Los femicidios en Latinoamérica
En defensa a nuestros derechos, como humanos.
Vivimos en una cultura en la que es completamente normal que los hombres hagan comentarios indeseados mientras caminamos por la calle, en la que “mi reina” y “mamita” pueden pasar fácilmente por una forma de saludo y en la que los piropos tienen que ser bien recibidos, por no decir agradecidos.
En el modelo social latinoamericano, el machismo y la desigualdad de género no son parte de un cuento que inventaron para asustarnos, ni mucho menos un hecho ajeno a nuestro día a día. La realidad es que nuestro orden social sigue priorizando el patriarcalismo por encima de la igualdad de género. Incluso, según el patrón mundial de femicidios, entre 2004 y 2009, 66 mil mujeres perdieron la vida en manos del machismo; un 17% del total de las muertes.
Estamos hablando de la principal causa de muerte de las mujeres entre 15 y 44 años. Más de la mitad de los países con las tasas más altas de femicidios pertenecen a América Latina y el Caribe.
Los datos de la OMS reflejan el maltrato de la mujer como un fenómeno social común; en el 2013, el 30% de las mujeres pertenecientes al continente americano habían reportado violaciones físicas o sexuales de parte de una pareja o conocido.
A contrario de lo que la mayoría de las personas creen, para que un suceso sea calificado como abuso sexual, no necesariamente tiene que haber penetración. Más bien, si nos regimos por la noción básica, todo contacto sexual o intimidación cuando una persona no está consciente o se siente obligada, es abuso sexual. Desde tocamientos hasta penetración, si hay una intención sexual no mutuamente acordada, es abuso.
Por lo tanto, el acoso callejero también se considera como abuso sexual: un conjunto de conductas con connotaciones sexuales, físicas y/o verbales, contra un individuo que no concientiza el acto.
Es decir, no importa si esa persona sea tu novio de toda la vida o un desconocido, las acciones sexuales forzadas, automáticamente califican como una violación. De hecho, según ONU Mujeres, una de cada tres mujeres en el mundo sufre de violencia sexual o física. Lamentablemente, menos del 40% de las mujeres que sufren de violencia buscan ayuda y solo un 10% le reporta el incidente a la policía. Sobre todo en casos en los que el violador resulta ser la pareja, ex-pareja o conocido de la víctima, lo que al final del día termina siendo el común denominador de la mayoría de los casos de abuso.
En tal caso de que aún no hayas identificado cuando una situación sexual pasa a ser un abuso sexual, permítenos diferenciar a los personajes del acto:
Por más de que América Latina se caracteriza por un marco legislativo avanzado, normativas y protocolos adecuados para el abordaje de la violencia de género y protección de la mujer, la calidad de atención aún necesita expandirse. En la región latinoamericana existen muchas zonas rurales que no se ven protegidas debido a la inaccesibilidad al sistema judicial. De los 32 países que la ONU Mujeres y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estudiaron, el 41% de ellos han impulsado la creación de fiscalías, tribunales, cortes y juzgados especializados en la identificación de delitos en contra a la integridad de la mujer. Pero, aunque surgen nuevas instituciones, la mayoría se encuentran en el mismo lugar o no son accesibles para todo el mundo.
Además de la problemática en cuanto a centralización de las entidades judiciales, las mujeres se enfrentan a un patrón mucho más grave. Según la directora regional del Fondo de Población de Naciones Unidas (FNUAP), Marcela Suaz, la mayoría de los casos de violencia sexual contra la mujer no pasan el filtro judicial. Poco más del 10% realmente culmina en una sentencia contra el agresor. No hace falta sacar muchas cuentas para percatarse que si de por sí la cantidad de casos reportados ante las autoridades es mínima, que solo el 10% obtenga un cierre adecuado se traduce a un margen crítico de justicia.
Ya que definimos los casos de abuso sexual y la realidad Latinoamericana, procederemos a comentar sobre los casos más resonantes que puede que conozcan o no.
Algunos Casos de violación:
Maxwell Combs y Donald Shaw inventaron un tema de marketing no muy complicado para un mortal común y corriente.
Según estos tipos, la “agenda setting” es una teoría en la que el público otorga o no importancia a determinados temas. Es decir, dependiendo de lo que expongan los periódicos en sus primeras planas, lo que diga la televisión, Twitter y las páginas de información en Internet que son los temas más importantes, las sociedades informadas (realmente el público en general) le presta atención y da mérito a las noticias que ellos decidan.
Los medios establecen esta “agenda setting” y nosotros nos volvemos locos con toda la información que obtenemos de Harambe, pasando por debajo del mantel por ejemplo, noticias de mujeres que bailan ballet con hijab.
Todo trata de la colocación de la noticias y la importancia que le dan los medios y así respectivamente creando la importancia que le vas a dar tú.
Habiendo dicho esto, es comprensible el hecho de que nos hayamos sentido indignadas y furiosas con el caso del violador Brock Turner y su sentencia (o la ausencia de ella); dejando de un lado importantes noticias y crímenes cercanos a casa.
En Latinoamérica, como en gran parte de los países en desarrollo alrededor del mundo, las violaciones y abusos sexuales contra las mujeres son en su mayoría no penalizados, aún son menos los crímenes denunciados y por consecuencia son casi nulos aquellos que llegan a ser expuestos en los medios.
Esta gran cadena de defectos, silencio y negación hace que las grandes tasas de violación se desconozcan, creando una atmósfera imaginaria de que “todo está bien” y haciendo como si fuese un problema que no existe.
Pero sí existe.
Perú
En Perú, una muchacha llamada Susy, decidió de una vez y por todas denunciar a su novio. Se había vuelto una costumbre que su pareja llegase tarde en las noches, nublado por el alcohol y que tomara sexualmente a Susy sin su consentimiento. Dado el caso de que ella se resistiera, le pegaba y si se molestaba después de la violación, pues le pegaba otra vez. Harta de la violencia e incentivada por historias que había leído sobre otras mujeres que veían hacer justicia en sus casos, una tarde, antes que llegara el abusador, recurrió a la comisaría a denunciarlo.
Sentada, haciendo la denuncia, el fiscal le preguntó a Susy sobre su vestimenta y los posible escenarios en los que pudo haber incitado a su novio para que se “desenvolviera violentamente. Aterrada frente a las acusaciones que se le estaban haciendo, cuando era evidente que ella era la víctima, se retiró del Ministerio Público y vio como su caso quedó impune, como los otros 15.000 que se registran anualmente en Perú.
Este país suramericano estaba para el 2013 en el tercer lugar de las listas de mayor prevalencia de abusos sexuales a la mujer en el mundo, vinculado directamente con la cultura machista que vive Perú.
En diciembre del año pasado, Colombia fue sacudido por un caso de abuso sexual tan insólito y cruel que se convirtió en noticia alrededor del mundo.
Una niña de 7 años fue secuestrada de una zona marginada de Bogotá. Dentro de un carro gris, llevaron a la niña de nombre Yuliana Andrea Samboni a una habitación privada de un barrio exclusivo de la misma zona. El cuerpo fue hallado sin vida en el apartamento y desnuda. La autopsia reveló que la causa de muerte fue asfixia por estrangulación.
Un solo hombre de 38 años se concluyó es el sospechoso principal del delito, sin embargo, las tardías acciones de la policía permitieron que se manipulara la escena del crimen y solo dieron declaraciones de que los terceros que están obstruyendo con información referente al homicidio también serán penalizadas.
Colombia
Las violaciones con la ayuda de drogas se ha convertido en un creciente problema para las mujeres latinoamericanas.
En su mayoría inodoras, insípidas e incoloras, drogas como la burunganga y el GHB solo se necesitan en pequeñas dosis para que surtan efecto. Además de su efectividad, este tipo de drogas fácilmente solubles en tragos, se consiguen con facilidad y salen del sistema de la persona en un período de 12 horas.
Cristina, amaneció una día en una habitación de un hotel al que no recuerda haber entrado. Adolorida, desnuda y sola, sin ningún recuerdo de la noche anterior. Un reloj marcaba la 1:00 p.m., habían pasado 16 horas desde que se arregló para salir en la Ciudad de México D.F. Con miedo y sospechando que había sido violada, acudió a un centro médico donde los exámenes no reflejaron la existencia de ninguna droga en su organismo y por tanto obstruyeron el proceso para iniciar la investigación de un culpable.
Ecuador
El mismo uso de narcóticos fue empleado en el famoso caso de las dos jóvenes argentinas que fueron violadas y asesinadas en Ecuador. Un análisis toxicológico reveló que ambas fueron drogadas con benziozepadina, una droga que incide sobre el sistema nervioso central y que vuelve a las víctimas en extremo manipulables.
El caso, de gran resueno internacional, provocó una oleada de protestas virtuales y físicas en contra del abuso sexual hacia las mujeres. Las dos turistas, quienes fueron asesinadas en La Montañita, por ayudar a un par de hombres que alegaban no tener donde quedarse a dormir, incitaron a un gran movimiento de protesta argentino bajo la insignia #NiUnaMenos
Alberto Segundo Mina Ponce y Aurelio Eduardo Rodríguez, los victimarios, se encuentran en prisión en Ecuador desde entonces.
Argentina
Argentina, ahogada entre crisis de casos de violación ha llegado a las calles para vociferar su disgusto contra la violencia sexual hacia las jóvenes del país.
Una niña de 13 años despertó de un coma gritando que la violaron en grupo. El coma fue el resultado de que la niña, escapando de la casa donde fue agredida, fue atropellada (supuestamente por el mismo grupo de jóvenes).
Lucas, el sospechoso principal aseguraba que tuvo relaciones con la niña bajo su consentimiento, aunque los estudios clínicos apunten a lo contrario.
Por este caso, y el trágico crimen cometido contra Lucía Pérez, han habido marchas y paros laborales para manifestar el descontento.
Lucía Pérez fue violada en repetidas ocasiones, golpeada y empalada, esta última acción dejándola sin vida. Los detalles del crimen fueron dados al público y Argentina entera horrorizada ante los hechos y la proximidad de los casos de violación, declaró un miércoles de octubre, el día negro, en conmemoración aquellas 200 víctimas de femicidio que sufren por sus agresores y por el sistema criminalístico del país.
Cuando le damos importancia a unas cosas, dejamos inevitablemente de lado otras noticias. Si nos guiamos por lo que establecimos antes de la agenda setting es realmente porque son informaciones que no conocemos, por eso es que a continuación presentaremos como información de crucial importancia las estadísticas y terminologías de la infame realidad sobre los abusos sexuales y su imponente presencia en Latinoamérica.
La violencia de género, en especial hacia la mujer es un problema que lleva años en la cúspide, que aunque a veces desaparezca, puede volver con fuerza. Por supuesto, debido a la necesidad de defender los derechos y la vida de la mujer, se formaron grupos que se encargan de detener estos delitos.
Por los maltratos y la violencia constante, las mujeres han luchado por sus derechos y la creación de leyes que las protejan. En nuestro continente, han sido las acciones de estas, las que han cambiado la manera en que se perciben y cómo se lucha por acabar con los femicidios.
El movimiento surge en la década de entre los 70 y 80, permitiendo lograr una construcción y una mayor identidad en las agendas feministas en los años 90.
Sabemos que en estos tiempos en la región latina se vivían tiempos políticos difíciles con la transición de regímenes militares autoritarios. ¿Por qué señalamos esto? En los años que transcurrieron entre los 70 y 90, el pueblo, cansado de la represión y las injusticias comenzó a manifestarse en plazas, establecimientos y lugares espaciosos para hacerle saber a los mandatarios su opinión.
Esto trajo consigo a una generación dispuesta a dejar en claro su desacuerdo con problemas sociales y acostumbrados a alzar sus voces. Es por esto que se formaron una gran cantidad de grupos políticos, movimientos sociales y organizaciones por los derechos humanos.
A las quejas también se unieron mujeres con la conciencia feminista que trataron de colocar en su agenda y política social las demandas históricas que ponen en duda la situación de la subordinación de las mujeres.
Lo importante era priorizar el análisis y la lucha de clases, postergar la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres. Los temas centrales en la violencia contra la mujer son el maltrato tanto físico, sexual como psicológico.
Como expusimos anteriormente, América Latina es la segunda región con los índices más altos de muertes de mujeres por violencia, tanto en el ámbito rural como el urbano.
El femicidio también es una realidad en México y en América Central. Hay dos estrategias que se han utilizado para demostrar la resistencia: la primera, la visibilización de este problema que vulnera los derechos más fundamentales de las mujeres, peleando con las prácticas culturales que no solo ciegan sino que también legitiman la violencia contra las mujeres. Y en segundo lugar, las solicitudes en las políticas nacionales para reformar o promover nuevas legislaciones y la supervisión del cumplimiento por parte de los países de los compromisos internacionales. Por eso se creó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, celebrada en 1994 y aprobada en 1996 por todos los países del sistema interamericano.
Al tener una administración comprometida y estructurada se han creado espacios para la revisión. Un ejemplo son los Encuentros Feministas de América Latina y el Caribe, que se realiza cada dos o tres años desde 1981 hasta el más reciente en 2016 (Uruguay), se reúnen 1500 mujeres de todo el continente.
En julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas creó ONU Mujeres, la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer. Los Estados Miembros de la ONU dieron un paso histórico en la aceleración de los objetivos de la Organización en materia de igualdad de género y de empoderamiento de la mujer.
En su página web señalan iniciativas que se centran en tres áreas prioritarias de intervención que consideran estratégicas para superar los desafíos comunes en los países de América Latina y el Caribe: participación política de las mujeres y el liderazgo, el empoderamiento económico de las mujeres y erradicar la violencia contra las mujeres y las niñas.
“Múltiples programas persiguen el objetivo de acabar con la violencia contra mujeres y niñas a través de la ampliación de la prevención y del acceso a los servicios para las sobrevivientes. Trabajamos con los diferentes países para reforzar las leyes y las instituciones que protegen a las mujeres, e involucramos a los hombres en las tareas de lucha contra la violencia. La mejora del acceso a la justicia y la erradicación de la impunidad exigen adoptar medidas encaminadas a aumentar la capacidad de respuesta de las y los agentes de policía y de las/os funcionarias/os judiciales. ONU Mujeres también tiene un papel protagónico en la campaña ÚNETE del Secretario General de las Naciones Unidas, que actúa en los 33 países de la región, haciendo hincapié en que la eliminación de la violencia es responsabilidad de todas y todos”.
La ONU ha logrado desde su creación avanzar en el tema, sin embargo, el movimiento de protesta más efectivo es “Ni Una Menos” (el movimiento que surgió después de la muerte de Lucía Pérez en Mar del Plata)
El movimiento empezó cuando un grupo de periodistas, activistas y artistas sintieron la necesidad de decir “basta de femicidios”, citando que en Argentina cada 30 horas asesinan a una mujer sólo por ser mujer.
El lema de “Ni una menos” surgió de un poema escrito por Susana Chávez, una defensora de derechos humanos en Ciudad Juárez, México. La frase “ni una menos, ni una muerta más” pide al mundo que no haya más muertes de mujeres inocentes (Corado, 2015). Con mucha rapidez, esta frase creció con el uso de Twitter y el hashtag #NiUnaMenos, y también Facebook, que compartió y difundió mucho el movimiento. Una buena parte de la coordinación del movimiento responde a las facilidades que ofrecen las redes sociales para comunicarse.
El movimiento “Ni una menos” se ha extendido a otros países. En Chile y Uruguay, varios grupos feministas organizaron una marcha el mismo día de Argentina, con miles de personas en Santiago y Montevideo (Vanguardia, 2015). Hubo otra demostración en el Distrito Federal de México, y en Lima, Perú, se realizó una marcha similar gigante en agosto.
Los países de América Latina y el Caribe han asumido importantes compromisos en lo que se refiere a los derechos de la mujer. Todos ellos han ratificado la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, y 14 de ellos han ratificado además su Protocolo Facultativo. El sistema interamericano de derechos humanos incluye un poderoso instrumento regional para combatir la violencia contra las mujeres: la Convención de Belém do Pará.
En consonancia con los acuerdos internacionales y con la Plataforma de Acción de Beijing, y tras muchos años de trabajo en favor de los movimientos de mujeres, varios países decidieron actuar para promover la igualdad de género a través de la modificación de sus constituciones, la creación de ministerios o institutos de asuntos de la mujer, la reforma de sus códigos civiles, la tipificación de la violencia de género como delito y el establecimiento de cuotas de género para los cargos políticos.
A pesar de que casi todos los Estados de la región están considerados como países de ingreso medio, siguen existiendo altos niveles de desigualdad y exclusión social, especialmente entre las mujeres, los pueblos indígenas y afrodescendientes, y los jóvenes. De acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano para América Latina 2010, en esta región se encuentran 10 de los 15 países con mayores niveles de desigualdad del mundo. La seguridad pública es una preocupación creciente; surgen nuevas formas de violencia contra las mujeres y el femicidio es cada vez más habitual.
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Volviendo a nuestro párrafo inicial: Vivimos en una cultura en la que es completamente normal que los hombres hagan comentarios indeseados mientras caminamos por la calle; en donde la violencia de género es común; en donde la tasa de femicidios crece y los medios de comunicación no lo cubren. ¿Hasta cuándo permitiremos esto? No se trata de cultura machista o sociedad patriarcal, sino de la defensa de nuestro cuerpo e integridad.