Anaclara Muro
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7 min readApr 25, 2016

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Dicen que no te convengo
que porque carro no tengo
y que me falta el porte
para ser tu dueño

Dicen que eres tan hermosa
dicen que soy poca cosa
que te mereces a un tipo más guapo y con dinero
que tienes una lista de pretendientes
que intentan siempre enamorarte
pero lo que ellos no saben

Es que estoy hecho a tu medida
y que soy el amor de tu vida

Hace algunos días, la poeta Esther M. García preguntó sobre la asistencia de mujeres al encuentro de narrativa que hubo en Zacatecas a principio de año, al cual asistí. No hubo muchas, pero tampoco fuimos tan poquitas, unas 6, más las de Zacatecas, que participaron en los talleres, aunque no en el resto de las actividades.

Lo de las mujeres fue un tema importante y recurrente, desde la conferencia inaugural de Lidia Cacho, hasta “la clásica mesa de mujeres” como diría después uno de los asistentes, “que siempre son iguales”, dijo otro.

Desafortunadamente, esta mesa de mujeres en verdad fue un fracaso. A la moderadora la mesa se le salió de las manos, solamente una de las interlocutoras contestaba las preguntas, una abogada que me pareció muy brillante [2]. Pero en general parecía un diálogo de sordos, a la más joven se le ocurrió decir que no importaba lo de ser mujer, que ella solamente escribía y tal, la verdad es que se le notaba mucho el privilegio, y pareció muy sorprendida de que alguien se preguntara cosas así. La tercera tampoco parecía comprender nada de lo que se estaba diciendo, dijo que ella aprovechaba ese foro para anunciar su antología de poetas nacidas en los setentas, que no eran amigas, y que no era por ser mujeres, que solamente un día estaban sentadas en un Sanborns y se les ocurrió, qué padre, ¿no?

Lidia Cacho, que estaba entre los asistentes, les preguntó que qué onda, que cómo que en una mesa de mujeres salen con eso de que no es importante y que cómo si la antología es de mujeres, tampoco es un tema de discusión. Las dos trastabillaron, se contradijeron y balbucearon alguna que otra cosa; pero no hubo forma de salvar la discusión.

En la cena no encontré forma de contrarrestar los comentarios machitos inevitables: que si para publicar se necesita ser joven y bonita (y mujer, por supuesto), que si hay que ir Sanborns, que esas mesas fomentan la discriminación, que si las feminazis, que si las pocas escritoras, que si una asesora editorial que cobra por hora ofrece algo más que consejos y toda una seria de barbaridades. Varios comentarios me ofendieron, pero yo sé que calladita me veo más bonita.

La semana pasada volví a Zacatecas, a Jerez, de donde es mi familia paterna. Yo sé que ahí les gusta mucho la banda, por eso no me pareció nada raro que cuando prendiera la tele estuviera un canal de banda. Le cantaban a una mujer infiel y traicionera que no le hace caso a su marido por buscar a su ex, pero su ex la rechaza y al final el marido la deja, ella queda llorosa como el perro de las dos tortas.

Después, siguió otro video sobre traición femenina, en la que dos sujetos cantan, uno le advierte al otro que ella no vale la pena porque transgredió el trato de posesión que le había otorgado, el otro sujeto le agradece el consejo y concuerda en que deben despreciarla; al final de la canción se ponen de acuerdo para ir a algún lugar a divertirse donde habrá muchas mujeres, rubias y morenas.

Vi uno en el que salía una ejecución en medio de una fiesta con mujeres muy arregladas que miraban de ladito. Me sorprendió mucho ver esto, pues entiendo que los narcocorridos están prohibidos. Supongo que después de la reciente cancelación, tendrán que revisar también el material visual de las canciones, que puede ser igualmente violento. También hubo dos de mujeres cantando, ambas prometían no regresar, una de ellas le servía bebida al hombre con el que vivía, “su hombre” se la rechazaba, pero ella seguía intentando procurarlo y crear una conexión con él aunque fuera muy desagradecido con sus atenciones.

Por último, vi la historia de un trasplante en la que ella cae enferma y su prometido le dona el corazón, de manera que ella vive y él muere, porque al parecer, de eso se trata el amor, solamente es posible la felicidad de uno, y esto se logra a través del sacrificio.

Yo sé que el amor es una tradición muy bonita que nos viene como desde el siglo XII, pero si es tan desafortunada y sufriente, ¿por qué queremos seguirla practicando? ¿Siempre es tan corto el amor y tan largo el olvido? ¿Siempre uno sufre porque ama más que el otro? ¿Siempre el amor se vuelve una relación de poder para que funcione? ¿Es necesario permitir e incluso fomentar el egoísmo para que el amor dure más?

¿No sabemos sino ser egoístas?

A mí me criaron en la cultura de la generosidad, es de lo que más valoro en una persona. Pero hay una rayita entre la generosidad y la actitud servicial que a veces se les pierde a algunas mujeres. He luchado muchas veces contra estos impulsos serviciales, sobre todo después de entender que en este país casi todo se rige por la cultura de chingas o te chingan.

Yo siempre he sido muy aguantadora con la violencia porque así me enseñaron mis papás, me dijeron que si no les hacía caso, los que me molestaban se iban a aburrir. Pasaron varios años para que entendiera que esto no funcionaba así. Tuve que aprender a enojarme y creo que apenas estoy aprendiendo a expresarlo. Sin embargo, todavía no puedo estar de acuerdo con la violencia que ejercen algunas mujeres cuando tratan de desquitarse. Estoy muy lejos de ser optimista, pero creo que casi siempre nos vengamos de las personas incorrectas. Es muy difícil canalizar el odio hacia la dirección correcta (suponiendo que la haya) y muchas veces he visto cómo termina por afectar más a la persona que lo siente.

Después de esa sesión de realidad mexicana, (a la gente le gusta esa música, se saben las canciones, ven los videos y piensan que es romántico), me pregunto si es reamente importante preocuparnos por algo tan banal como un encuentro de mujeres, o una mesa de mujeres, o una lectura de mujeres. ¿No será egoísta? ¿Así como el amor de macho que posee a la afortunada?, me parece que le llaman amor cortés.

Creo que son preguntas que mucha gente se hace:

¿es pertinente hacer eventos de mujeres?,

¿no se dispara la misma violencia en dirección contraria?

Acabo de asistir al encuentro de poetas y narradoras de Querétaro. Fue muy sorpresivo para mí, que en una ciudad en la que los primeros nombres que saltan son de hombres y cuesta trabajo pensar en mujeres para invitar a los eventos, ver a tantas mujeres que escriben. Eso pienso, ya hizo que valiera la pena, y me parece que es un objetivo muy consciente de Marta Favila, la organizadora.

Una presentadora de dicho encuentro, dijo que a pesar de que ella al principio no estaba de acuerdo con estos eventos que solamente era de mujeres, ella no habría publicado nunca de no ser por una antología de mujeres.

Parece como si estos eventos de mujeres estuvieran de moda. Y bueno, hay que aceptar que hay quienes aprovechan la controversia para posicionarse. Pero no, mil veces no, esto no es un tema de moda, es un tema realmente preocupante, cargamos con un práctica violenta que ya no está justificada de ninguna forma. Los discursos sobre el amor, que por años han legitimado la “protección” masculina, los arrebatos pasionales e incontrolables que obligan a uno a aceptar el cariño del otro, la posesión voluntaria de una persona, la actitud servicial, el perdón de la violencia y muchas otras actitudes que lastiman, son inaceptables.

Tal vez el amor no exista, tal vez no sea eso que no enseñan las canciones, tal vez no sea necesario. Tal vez es demasiado cursi pensar en el amor cuando se habla de feminismo, de prácticas violentas o de estrategias culturales. Pero me parece inevitable cuando se vuelve un justificante de la necesidad de poseer a otro.

La independencia suele ser una característica poco valorada para el amor porque no permite esta posesión. Una persona independiente no necesita a nadie. Pero eso no quiere decir que no quiera estar con nadie. Pienso que una persona independiente comparte porque lo desea, es generoso sin ser servicial y amoroso sin ser posesivo ni violento.

Pero no podemos esperar que todo esto suceda en un país en el que el acoso es un tema cotidiano, la banda es uno de los géneros preferidos y las personas que se supone piensan, se quejan por las mesas de mujeres en los encuentros literarios. Además, estas mujeres, que participan en los encuentros literarios, no tienen claro que su participación es importante, que lo que digan es relevante, que su opinión va más allá de su realidad acomodada.

Disfruté mucho ir al encuentro en Zacatecas, conocí a gente muy valiosa y muy brillante. Pero sé que todos tenemos actitudes machistas y violentas porque crecimos en una sociedad machista y violenta. Y me parece que no hay que otra más que hacerlo consciente y evidenciar las actitudes machistas y violentas. No me gustó leer las historias de #MiPrimerAcoso, porque está de la chingada reflejarte en esas situaciones. Porque no te escapas nunca, porque esas historias están más cerca de lo que quisiéramos, pasan en nuestras calles, en nuestras escuelas e incluso, en nuestras casas. Y yo casi nunca he sabido responder, la mayoría de las veces espero a que mi falta de reacción haga que se desvíe la atención y me dejen en paz. Pero ya entendí que eso realmente no funciona.

[1] Y cuando digo error quiero decir enfermedad degenerativa, espero no crónica.

[2] FE DE ERRATAS: Alejandra P. Pantoja me hizo notar un “resultado cultural” del machismo y del clasismo en mi descripción, me recordó uno de los comentarios de la abogada en la que describía las dificultades para las mujeres en el mundo de los abogados, ella dijo que le había costado mucho trabajo y discriminación, que tenía que ir al baño de las secretarias, como si fuera una cuestión de jerarquías. Ese lo recuerdo, me pareció sumamente discriminatorio, pero mi inconsciente decidió olvidarlo. Seguro hay otros, pero ahora no recuerdo sino la impresión de que había sido la que hablaba con más asertividad.

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