La cafetería para tomar leche con cereales que terminó en debate nacional

Analía Plaza
- The Bow -
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6 min readJan 18, 2015

La cafetería para tomar leche con cereales que terminó en debate nacional

Son las 10.30 de la mañana en Londres y exactamente en este momento me estoy desayunando un tazón de cereales con leche. He venido a Cereal Killer Café, un nuevo local en Brick Lane que a estas horas ya está lleno (y eso que en el mercadillo de la calle, muy popular los fines de semana, aún están poniendo los puestos). Suenan Bloodhound Gang, Twisted Sister y The Beasty Boys, hay cola para entrar, tiempo de espera para coger mesa, algún turista y bastantes ingleses sacando fotografías mientras esperan. La carta incluye más de cien tipos de cereales americanos, ingleses y de otros países (ninguno español), distintas variedades de leche (entera, semi, desnatada, orgánica, de soja, de almendra, de arroz) y siropes para mezclar. Si no te apetece pensar, también tienen cocktails de cereales: Bananarama, Double Rainbow, Boloccino o Freaking Nut Case, entre otros. Yo he pedido leche semidesnatada, un bol mediano de Dorset Honey Granola y un espresso. Todo me ha costado 5 libras.

Cereal Killer Café es una de las últimas singulares ideas de Londres y llevo desde que leí sobre ella como loca por venir.

Aunque no consiguió ni un 2% de la campaña de crowdfunding con la que pretendía financiarse, abrió por fin el 9 de diciembre (cuando yo ya estaba alimentándome a base de bravas y croquetas en Madrid). No soy especialmente fan de los cereales de desayuno — en mi cabeza, este post de Transformer que clama un rotundo no contra los cereales de desayuno — pero Cereal Killer Café me interesaba por otra razón: la guerra que trae en la ciudad. El local es casi cuestión de estado y en el tema ha intervenido hasta el alcalde.

Primero fue la campaña, que por llamativa (¡dios mío, una cafetería de leche con cereales!) salió en todas partes. Luego su apertura, que, como el tema ya había funcionado, también salió en todas partes. Y finalmente Channel 4, un canal de televisión inglés, que envió a un reportero a preguntar si no era demasiado caro cobrar 3 libras por un tazón de cereales con leche teniendo en cuenta que Brick Lane está en uno de los barrios más pobres de Londres (el distrito de Tower Hamlets, con un porcentaje de pobreza infantil del 49%). Tras indicar que no es tan caro para la zona (doy fe de que no es tan caro para la zona), los dueños pararon la entrevista (“no me están gustando estas preguntas”) y respondieron días después con una carta (¡que cubrió hasta The Guardian!) indicando que ellos no eran quienes para resolver la crisis de pobreza en la ciudad.

Londres, TE AMO.

Cereal Killer Café es sólo otra de las locuras que se le ocurren a esta gente y que llenan cada día de titulares las gacetillas locales de estilo de vida. Dalstonist, que cubre el barrio de Dalston, informa puntualmente de las tiendas, restaurantes, cafeterías y pop-up (locales que sólo duran un rato) que van a abrir y sus fechas. Cuando la idea es especialmente vistosa, la información salta a los medios de la ciudad e incluso nacionales y se hace el debate, que puede llevar a su cierre o no apertura. Ejemplo: Death Raw Dinners, el restaurante pop-up cuyo “concepto” era recrear las cenas del corredor de la muerte y recibió tantas críticas que no llegó a existir. Otros dos controvertidos, de los que hablé aquí y aquí, fueron la cafetería que abrió The Guardian (un absurdo lleno de mesas con iPads, una pantalla de “periodismo de datos” y una hoguera digital al que los modernos no tardaron en poner a parir) y la cafetería en la que todo era gratis menos tu tiempo. Cuando el dueño del local se enteró de lo que estaban haciendo sus inquilinos (que, por “disruptor”, quizá no era del todo legal) los mandó cerrar o cambiar de idea y empezaron una campaña de crowdfunding para su salvación. No sé cómo están ahora.

A Cereal Killer Café lo han metido en el debate de los precios como podían haber metido a cualquier otro, porque no es ni el primero ni el único que cobra 3 libras por desayuno. En la misma calle hay varios sitios en los que sólo el café no baja de 2. Pero su apertura llegó cuando la batalla de ricos contra pobres ya estaba en las portadas de otras gacetas locales. Una web los defendió con ironía frente a los anti-hipsters (“llamamiento para prohibir que los hipsters abran negocios y creen empleo”) y el alcalde, Boris Johnson, terminó publicando en The Telegraph una carta titulada No asesinéis a Cereal Killers — necesitamos gente como ellos.

“Sería triste si los británicos dejaran de ser cínicos, pero me pregunto si a veces no nos excedemos. Channel Four envió a un reportero para cubrir la historia del café de los cereales en Shoreditch y demonizó a los pobres emprendedores. Fue mordaz sobre el precio de 2,50 libras por un plato de cereales, se burló de los propietarios — un par de hipsters barbudos — por sus pretensiones de gentrificar la zona y sugirió que la población local no podría comer allí. No estoy seguro de que tuviera razones para hacerlo.

Deberíamos cuidar a cualquiera que inicie un negocio en este país, aclamar a todos los que superan los obstáculos que el gobierno pone en su camino (impuestos, derecho laboral, seguridad social…). Es bueno que alguien abra un negocio que crea empleo en uno de los barrios más pobres de Gran Bretaña. No necesitamos periodistas financiados por los contribuyentes que golpeen sin cesar a los creadores de riqueza de este país. A veces deberíamos ser menos cínicos y más alentadores”.

La historia me fascina porque va de abajo arriba (empieza en periódicos de barrio y termina en medios nacionales) y porque lleva, también de abajo arriba, la cuestión hipster al plano económico, político y social, más allá de qué ropa llevan o qué música escuchan. Del ejemplo más básico de economía de mercado (una tienda independiente, ni siquiera una gran cadena, que cobra por sus productos un dinero que la gente está dispuesta a pagar) a la súper preocupación de la ciudad (¡y del país!) por algo más complejo y ya no tan invisible como es su guerra de clases, tenga barba o no.

Hace pocos meses escribí sobre ricos contra pobres en la industria de la tecnología: esta vez su debate comienza en un tazón de cereales y llega a carta del alcalde sobre la creación de riqueza en Reino Unido.

Las cafeterías de Londres irán algún día al parlamento. ¿Cómo no voy a adorar esta ciudad?

En las fotos, el desayuno de cinco libras que empezó todo este post. Sí, estaba rico.

Hasta la próxima cafetería sorprendente,

Besos,

Lía

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