinal sistematizado. Si me lo permiten, quisiera terminar este apartado aludiendo la primera pregunta del Catecismo de Ginebra, muy útil para el tema en cuestión:

“Pregunta: ¿Cuál es el fin principal de la vida humana? Respuesta: Conocer a Dios por quien los hombres fueron creados.” [4]

Marco teológico protestante

Hablar sobre este tema puede llegar a ser muy complicado debido a la gran diversidad de creencia que existen en esta rama del cristianismo. Sin embargo, dado que el protestantismo nace de la Reforma Protestante, podemos tomar en cuenta la opinión común de los diversos reformadores.

El punto de encuentro de todos los reformadores al respecto y, por lo tanto, la doctrina “oficial” del protestantismo, es la visión o concepto que se tiene de las Escrituras. Sin embargo, quisiera presentarles un modelo en el que he pensado por casi un año (si no es que más) y que a medida que sigo estudiando me convenzo más de que es lo más plausible.

Dudo enteramente de ser el primero en pensar este modelo, pero como no he leído algo sistematizado al respecto, intentaré realizarlo yo mismo. Llamémosle a esto el modelo S/P/M.

Modelo S/P/M de la Escritura

Entiendo que el nombre del modelo puede llegar a ser presuntuoso o fantoche de alguna manera, pero al ser yo un joven mexicano de 22 años, supongo que es normal. La emoción de participar en este tipo de actividades valida mi acción. ¿Qué se puede desaprovechar si se propone un nuevo marco epistémico?

¿Qué significa S/P/M en este modelo? S/P/M es la abreviación de Sola/Prima/Maximum. Si algún lector tiene cierto acercamiento a la teología protestante, debe comenzar a dilucidar a dónde se dirige este asunto. Hoy en día es común oír a los evangélicos modernos definir Sola Scriptura a través un eslogan que dice algo como “No hay credo más que la Biblia”, insistiendo que debemos aprender solos y solamente de la Biblia, así como vivir la experiencia personal de ser enseñados por el Espíritu Santo de manera aislada. Bueno, el problema es que esto no es (ni se acerca) al Sola Scriptura original.

Se admite que el nombre Sola Scriptura puede llegar a ser ambiguo y parece significar lo que mucho evangélico sostiene, y es por este motivo que se presenta una atomización de la esencia de esta doctrina, así como presentar términos claros para la construcción del pensamiento protestante al respecto. Claro está que puede haber protestantes que difieran en los términos y en la presentación de la doctrina, de acuerdo con lo que se está tratando de transmitir en este ensayo. Cabe decir que seguiré utilizando el término Sola Scriptura, pero se añadirán más términos con el propósito de ser explícito en la enseñanza de la doctrina emblema de la Reforma.

Sola Scriptura

Al hablar de Sola Scriptura, lo primero que se piensa es lo que irónicamente los evangélicos han convertido en un credo: “No hay credo [ni confesión] más que la Biblia”. Sin embargo, hay varios motivos para pensar que los primeros protestantes tenían una visión de Sola Scriptura totalmente diferente que de lo que el evangelicalismo moderno aclama. A continuación, se mostrará tres razones por las que es imposible que este entendimiento de Sola Scriptura haya existido en el consenso de los reformadores:

En primer lugar, los primeros protestantes se encargaron de redactar múltiples confesiones: como las anteriormente mencionadas, los protestantes regulaban la creencia de las diversas iglesias a través de documentos oficiales que presentaban la fe general de sus adherentes. Algunos de los documentos a los que nos referimos como ejemplo son: Confesión de Westminster de 1644 y sus catecismos (mayor y menor); Confesión Bautista de Londres de 1689; las Tres Formas de Unidad de las Iglesias Reformadas, que incluye la Confesión Belga, los Cánones de Dort y el Catecismo de Heidelberg; la Primera y Segunda Confesión Helvética; la Confesión Tetrapolitana; el libro de Concordia, siendo el estándar doctrinal luterano; los 39 artículos de Fe de la Iglesia Anglicana; Catecismo y Confesión de Ginebra, entre otras.

En segundo lugar, las confesiones protestantes aceptan al menos un credo: los reformadores y sus sucesores jamás renegaron de la enseñanza entregada por medio de la tradición en los credos católicos de la Iglesia. Un gran ejemplo de esto es lo que dice el Catecismo de Heidelberg en su pregunta 22:

“22. Pregunta: ¿Qué es lo que debe creer el cristiano?

Respuesta: Todo lo que se nos ha prometido en el Santo Evangelio, sumariamente contenido en el Símbolo [Credo] Apostólico, en cuyos artículos se expresa la fe universal e infalible de todos los cristianos.”[5]

Para los autores del Catecismo (Zacarías Ursino y Caspar Olevian) el Símbolo Apostólico redacta y resume de manera perfecta lo que alguien debe creer para ser salvo.

Por último, se agregaban credos en las liturgias de las iglesias protestantes. Para la sorpresa de muchos, el credo no solo fue tratado como una herramienta didáctica útil, sino que también fue utilizado en diversas liturgias de las diferentes iglesias nacientes de la reforma protestante. La mayoría rezaban el credo en sus reuniones públicas de adoración, siendo así una parte importante de adoración en las iglesias.[6]

Estas razones nos pueden llegar a dar una perspectiva clara de que los reformadores no tenían en mente una individualización de la teología y la interpretación del texto bíblico. De hecho, el entendimiento evangélico moderno de Sola Scriptura es resultado del pensamiento modernista individualista occidental posterior a la Ilustración.

Pero entonces ¿de qué trata Sola Scriptura? Sobre esto, el Dr. Kevin Vanhoozer resume:

“[…] No es que la Escritura sea sola en el sentido de que es la única fuente de teología; más bien, la Escritura ‘sola’ es la autoridad primaria o suprema en la teología. La ‘Escritura sola’ excluye a rivales como el magisterio de la Iglesia o la tradición eclesiástica cuando se trata del rol de la autoridad infalible (magisterial).”[7]

En pocas palabras: Sola Scriptura se trata en términos de inspiración[8] e infalibidad. Estas dos cualidades se encuentran en perfecta relación, pues la inspiración supone que los Santos Escritos dados a la Iglesia no provienen de la Iglesia en sí misma, sino de la voluntad divina y es transmitida por el Espíritu Santo, quien es Dios. Así mismo, esta cualidad de inspiración otorga la infalibidad que proclamamos y que le adjudicamos, pues al ser palabra de Dios entendemos que todo lo contenido en las Escrituras es verdad y digno de ser recibido por los hombres..Estas cualidades pertenecen únicamente a la Escritura. La Escritura y solamente la Escritura, tiene la cualidad de no cometer error per-se al transmitir el propósito de Dios fiel y enteramente como el Espíritu Santo lo ha querido. Ni a la tradición eclesiástica, ni al papa se les ha conferido tal cualidad, pues no han sido dotados por el Espíritu Santo de revelación directamente divina, como lo son las Escrituras.

Prima Scriptura

Así como hablamos de inspiración al hablar de Sola Scriptura, hablamos de autoridad al hablar de Prima Scriptura. Es importante entender que Prima Scriptura está intrínsicamente ligado al Sola Scriptura, punto que vimos con anterioridad.Si bien, la Inspiración y la Autoridad están relacionadas, no son palabras intercambiables ni conceptos iguales.

Los protestantes creemos que, si Dios es nuestra primera y máxima autoridad, entonces su Palabra (las Escrituras), son nuestra primera autoridad. Esto es así debido a que esta revelación especial proviene directamente de Dios sin la intervención (en lo transmitido) de algún tercero. Para los protestantes existen otras autoridades además de la Biblia: la tradición, la razón y la experiencia son algunas de las que se me vienen a la mente (cuadrilátero wesleyano); estas autoridades son, en palabras de Matthew Y. Emerson, fuentes de teología que tienen una autoridad derivada/sujeta de/a la Escritura[9]. Lo más probable es que si el lector es evangélico, tenga un poco de desconfianza por el trasfondo “anti-credista” que comúnmente existe en los círculos de este tipo. Sin embargo, permítanme demostrarles algunos motivos por los cuales creer que la Escritura es autoridad suprema sobre sus hijas (si pudiéramos llamarle de alguna manera), sin negar en lo absoluto la existencia de estas.

Primero: La Escritura revela que es posible tener alguna autoridad además de sí misma. Para esto, es necesario entender que las Escrituras no cayeron del cielo. Es posible decir que, de alguna manera, las Escrituras provienen (o son extraídas) de la tradición[10]. A los autores divinamente inspirados no se les fue implantado un conocimiento al momento de escribir, sino que el Espíritu Santo guio providencialmente a los autores para que pudieran obtener el conocimiento y escribir lo que Él quería que se escribiera. Un ejemplo claro de esto es cuando el Apóstol Pablo, en su primera carta a los corintios, habla de que “transmitió lo que el mismo recibió”. En su carta divinamente inspirada, el Apóstol admite que no aprendió solo (o por la autoridad única de la Escritura) lo que enseña, sino que, por medio de lo aprendido de la tradición oral, ahora enseña “que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1 Corintios 15:3–5)[11]. Esto enseñado por el Apóstol, por supuesto, difícilmente podría sostenerse si las Escrituras (AT para ese momento) no lo enseñaran.

Segundo: que las Escrituras[12] reclaman un lugar supremo de autoridad en nuestro conocimiento. En su segunda carta a las Iglesias de Asia, el Apóstol Pedro dice lo siguiente: “Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones. Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios.” (2 Pedro 1:19–21 LBLA, énfasis añadido). El fenómeno que relata el Apóstol Pedro en este texto es lo que se menciona antes: que la inspiración y la autoridad son relacionadas. Si una fuente es divinamente inspirada, al ser traída por voluntad divina la tal tiene una autoridad primaria. En este caso, el Apóstol liga la inspiración con la seguridad, seguramente teniendo en cuenta una noción de la infalibidad de la Palabra de Dios[13].

Michael F. Bird, hablando sobre la autoridad de las Escrituras y su relación con la inspiración, dice lo siguiente:

“No es simplemente la Escritura por sí misma la que tiene autoridad, como si fuera algún libro mágico, sino que el estándar de la verdad es Dios hablando en las Escrituras a través del Espíritu Santo. […] La Biblia es el documento formador de la comunidad y autorizador de creencias de la Iglesia, que es divinamente comunicada a nosotros, a través del Espíritu Santo que infunde a la Santa Escritura con la presencia y verdad de Dios.”[14]

Es importante entender que, para igualar la autoridad de alguna otra fuente de teología con la autoridad de la Escritura se tendría que demostrar su inspiración y su propósito de normar la Iglesia. Finalmente, los protestantes consideramos que las Escrituras son la norma normans non normata (la norma de normas que no puede ser normada), mientras que la tradición, la razón y la experiencia son norma normata (norma normada). Sí, el protestante puede admitir que existen algunas otras fuentes autoritarias, pero estas fuentes están sujetas al filtro que Dios, por el Espíritu Santo, ha dispuesto en la Escritura para la Iglesia.

Maximum Scriptura

El último punto del sistema propuesto (pero no por eso el menos importante) es Maximun Scriptura. Podría decir que jamás había visto a alguien hablar de este tema utilizando este concepto, pero creo que se acopla muy bien con los otros dos puntos. Ahora bien, ¿qué significa Maximum Scriptura? Así como orientamos Sola Scriptura a la inspiración y Prima Scriptura a la autoridad, así Maximum Scriptura está orientado a la dogmática y lo relacionado para la salvación, también conocido como suficiencia de las Escrituras.

Al hablar de dogmática, hablamos de la formulación de creencias que un grupo de personas deben creer para formar parte de un grupo. Si bien, es verdad que el cristianismo es mucho más que conjunto de creencias; no es solo un conjunto de creencias para poder llegar a ser cristiano, es necesario creer lo que los cristianos creen. Estas creencias necesarias, decimos los protestantes, están en la Escritura y son limitadas por la Escritura. Y de esto trata Maxima Scriptura: declaramos que el límite de la formulación de dogmas se encuentra en las Escrituras, y no podemos demandar que se crea algo de lo que las Escrituras guardan silencio. Aún hay padres de la Iglesia que sostienen algo parecido. San Cirilo de Alejandría, obispo griego y santo de la Iglesia, dice algo parecido sobre el tema que tratamos:

“Ten siempre esta señal en tu mente, pues a ella se le está anunciando todo esto de modo sumario; pero si Dios lo permite, todo lo explicaremos más ampliamente, según nuestras fuerzas, demostrándolo según las Escrituras. Pues, acerca de los divinos y santos misterios de la fe, no debe transmitirse nada sin las Sagradas Escrituras, ni deben aducirse de modo temerario cosas simplemente probables y apoyadas en argumentos construidos con palabras artificiosas. Y no creas, pues, que voy a proceder de este modo, sino probando por las Escrituras lo que te anuncio. Pues esta fe, a la cual debemos nuestra salvación, no recibe su fuerza de los comentarios y las disputas, sino de la demostración por medio de la Sagrada Escritura.”[15]

Esto fue una práctica común para los primeros protestantes, que, aunque sostenían o creían en doctrinas extrabíblicas, no las consideraban doctrinas esenciales o necesarias para salvación (como si lo fueron la cristología conciliar y el resumen en el credo apostólico). Creer doctrinas como la asunción o la virginidad perpetua de María no lo vuelve a uno menos cristiano o bíblico, pues es muy válido aceptar el testimonio de la Iglesia temprana daba al respecto[16]. Lo que no es válido, según los protestantes, es hacer de estas doctrinas pilares y sellos de ortodoxia cuando no pueden ser probadas por el canon que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia.

Finalmente, tomo como propias las palabras de San Agustín, doctor de la Iglesia, al hablar sobre los temas oscuros de la teología:

“Pues cuando se discuten problemas muy oscuros, sin que puedan tomarse pruebas claras y ciertas de las divinas Escrituras, debe refrenarse la presunción humana, sin inclinarse ni a una parte ni a otra. Por lo que a mí toca, ignoro cómo pueden defenderse y demostrarse cada una de las cuestiones propuestas; creo, sin embargo, que, si el hombre no pudiera ignorar estas cosas sin detrimento de su salvación, también aquí la autoridad de las divinas Escrituras nos ayudaría.”[17]

Conclusión

Después de este ensayo, resulta casi evidente que los protestantes tienen una dedicación al desarrollo y cuidado de la doctrina que sostienen. Después de todo, el lema reformado Ecclesia Reformata Semper Reformanda Secundum Verbum Dei (Iglesia reformada siempre reformándose según la Palabra de Dios) tiene un peso real la doctrina protestante. En el protestantismo, la doctrina no solo tiene un valor epistémico o de conocimiento, sino que es parte de un total integral que nos lleva a (i) adorar a Dios y (ii) obedecer sus mandatos. Finalmente, solo intentamos adorar al Dios inefable que se ha revelado en Jesucristo. Mi deseo es que todos y cada uno de nosotros podamos moldear nuestro pensamiento a lo que el Espíritu Santo ha revelado en las Escrituras, y que podamos destruir especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poner todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo (2 Corintios 10:5 LBLA); ya no en división, sino como hermanos.

Que Cristo gobierne nuestros corazones y domine nuestras mentes.

Notas:

[1] Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, II.7.161. Traducción propia del inglés.

[2] Ibid.

[3] Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, I.1.II.

[4] Catecismo de la Iglesia de Ginebra, pregunta 1. Traducción propia del inglés (consultar original aquí: https://reformed.org/documents/calvin/geneva_catachism/geneva_catachism.html)

[5] Catecismo de Heidelberg, pregunta 22. Consultar aquí: https://www.crcna.org/sites/default/files/Catecismo%20de%20Heidelberg.pdf

[6] Con el tiempo, los reformadores comenzaron a establecer liturgias propias en las Iglesias que lideraban. En estas liturgias se incluyó el Símbolo Apostólico, mayormente cuando se participaba de la Cena del Señor. Puede encontrar más información en el libro Reformation Worship (2018), de Jonathan Gibson.

[7] Kevin Vanhoozer, Biblical Authority After Babel, pg. 111

[8] Al hablar de inspiración, los protestantes admitimos que el Espíritu Santo guio a los autores (en su contexto, conocimiento y experiencia) a escribir lo que había dispuesto que se escribiese. No creemos en ningún tipo de posesión o dictado. Sin embargo, aceptamos que esta inspiración hace a Dios el autor primario de las Escrituras, pues al ser la voz de los santos profetas, “nunca fue traída por voluntad humana” (2 Pedro 1:21), sino de Dios.

[9] Matthew Y. Emerson, He Descended to the Dead, pg. 5–10.

[10] Entiendo que esta palabra puede ser un poco rechazada en los círculos evangélicos por su relación con las tradiciones humanas de las que habla Jesús en Mateo 7:8 y Pablo en Colosenses 2:8. Sin embargo, se debe entender que una tradición es simple y sencillamente una enseñanza que fue transmitida de una generación a otra. Un ejemplo bíblico de la validez de esto es que Dios mismo dejó a los Israelitas una tradición (o credo), que es lo que hoy llamamos “Shemá Israel”, descrito en Deuteronomio 6:4. De hecho, esta enseñanza debía de ser pasada de generación en generación (Deuteronomio 6:7), siendo un ejemplo perfecto para demostrar mi punto. Para más información, se puede tener una lectura amena en: Michael F. Bird, What Christians Ought to Believe, pg. 17–23.

[11] Entre los académicos, es común la opinión de que 1 Corintios 15:3b-5 es un credo pre-paulino. Esto lo menciona Gordon Fee en su comentario a la primera carta a los corintios (pg. 722). Craig S. Keener también lo admite en su comentario a la primera y segunda carta a los corintios (pg. 123).

[12] Muchos suelen argumentar que cuando los Apóstoles hablan de Escrituras, solo podemos considerar el Antiguo Pacto por el momento en el que se escribe. Sin embargo, es necesario entender que las Escrituras son el conjunto de escritos de y sobre los profetas y oráculos que Dios ha dado a la Iglesia, ya sea en el antiguo pacto o en el nuevo — esto es, los profetas y apóstoles — y por lo tanto, cuando las Escrituras hablan de Escrituras, dependiendo el contexto,puede considerarse en retrospectiva, pues los Apóstoles son, de cierta manera, los profetas del nuevo . Básicamente, se debe entender Escrituras como “escritos divinamente inspirados”.

[13] Consideraría que decir que los Apóstoles tenían una idea sistematizada de la infabilidad de las Escrituras es, en realidad, anacrónico. Sin embargo, lo que el Apóstol Pedro nos dice aquí nos da una idea: la profecía, al ser palabra divina, es total y enteramente confiable.

[14] Michael F. Bird, Evangelical Theology (2nd Edition), pg. 55.

[15] San Cirilo de Jerusalén, Lecturas Catequéticas, 4.17 (tomado de Michael F. Bird, Evangelical Theology (2nd Edition), pg. 54). No obstante es verdad que no asegurar que los padres antiguos creían en alguna de nuestras creencias sistematizadas (porque sería un error grave de anacronismo), podemos apoyarnos y tener algún atisbo de ello en sus escritos.

[16] Recomiendo la lectura de “Por qué creer en la virginidad perpetua de María”, de Irenismo Reformado. Consulte aquí: https://www.irenismoreformado.com/2020/11/22/por-que-creer-en-la-virginidad-perpetua-de-maria/

[17] San Agustín, Consecuencias y perdón de los pecados y el bautismo de los párvulos, 2.59.

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